viernes, 28 de junio de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,1-4

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»

II. Compartimos la Palabra

  • Este es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes y que habéis de guardar

Dios habla a Abraham, en lo más íntimo de su vida, ante su preocupación por no poder tener un hijo con Sara, ya que los dos son muy mayores.
Dios toma la Palabra en varias ocasiones en esta lectura. Primero se le presenta anunciando quien es para que Abraham se vaya preparando para la sorpresa que le tiene preparada. Comienza estableciendo una Alianza con Abraham pidiéndole lealtad.
Dios vuelve a tomar la palabra en la que renueva su sorpresa diciéndole que Sara tendrá un hijo a pesar de su ancianidad. El rostro en tierra, se limita a sonreír, manteniéndose en una pasividad absoluta por la noticia. Abraham, a pesar de que en un principio crea que el tener un hijo sea imposible por la edad, su Fe va contra toda esperanza y sigue voz del Señor. Confía.
Dios nos conceda aprender de la Fe de Abraham y seguir sus caminos aunque los creamos imposibles, pues para Dios nada hay imposible. Dios siempre concede lo prometido.
Abraham sabe escuchar la voz de Dios y sigue adelante con sus planes.
Que el silencio de Dios rompa en nosotros y nos hable fiándonos de su palabra dejemos que sus planes también se cumplan en nosotros.
  • “Si quieres puedes limpiarme…quiero”

Mateo, después del primer gran discurso de Jesús, nos muestra una agrupación de algunos milagros. Comenzando por la curación del leproso.
La lepra es una enfermedad contagiosa, que destruye lentamente a la persona afectada, considerándola como un castigo de Dios.
El leproso es considerado impuro, y era excluido de la comunidad. No podía participar en ningún culto, ni en la vida social ordinaria. No tenía posibilidad de acceso a Dios ni a su Reino. Era rechazado y estaba prohibido tocarle para no contagiarse de sus impurezas, de sus pecados.
Pero Jesús, saltándose todo tipo de leyes y dejándose abrazar por la compasión, con sencillez y humildad, extiende su mano al leproso ante su suplica y confianza de poder ser curado por Él.
La mano tendida al enfermo, al rechazado, al pecador, el contacto con él es un signo de amistad. Jesús con este signo vuelve a integrar al leproso, al enfermo en la sociedad.
Es un gesto de amor hacia el prójimo, un gesto de victoria ante el dolor y miedo de no volver a curarse jamás. Pero Jesús toca su dolor y le llena de esperanza ayudándole a curarse.
El actuar de Jesús es sencillo, no busca ser extraordinario, llamar la atención. Tan solo quiere curarnos de todos nuestros males, de nuestros pecados.
Con esta curación quiere denunciar la mentalidad social y religiosa de los judíos, también la nuestra de hoy en día, que margina, destruye y genera muerte.
Jesús ante este milagro reafirma al defensa de la vida y la dignidad del hombre.
Ayúdanos a ser como Tú, con Amor y Humildad acercarnos al que sufre, extenderle nuestras manos, confiando en tu poder de ayudar a curar al enfermo.
Si quieres puedes limpiarme. Y escucho tu voz que me dice:”QUIERO”.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas 
Bormujos (Sevilla) 

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