La verdad es supe de la gravedad de la enfermedad que aquejaba al Padre Salvador hace unos meses y desde entonces lo he tenido todos los día en mis recuerdos y oraciones. Lo vi al frente de las celebraciones litúrgicas de esta pasada Semana Santa en su Iglesia de San José de Cádiz y ya mostraba bien a las claras que su final se acercaba a pasos agigantado.
Tuve la oportunidad de conocerlo muy en profundidad, de tener una buena amistad, con sus grandes diferencias y similitudes, y por eso justamente, en honor a su memoria he escrito este artículo publicado en exclusiva en INFORMACIÓN en el apartado que dirige y coordina mi buen hermano Pepe Moreno Fraile y que reconozco nunca habría querido escribir.
Hoy todos lloran al Padre Salvador. La mayoría desde un corazón limpio y agradecido y otros por pura "conveniencia" pues le hicieron mucho daño. Ellos saben quienes son y yo también sé quienes son ellos.
Este artículo es una despedida a modo de "hasta siempre".
Jesús Rodríguez Arias
¡HASTA
SIEMPRE PADRE SALVADOR!

¡Qué empecinado eres Salvador!
Cuando todo el mundo te daba por muerto tú, llevándole la contraria a todos,
seguías viviendo para ofrecer el último testimonio del poder de Dios al que
servías como buen pastor pues nadie salvo Él es el que tiene la llave de la
vida y de la muerte.
Aunque durante varios días y
sobre todo el lunes 8 y la madrugada del martes 9 de mayo tu vida pendía de ese
hilo que maneja el Señor y habíamos asumido de que más pronto que tarde
llegaría esa noticia que no por esperada era menos dolorosa. El Padre te llamó
y tú te marchaste cuando las seis y unos minutos de la madrugada. No os puedo
negar que guardo un profundo cariño personal por el Padre Salvador Rivera que
no solo se ha mantenido sino también reforzado a pesar de las diferencias que
pudimos tener en una parte del camino de nuestras vidas. Dicen que no es de
bien nacidos el no ser agradecidos y esto último siempre rondará mi corazón
cada vez que piense en este buen Cura gaditano que desarrolló un importante
ministerio pastoral en San Fernando, primero en la Parroquia de la Sagrada
Familia y más tarde en la del Santo Cristo. También ejerció de Arcipreste de la
Ciudad y hay que reconocer que su gestión en términos generales fue muy buena
pues supo darle su sitio a todos los que no lo tenían.
A nivel personal puedo decir
que gozamos de una buena amistad donde la verdad y la sinceridad prevalecieron
siempre. Fue el sacerdote y también amigo que me acompañó en mi noviazgo, fue
el cura que nos casó presidiendo la ceremonia aquél 1 de septiembre de hace 10
años en la jerezana Iglesia de San Juan Bautista de los Descalzos, tuve el
honor de que me eligiera como su presentador en el Pregón de la Semana Santa de
2008 y colaborar con él tanto como catequista de Confirmación o llevando junto a
mi mujer la Pastoral Familiar del Santo Cristo. Lo conocí muy bien porque
compartimos mucho.
Ese nivel de conocimiento y
también de colaboración hizo que gozáramos de una buena amistad y ahora que ya
hace un tiempo que ha marchado a la Casa del Padre tengo esa tranquilidad que
da la conciencia pues siempre nos hablamos sin dobleces ni medias tintas, cara
a cara, como hacen los verdaderos hermanos en una misma Fe. La vida y su
discurrir hizo que con el tiempo nos distanciáramos aunque pienso que en verdad
nunca nos olvidamos el uno del otro. Todavía recuerdo esa llamada a ese
hospital de Madrid interesándose por mi estado de salud tras la operación que
me practicaron hace poco más de tres años.
Salvador Rivera Sánchez fue un
gaditano que amaba Cádiz, fue un cura de distancias cortas, que se involucraba
en todos los lugares que su ministerio apostólico lo llevaba, fue un sacerdote
que vivía en modo cofrade pues siempre supo del gran valor que tiene este
apostolado en la Iglesia y en la sociedad.
Aún recuerdo como rellenó la
hoja de inscripción como hermano de Afligidos delante mía en su despacho del
Santo Cristo en medio de una de esas buenas charlas que manteníamos, recuerdo
la ilusión que le hizo cuando le designaron Pregonero de la Semana Santa y me
llamó a casa para comentármelo y ofrecerme ser su presentador, aún siento el
inmenso dolor que le supuso las crueles críticas continuadas al texto de su
pregón y aún recuerdo su cara de alegría cuando los hermanos de los Estudiantes
reunidos en Cabildo aceptaban por unanimidad esa propuesta que tuve el honor de
defender en su momento para que le fuera impuesta la medalla de oro de esta
querida corporación nazarena donde cada Lunes Santo Jesús se encuentra con Su
Madre en la calle de la Amargura.
No se me cae de la memoria su
querida madre Doña Francisca, o Doña Paca como cariñosamente le llamaba, pues
esta anciana mujer que se ha entregado por entero por Salvador ha visto como
moría su hijo querido antes que ella. Me imagino de su inhumano sufrimiento que
solo se puede sobrellevar desde la Fe y la Palabra de Dios a la que se dedicó
su hijo toda la vida.
La Diócesis de Cádiz y Ceuta
pierde un buen sacerdote que hizo mucho bien y que dejó un testimonio de
esperanza en la Resurrección que se hizo más patente si cabe en todas las
celebraciones litúrgicas de esta pasada Semana Santa cuando ya muy enfermo no
quiso ceder su cayado de buen pastor en su Parroquia de San José.
Hoy escribo un artículo que no
quisiera haber escrito y os puedo decir que siento un inmenso dolor por su
muerte aunque comparto la alegría porque ya está junto a Dios, porque ya ha
llegado a la meta.
Dios nos libre de la hora de
las alabanzas, ¿Verdad Salvador? ¡Hasta siempre querido amigo!
Jesús Rodríguez Arias

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