domingo, 26 de febrero de 2012

A LA CALLE, COMPAÑEROS; POR CARLOS DÁVILA


  • Opinión | La Gaceta

    26 FEB 2012 | Carlos Dávila.

  • El pasado jueves publicábamos en La Gaceta la lista de fechorías que los detenidos en Valencia habían perpetrado antes de ser aprehendidos por la Policía. Los individuos en cuestión son unos auténticos figuras, lo peor de cada casa para entendernos. Ni han estudiado nunca ni se ocupan de otra cosa que no sea el botellón, la jarana desmadrada y, si se tercia, la bronca callejera.
    Son unos tipos desfigurados por su propia vida que, tras ser puestos en libertad, fueron jaleados por algunos estudiantes púberes y, desde luego, por los sindicatos y partidos de izquierda (incluyo aquí el alborotador Compromís), que rápidamente se han puesto en cabeza de la manifestación para sacar tajada de la algarabía.
    Ya hemos escrito que el ex ministro del Interior, Rubalcaba, el de sus policías cómplices, el que ha dejado Interior minado de topos o de bodoques como ese comisario de Valencia que debe de haber aprendido su argot en los campos de Afganistán, se está poniendo literalmente las botas haciendo lo mejor que sabe hacer –puede ser incluso que lo único–: revolver el ambiente, ordenar la subversión contra todos sus rivales políticos, levantar la calle, una vez que ha sido incapaz de levantar más votos que la derecha en las urnas.
    La izquierda revolucionaria
    Con curiosa puntualidad ya se están repitiendo las escenas de 2003 con las protestas sobre el Prestige e Irak, y sobre todo de 2004. El pasado miércoles, un concejal de Tarragona nos llamaba para denunciar que auténticos forajidos, probablemente alguno llevaría carné del PSOE (como sucedió en marzo de 2004), estaban apedreando con furia atilana la sede del Partido Popular.

    El suceso no está siendo único: en localidades de toda España, estos lapidadores, a toque de corneta, se han llenado los bolsillos, ufanos, encima, ante la múltiple presencia de la Prensa internacional, que –naturalmente y como es su obligación– ha informado de todo lo acaecido, un alteración pública que a la España de Rubalcaba y su PSOE vengador le viene de perillas, pero que para el resto del país, el de los cinco millones y medio de parados del socialismo, es un auténtico obús.
    Esta vez, la izquierda derrotada con estrépito en noviembre y culpable del desastre económico, social, político, moral, institucional y territorial que sufre esta resignada Nación no ha esperado un minuto; se ha puesto manos a la obra y está dispuesta a convertir la Plaza de Tahrir en El Cairo en un canto pacífico gregoriano. Al grito de “¡A la carótida!” se han hecho conmilitones gentes como el aludido ex ministro de casi todo, el ínclito líder, o cosa así, de izquierda Unida, Cayo Lara, y los sindicalistas millonarios Méndez y Toxo, acompañados ellos de varios miembros de diversos consejos de administración extraordinariamente retribuidos.
    No soportan la derrota
    Y es que la izquierda en la historia de España nunca ha aceptado que se le gane en las urnas. Esta crónica dominical no es un rincón de penosas efemérides como fue la reacción del PSOE del estalinista Largo Caballero cuando la CEDA ganó limpiamente, no como los socialistas, que en la República nunca triunfaron en elección alguna.

    Largo Caballero llamó a la revolución, incendió Asturias y sus alrededores, y sólo la consiguiente represión de López Ochoa al mando de tropas en las que figuraba el abuelo masón, eso sí, del ex presidente Zapatero, serenó la región. Por cierto que López Ochoa, masón como el susodicho antecesor de nuestro inefable ex jefe de Gobierno, tuvo un final trágico.
    Enfermo estaba en el Hospital Gómez Ulla de Madrid cuando los milicianos socialistas, anarquistas, comunistas y tipos de todo jaez armados por el Frente Popular tomaron el centro sanitario, sacaron al militar a la fuerza, le cortaron brutalmente la cabeza y la exhibieron en una festiva procesión por todo Madrid. Memoria histórica para los seguidores del próximo líder de la izquierda hispánica: el ex juez Baltasar Garzón, este héroe del proletariado que cobra de dictadores repulsivos como el ecuatoriano Correa.
    Ahora, muchos años después, vuelven a la alteración porque en noviembre venció la abyecta derecha fascista y tal. La nueva portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, mujer de confianza de su jefe, se ha despachado esta semana pasada con una declaración absolutamente significativa.
    Dijo la distinguida prócer Soraya Rodríguez refiriéndose a los manifestantes de Valencia, esos de los que aquí, en La Gacetcetceta, hemos publicado sus grandes hazañas: “No son nuestros enemigos, son nuestros hijos”. ¿Vuestros hijos, Soraya? A confesión propia, pocas dudas: vuestros hijos son los que días antes de los altercados repartieron en Valencia y en toda España un folleto firmado por el Sindicato de Estudiantes, tan estimulado por Rubalcaba, que también hemos reproducido en este periódico, que incita a protestar, como sea, “contra el capi“
    Dávilatalismo y la explotación”, que presenta una “alternativa (?) revolucionaria” a la crisis capitalista y que, para no cansar, explica en su libelo estupideces como la siguiente: “La ganancia del capitalista es resultado de una expoliación y proviene del tiempo de trabajo que no se le paga al trabajador.
    Si un obrero recibiera el producto íntegro de sus ocho o diez horas de trabajo, el empresario no ganaría nada...” y finalizan así los enormes pensadores, hijos del PSOE: “...bastaría con expropiar los grandes bancos y las empresas financieras, los grandes monopolios y los latifundios y poner estos recursos bajo control democrático de los trabajadores”. Estos son los hijos de Soraya. O sea, una gran tranquilidad. Son los que llaman el estruendo del 29, con el apoyo socialista, el partido de los obreros, de los parados se entiende.
    No se escatiman medios
    Y mientras, también desde Twitter voceros tan significados como el antiguo director de Público, Ignacio Escolar, claman por una movilización general, masiva, ruda contra este Gobierno que se ha atrevido a remendar los desmanes que cometieron Zapatero, Rubalcaba, la apergaminada De la Vega y toda su cuadrilla.

    Están estableciendo, a mayor abundamiento, un puntual calendario de festejos que se inicia este próximo miércoles en todas las plazas de España. Aquí no se escatiman medios: los sindicatos, con el aparataje informático y telefónico que les pagamos esforzadamente todos los españoles, están convocando a los suyos y a los menos ajenos al bullicio y a la gresca.
    Tras las bambalinas, el PSOE se regodea con este ambiente de lucha pertinaz y probablemente, como quien no quiere la cosa, jalea los altercados porque su tupida red de influencias se filtra en todos los espacios de nuestra sociedad.
    Un ejemplo: esta misma semana, un señero educador valenciano me contaba que los chavales del instituto valenciano Luis Vives han sido vilmente utilizados por sus profesores; me decía que, como había explicado la alcaldesa de la ciudad, Rita Barberá, era mentira de todas las mentiras que las aulas escolares no tuvieran calefacción, y añadía lo más importante: que la protesta no había nacido de los educandos, sino de los profesores, seguramente muy molestos por los recortes en sus complementos salariales.
    Pregunten nuestros lectores quién es el sindicato que domina, para desgracia de todos, la enseñanza en nuestro país y sabrá que la central hermana, o sea, la UGT, no es inocente en toda esta desgraciada peripecia.
    Pues esto es lo que hay, lo que quiere el PSOE que nos espere: la revolución en la calle. La del Cojo Manteca. La de Largo Caballero. Al Partido Popular se le va a atragantar su victoria. Primero arruinan el país y después no dejan que se arregle. Es lo que la izquierda entiende por democracia: o ganamos por las buenas o por las malas. A la calle, compañeros.

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