domingo, 30 de junio de 2013

48 HORAS EN MADRID; POR JAIME ROCHA.

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48 HORAS EN MADRID

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           Decidí hace tiempo viajar en transporte público, cuando las circunstancias lo permiten. Es más cómodo, rápido y hasta más económico, y por esas y otras razones he hecho este viaje a Madrid de 48 horas en tren: cuatro horas y cinco minutos dedicados a la lectura de ese libro que lleva tiempo esperándonos.

Ya en Madrid, el transporte ideal, desde mi punto de vista, es el “Metro”, por su rapidez y prestaciones. Según decía Vernon A. Walters, Subdirector de la CIA, quien hablaba con fluidez siete idiomas y conocía de memoria los trenes suburbanos de todo el mundo, el de Madrid era ya entonces, hace muchos años, uno de los mejores.

Ha cambiado a mejor en limpieza, calidad del servicio y rapidez, y sus usuarios son ahora mayoritariamente ejecutivos enchaquetados, alumnos extranjeros del programa Erasmus, inmigrantes sudamericanos y árabes y empleados en cambio de turno. Ya no se leen libros ni periódicos sobre papel, sino alguno de esos artilugios electrónicos que reproducen libros, prensa o correos electrónicos.

48 horas permiten, si se dispone de un transporte adecuado, visitar a la familia, tomar una copa con algún amigo, almorzar con compañeros de promoción de la Armada y recordar en agradable compañía, momentos vividos juntos en nuestra lejana juventud.

48 horas dan para mucho, incluso asistir al primer almuerzo institucional de la Asociación de ExMiembros del Servicio de Inteligencia Español. Ese era el objetivo del viaje, participar en ese primer contacto de la AEMSIE, nombre un tanto complicado de pronunciar, pero, dado el carácter de la Asociación, ¿quién va a extrañarse de esa pequeña dificultad?

El caso es que se ha constituido y registrado la Asociación de ExEspias españoles y que, además, se puede hablar públicamente de ella, darla a conocer al gran público y personas interesadas en estas cuestiones, todo abierto y transparente. Bueno todo no. Las actividades, los nombres, el despliegue, y unas cuantas cosas más no pueden ser reveladas.

Acostumbrado a mantener en secreto la pertenencia al Servicio de Inteligencia durante tantos años, confieso que resulta extraña esta nueva situación. Incluso se han organizado seminarios, conferencias divulgativas y cursos de “Cultura de Inteligencia” en algunas universidades.

Situación extraña pero muy positiva. Tras mis conferencias y entrevistas de prensa, he podido comprobar el altísimo grado de ignorancia que existe en la sociedad sobre estas cuestiones. Una realidad deformada por el secretismo y la influencia de la abundantísima ficción escrita o filmada del mundo del espionaje.

Ahora se podrá hablar abiertamente de estos temas, manteniendo, lógicamente, las reservas necesarias sobre cuestiones concretas, pero ese cambio es suficientemente importante y favorecerá el conocimiento de una realidad oculta hasta ahora.

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