domingo, 30 de junio de 2013

CAPILLA DE LA NUNCIATURA APOSTÓLICA DE DAMASCO. PADRE RUPNIK



Capilla de la Nunciatura Apostólica de Damasco
Place Ma’raket Ajnadin 1, Malki BP 2271 Damascus, Siria
El marco para una posible clave de lectura del mosaico lo dan dos «fuentes» que podríamos considerar como puntos de partida.
La primera es el relato narrado en Hechos 9,10-20, sobre la conversión de san Pablo:
«Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: “Ananías”. El respondió: “Aquí estoy, Señor”. Y el Señor: “Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista”. Respondió Ananías: “Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre». El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre”. Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: “Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco, y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios».
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Panorámica
Capilla de la Nunciatura Apostólica
Damasco - Siria
Febrero 2004

La segunda es la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, con los dos grandes frescos de Miguel Ángel (1542-1550): la conversión de St. Paul y, enfrente, la crucifixión de Pedro.
En la conversión se ve a Pablo caído del caballo y sostenido por un seguidor, cegado por una luz que viene del cielo, por Jesucristo mismo, mientras que en el centro del fresco se encuentra el caballo al galope, escapando, casi en la dirección opuesta a como está orientado Pablo. El mensaje principal que nos afecta es explícito. El caballo en toda la época clásica es símbolo de poder. Pablo que cae de su caballo significa que abandona la mentalidad del poder, y ahora es iluminado con una luz nueva, tan nueva que ya no ve nada. Ya no les es propia la lógica de una religión legalista, perfeccionista en la práctica, y por lo tanto, una religión que piensa en términos de poder. De hecho, esa era su ceguera, las escamas que le impedía ver realmente. Pero la luz que viene de lo alto, que viene de Cristo, es decir, una manera de ver que es la de Cristo, es para Pablo un trabajo tal que lo deja completamente perdido. Para entender este trabajo hay que recurrir a la carta a los Filipenses, al capítulo 3. Allí Pablo admite explícitamente lo que le impedía ver y que, cuando tuvo la gracia de ver de verdad, considera como basura. También dice que si alguno no lo cree así ahora como él piensa, Dios mismo lo iluminará. Lo cual indica el gran cambio en Pablo, antes dispuesto a eliminar incluso físicamente a aquellos que no estaban de acuerdo con él y con la tradición de sus padres. Pero Miguel Ángel, con el apoyo de teólogos, muestra que si la Iglesia se libera de la lógica del poder (el caballo en la conversión de Pablo) y acepta la fe como una libre adhesión, como un acto de amor (la secuencia de los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, especialmente el de la creación del hombre), entonces el camino de la Iglesia será siempre el de su Maestro, es decir, una camino pascual. Por eso, enfrente de Pablo encontramos a Pedro en el momento de la crucifixión. Así comenzó la iglesia en Roma y éste será su estilo y el carácter que la custodiará y la hará crecer. La fe como principio agápico, como libre adhesión a Dios, es el camino del triduo pascual. De hecho, en torno Pedro se encuentran cristianos rodeados por militares con sus potentes caballos.
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Jesús resucitado, san Paolo con las escamas en la mano que le están cayendo de los ojos, y san Pedro crucificado
Cappella della Nunziatura Apostolica
Damasco - Siria
Febbraio 2004

En el mosaico realizado en la capilla de la Nunciatura de Damasco encontramos, a nuestra izquierda a san Pablo de rodillas que «se abre» hacia Cristo, como si saliera de su manto como una gran concha, con un ojo puesto ya en libertad y con escamas en la mano. Su mano izquierda indica decididamente a Cristo (toda la vida de Pablo se consumirá en el gesto de indicar a Cristo). Cristo ha resucitado, es un Cristo con el epitrachilion, es sacerdote, rey y profeta. Impone su diestra sobre Pablo, consagrándolo como discípulo suyo, su apóstol. La otra mano de Cristo está abajada y girada con el fin de hacer ver la herida gloriosa de los clavos. Su mano se apoya en la cruz, casi tocando la mano de Pedro, que, sin embargo, todavía está clavada. Pedro, desde la perspectiva inversa de la crucifixión, mira con dos ojos abiertos de par en par a Cristo resucitado. Entonces, como en la Capilla Paulina, también aquí encontramos a Pedro y a Pablo, uno enfrente del otro, pero unidos por Cristo en una única visión de la Pascua. Pablo mira, a través de Cristo resucitado, a Pedro crucificado, para tener en el horizonte la palabra de Cristo, que le mostró lo mucho que tendría que sufrir por su nombre. Pablo se presenta a Cristo con las escamas en las manos y el manto que va a dejar, como el ciego de Jericó, del que se dice: «Él, arrojando el manto a un lado, se puso en pie y se acercó a Jesús» (Mc 10, 50).
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El Rostro de Cristo

Cappella della Nunziatura Apostolica
Damasco - Siria
Febbraio 2004

Cristo está dentro de una almendra que acabamos de mencionar, que precisamente sobre la figura de Cristo se despliega en dos colores netos: el rojo hacia la derecha, ya que el rojo era el color de la divinidad en el primer milenio; el azul a la izquierda, es decir, el color de la humanidad. Lo qué es el amor en el cielo entre el Padre y el Hijo, como bienaventuranza, en la tierra, en la historia marcada por el pecado, es el drama del Calvario. La visión divina, la participación en este amor, es un don del Espíritu Santo. El mismo san Pablo lo dice abiertamente: Sólo en el Espíritu Santo se puede decir que Jesucristo es el Señor (cf. 1 Cor 12, 3). Y en el ábside, arriba, vemos la mano de Dios Padre (conocemos a Dios Padre sólo a través de su obra, a saber, a través de la creación y la redención). La revelación de Dios Padre mueve los cielos hacia abajo y desde el cielo se derrite un flujo de la vida imparable, de calor y de luz, es decir, del conocimiento y del amor que es el Espíritu Santo.
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San Pablo
Capilla de la Nunciatura Apostólica
Damasco - Siria
Febrero 2004

Ya que el espacio de la capilla es pequeño, se ha optado por no hacer las figuras en proporción a las medidas de la Capilla, para evitar el efecto de la escenografía, pero se ha optado por la proporción que hace de las figuras una presencia. Sobre todo, Cristo es una presencia total, es todo el ábside, porque Él es la iglesia, el nuevo templo.
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La mano de Cristo ya glorificada y la mano del apóstol Pedro crucificado se encuentran en la cruz
Capilla de la Nunciatura Apostólica
Damasco - Siria
Febrero 2004
 
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Detalle: la mano del Padre e la venida del Espíritu Santo sobre el Hijo
Capilla de la Nunciatura Apostólica
Damasco - Siria
Febrero 2004

A nuestra izquierda mirando hacia el ábside se encuentra la Madre de Dios «Hágase tu voluntad»: sus brazos abiertos en una disponibilidad total a Dios están al alcance de quienes que vienen a rezar en la capilla precisamente para poder venerar a la Madre de Dios y sus manos santas, a través de las cuales Dios comunicó y sigue comunicando tanta gracia. La Madre de Dios se encuentra sobre la hierba para evocar el simbolismo de los verdes pastos del Nuevo Edén y de la nueva Eva.
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La Virgen María
Capilla de la Nunciatura Apostólica
Damasco - Siria
Febrero 2004

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