jueves, 20 de junio de 2013

FILOCALIA: "NO TENEMOS MIEDO DE CANTAR NUESTRA FE".

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En esta entrevista para InfoCatólica, Francisco Flores, el líder de la banda católica argentina Filocalia, nos habla sobre su nuevo CD y las actuaciones que van a realizar en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, donde «se vive la idea de Iglesia como cuerpo más allá de las culturas, de las nacionalidades». Entre otros muchos lugares, han tocado ya en la JMJ de Madrid y en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, «convertida en una sucursal del Vaticano».
20/06/13 8:37 AM | Imprimir | Enviar
(Daniel Rojas Delgado/InfoCatólica) La Plaza de Mayo –sitio fundacional de la ciudad de Buenos Aires–, la Plaza Belgrano de Luján y, durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en 2011, la Plaza España de Madrid son algunos de los escenarios más importantes en los que ha tocado la banda argentina Filocalia en los últimos años. Con casi dos décadas de historia, a paso lento pero firme, el grupo canta y camina hacia el gran encuentro de fe que comenzará, dentro de un mes, en Río de Janeiro.
Francisco «Pancho» Flores, profesor de Filosofía y militante de la Acción Católica Argentina, es el guitarrista y la voz principal de esta banda, que nació en la ciudad de La Plata. Filocalia es un trío, formado por una batería, un bajo y una guitarra, pero con la gente que siempre los acompaña llegan a ser siete: entre ellos también hay un profesor de Educación Física, un auxiliar docente, una odontóloga y otros que estudian música de un modo más académico.
El nombre de la banda, tomado del griego, significa «amor de la belleza absoluta». En este mismo sentido, según el folleto del CD del primer álbum que grabaron con la editorial San Pablo de Argentina, san Agustín agrega que la «filocalia» se refiere al estudio del arte «como búsqueda y expresión de lo bello», que constituye «un camino místico que nos lleva hacia lo absoluto». En un viaje así, «es relindo que el proyecto siga con los valores originales», confiesa Francisco, «porque muchas veces hay situaciones que hacen que las iniciativas se vayan cayendo».
¿Quiénes escriben las letras, la música y los guiones de las obras?
Generalmente las hago yo. Si no son mías, son de la Biblia o a veces tomo poesía, como la letra de la obra que hicimos sobre el cura Brochero. La mayor parte de la canción es un recitado de Jovita Díaz. Obviamente que esto se avisa. Lo que pasa es que mi primer amor artístico, digamos, fue la literatura: escribir, leer mucho; siempre fui así, desde chico. Pero los demás también hacen aportes. Tocar en una banda es lindo por ahí: unir diferentes talentos. Si uno va a la vivencia ideal de la fe y del arte, lo comunitario es ineludible, y mucho más agradable.
Hay gente que se siente llamada a tocar o a escribir. Y cuando uno junta a esas personas con carismas distintos en un proyecto único, es algo re lindo: ahí está Dios también. En la armonía entre los hombres –y la música es básicamente armonía–, está la presencia de Dios como un signo; más si lo que motiva a que uno se junte es la fe y no ganar plata.
¿Os hicisteis más conocidos en 2003, después de ganar el concurso para componer el himno del III Encuentro Nacional de Responsables de Pastoral de Juventud?
Nosotros ya tocábamos bastante en ese momento: en varios encuentros canossianos, en peregrinaciones a la basílica de Luján [patrona de la Argentina]. Es imposible olvidarse de las madrugadas tocando en Luján, cuando llegaba el cardenal Bergoglio, el actual Papa; cosas impensadas. La canción «No tenemos miedo», del encuentro de Gualeguaychú, fue un regalo, porque todavía hoy mucha gente se siente identificada con ese tema y con ese encuentro. Y es una de las canciones que es medio ícono de Pastoral de Juventud. A partir de ahí en muchísimos lugares comenzaron a conocernos y a invitarnos a eventos de Buenos Aires, donde antes no existíamos. No es que no nos conocieran, pero... no nos invitaban. A veces, les proponía a estos organizadores si tenían un lugarcito y nos decían que no. Al año siguiente nos estaban llamando. Hay mucha hipocresía: mucho de caretaje, de decir «no importa si tocas bien o tocas mal», «hicieron tal canción». ¡Nosotros éramos los mismos de hacía un año! (se ríe)
- Háblame del CD «Luz de luz».
Fue autogestionado: juntamos plata, pagamos un estudio baratito acá en La Plata y lo mezclamos en casa. Y así salió: mal. ¡Estaba aprendiendo a mezclar! Lo lindo es que tiene un montón de canciones que no podíamos mostrar. Vendimos muchísimos; no ganamos plata, obviamente. Todo lo que ganamos lo invertimos en más CDs, porque queríamos que caminara lo que hacíamos. Nos sirvió mucho como difusión.
¿Cómo se fue gestando el CD que acabáis de lanzar?
Con San Pablo hacía rato que veníamos conversando para sacarlo. Empezamos a grabar en 2011. Tener música cristiana bien grabada es impagable, porque… a veces teníamos cosas tan mal grabadas que no las podíamos pasar en la radio. Muchos movimientos no se dan cuenta de lo que significa hacer un CD y poner ese material al alcance de los grupos que misionan, usarlo para reflexionar en un retiro o para compartirlo a través de internet.
El 19 de marzo asumió el cardenal Jorge Mario Bergoglio como Francisco, en el Vaticano. Vosotros, a más de 11.000 km de distancia, cantasteis en la vigilia organizada frente a la catedral de la ciudad de Buenos Aires. ¿Qué recuerdas de ese día?
Me acuerdo de todo. Nosotros veníamos de una experiencia compleja en La Plata, porque no íbamos a poder realizar el Vía Crucis en la plaza Moreno. Es duro: es tu lugar, hay gente que lo espera, había que decirle que no a las autoridades que siempre nos habían bancado. Habíamos aceptado el destino que nos tocaba con resignación y paciencia, pero sentíamos que había una desvalorización hacia cierto esfuerzo y dedicación de años de un lugar ganado a fuerza de sudor. Y de golpe me llama el padre Mariano de Buenos Aires para pedirnos que vayamos a tocar a la vigilia de asunción: era una caricia de Dios, es como que te dice «sí, lo que haces vale la pena para alguien». No porque sea un lugar importante, sino porque es un llamado que va mucho más allá de lo telefónico; que alguien en la Capital Federal piense que lo que hacemos nosotros puede ser valioso para que alguien lo escuche es genial. Después, el clima: la Plaza de Mayo estaba transformada en un encuentro católico, donde todo el mundo estaba con buena onda, se hablaba de Dios, se rezaba; eso era sin precedentes.
Era otra plaza.
Claro. Normalmente esa plaza ha sido escenario de violencia, de protestas, de muertes, tiros y represión; carga toda la lucha y la violencia política de años. ¡Y de golpe la Plaza de Mayo era una sucursal del Vaticano! (no puede contener una carcajada y la larga) Era una celebración donde estaba todo el mundo: hasta había gente de partidos políticos, gente que se sintió llamada a participar; eso fue increíble. Cuando llamó el Santo Padre, que lo retransmitieron por los altoparlantes, no sé… supera cualquier cosa que pueda imaginar. Estar en ese lugar, con toda esa carga simbólica en la vigilia de la asunción de un Papa argentino, que encima llama y da la bendición –y dice las cosas que dice, de una forma tan cercana–, eso es histórico. No te lo olvidas en tu vida.
¿Cómo fue la experiencia de cantar en la JMJ de Madrid?
Allá hicimos tres funciones de obras musicales y tres de la banda. Uno a veces piensa, desde la vanidad, «qué lindo tocar o actuar en la Jornada». Pero la realidad es que el evento está mucho más allá de lo que uno hace. O sea, cuando a vos te eligen para tocar, te están eligiendo para dar un servicio, y esa es un poco la idea que nosotros queremos transmitirles a todos los que vienen a cantar o a actuar con nosotros: nos eligen para un servicio, que no es mejor ni peor que el de limpiar un baño, guiar a gente que se perdió o estar en primeros auxilios.
Vosotros estáis más expuestos.
Estás más expuesto y obviamente que es un motivo de orgullo que en una organización tan importante, centralizada en el Vaticano, alguien escuche lo tuyo y diga «esto es un aporte valioso». Pero más allá de eso, nosotros pensamos –y es la manera más saludable de verlo– que no es una consagración artística. Todavía no sabemos en qué lugar vamos a tocar en Brasil: si va a ser un teatro para 10 personas o una plaza para 10.000. En Madrid nos tocaron las dos cosas: un teatro muy chiquitito, cerca de la cancha del Real Madrid, y después tocamos con la banda en Plaza España, en pleno centro de la capital, ante una multitud. Todas son importantes; forman parte del mismo servicio. El evento es maravilloso, la vivencia de comunión eclesial que hay: se vive la idea de Iglesia como cuerpo más allá de las culturas, de las nacionalidades.
¿Qué cosas destacas?
Ver en el vía crucis gente de Irak y Estados Unidos llevando la cruz; lo que se aporta simbólicamente a la paz, a la construcción de una sociedad más justa, donde se considera a los hombres realmente hermanos, no divididos por ideologías ni por nada. Eso es fantástico. Eso es lo que llega, lo que golpea hasta a gente que no cree. En cada JMJ, en el país anfitrión hay personas que creen; otras que están en el medio, que se ven maravilladas por esto; y otras que no creen, pero se ven interpeladas por esta situación, porque de golpe gente que habla mal de la Iglesia ve que lo que los cristianos proponen es algo súper positivo y se ven confrontados con sus ideas. Algunos reaccionan bien, otros no. Lo que nosotros nos trajimos de España esla alegría de haber participado de un evento enorme, donde se vive la presencia de Dios.
¿Qué vais a ofrecer a los peregrinos que vayan a Río de Janeiro, dentro de un mes?
En Brasil nos aprobaron cuatro obras musicales (el pesebre, el vía crucis, el vía lucis y la de los santos misioneros latinoamericanos) y dos presentaciones de banda. El grupo con actores, los de vestuario y escenografía seremos 30, que somos más o menos los que vamos a viajar a la JMJ. En el calendario oficial de la Jornada, nosotros tenemos que cumplir con esas funciones. Después salen otras presentaciones. Por ejemplo, en Madrid teníamos un solo toque con banda, pero salió uno en el encuentro internacional de Acción Católica y en la prejornada en un polideportivo en Murcia. En Río todavía no sabemos dónde vamos a estar, pero no importa el lugar: lo importante es que nosotros tenemos que prestar un servicio, sea donde sea, para la cantidad de gente que sea. Y estamos del lado del que le toca dar, lo cual implica un esfuerzo.
El compromiso social de la banda se nota en temas como «Réquiem para Pier Giorgio Frassatti», «El mundo en que vivimos» y «Madre Amor», dedicado a la madre Teresa de Calculta. ¿Qué buscáis lograr, en realidad, con lo que hacéis?
No sé si eso lo hemos discutido entre todos los integrantes (se ríe). A mí siempre me pareció muy importante esto de que el arte, más allá de la fe, como parte de una cultura tiene un compromiso. Lo que pasa es que el arte muchas veces –y la historia lo atestigua sobradamente– es manipulado por sistemas políticos como un elemento de propaganda, ¿no? Y se desnaturaliza. Yo creo que hay un tipo de arte que puede ser de calidad, que puede tener valores y que, además, puede ser transformador en el buen sentido. Nos toca vivir una época en la cual lo social es una gran deuda del sistema, porque se basa en las desigualdades. Entonces, hacer arte religioso que haga la vista gorda a todas estas cuestiones, a mí me parece hipócrita. Tienes mil grupos que hacen «pop para divertirse», como dice Micky Vainilla, y está todo bien; incluso se hace música para reproducir el sistema. Pero a mí siempre me gustó la posibilidad de poner en el arte valores y cosas profundas que el sistema va desechando. No hay que tenerle miedo al compromiso social.
¿Y al compromiso político?
Tampoco. Tomar postura está bueno. Nuestra sociedad está como está porque durante muchos años no se tomó postura, se nos vendió una idea en la cual la sociedad ya venía armada, dirigida, empaquetada y el ciudadano acepta o revienta. Está bueno decir algo así. El hecho de no tener un contrato con una gran discográfica a uno le da la libertad de decir lo que quiere sin casarse con nadie. Lo mismo cuando, en algún pesebre, hemos tenido que decir frente a las escalinatas de la Catedral, algo en contra de la Municipalidad de La Plata, lo hemos dicho sin ningún problema; eso de ser pobre también le da a uno la libertad (risas).
- Entonces, ante esta ventaja que mencionas, ¿cómo te imaginas que debe ser el arte?
No me imagino un arte que camine fuera de lo que le pasa a su sociedad, a su cultura, como tampoco me imagino una fe que camine fuera de lo que le pasa a la gente que cree. Ahí es doble la cuestión con el tema del arte y con lo que uno dice: si encima estamos haciendo arte religioso, y solo hacemos canciones de adoración cuando la gente se está muriendo de hambre… No digo que no haya alguien que lo pueda hacer, pero yo no podría.

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