lunes, 24 de junio de 2013

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN.

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 22-26

En aquellos días, dijo Pablo:
-«Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: "Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos." Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: "Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias." Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios:
A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.»

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo:
-«¡ No! Se va a llamar Juan. »
Le replicaron:
-«Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados.
Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo:
-«¿Qué va a ser este niño?»
Porque la mano del Señor estaba con él.
El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

II. Compartimos la Palabra

  • “…y a ti niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos”

Juan, enviado para reunir a Israel y prepararlo para la llegada del Mesías.
Después del exilio y regreso del pueblo de Dios, no habían surgido profetas en Israel hasta que llegó Juan Bautista. Es el profeta que hace de puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Son muchas las cosas que podemos decir de él, pero el mejor elogio lo encontramos en boca de Jesús: “¿Qué habéis salido a ver en el desierto?, ¿Un profeta?; Sí, os digo, y más que profeta. Él es de quien está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti para que prepare tu camino…
En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista” (Cf Lc7,24;Mt 11,10ss).
Tanto Marcos como Mateo aplican a Juan el texto de Isaías: “Mira que envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz que clama en el desierto, preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Cf Mc 1,2-3; Mt 3,1).
En Juan, que se proclama como voz, se hicieron realidad las antiguas palabras de esperanza, aquellas, anunciaban algo grande que iba a suceder y que tiene cumplimiento con el nacimiento de Jesús, a quien Juan preparó el camino.
Los israelitas lo reconocieron como “Profeta del Altísimo” por fin había un nuevo profeta en Israel, su vida lo acreditaba.
Juan:
Anunciaba el perdón, pero a la vez exigía conversión: “Convertíos, está cerca el Reino de Dios”.
Daba testimonio de Jesús, Hijo de Dios vivo. “Yo he visto descender el Espíritu sobre Él”.
Como todos los profetas, su mensaje es de conversión de vuelta al Dios Fiel y acogida al hermano, pero éste tiene una característica especial en él, ha visto cara a cara al enviado de Dios al Ungido del Señor, los profetas del A.T. ninguno pudo ver el rostro de Dios. Juan sí vio a la Palabra hecha carne.
Juan se proclama como voz, la voz se pierde, pero la Palabra permanece en el corazón de quien la escucha.
Jesús, que es la Palabra, el Verbo hecho carne, permanece para siempre, está entre nosotros que, por el bautismo, hemos sido ungidos como sus profetas, llamados a proclamar la Buena Noticia, el Evangelio, a ser su voz, para que la Palabra hecha carne, sea conocida y acogida en nuestra sociedad, que Dios vuelva a reinar en todos los corazones que su amor sea una realidad en nuestro trato con los hermanos.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid 
Misionera Dominica del Rosario 

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