Nuestra cultura exalta lo extraordinario. Somos cautivados de tal manera por lo excepcional, que la palabra corriente ha asumido una connotación peyorativa. Si tu peso es corriente, más te vale acabar con los postres. Si tus ingresos son corrientes, probablemente no llegarás a fin de mes. De algún modo lo corriente ha venido a significar menos que normal.
Pero, ¿Cuantos de nosotros somos realmente excepcionales? ¿No vivimos la mayoría de nosotros vidas ordinarias y, atrevámonos a decirlo, corrientes?
Cuando nos sintamos particularmente corrientes y creamos que todos aquellos que conocemos tienen más talento, y son más interesantes y atractivos, necesitaremos recordarnos a nosotros mismos que lo corriente no es malo. Simplemente significa normal o acostumbrado.
Cuando consideramos que el nivel de vida normal en la mayoría de las culturas occidentales, incluye cosas como agua corriente, calefacción central y acceso a la educación, por no mencionar unas expectativas de vida por encima de los setenta, lo corriente comienza a parecer bastante bueno. Así que, la próxima vez que te sientas como una bolsa de papel en un mundo lleno de regalos, pide a Dios que te ayude a recordar que lo corriente, después de todo, no es tan corriente.
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