Termina un domingo más, el último del mes de noviembre, y el frío se ha instalado con derecho propio en nuestras calles, casas y cuerpos.
El invierno llega cuando llega el frío, por más que digan los calendarios, y el verano cuando lo hace el calor.
El invierno no es igual en todas las partes. Por poner un ejemplo sin salirme de la Provincia de Cádiz. Todos los días salgo a las seis y media de Jerez, hace un frío intenso aunque más seco, llego a San Fernando a las siete y media y ya han subido de dos a tres grados, pero la sensación térmica es que hace más frío que antes y eso es debido a que La Isla es una ciudad, que como dice bien el nombre, está rodeada de mar,la humedad hace que la percepción de frío sea más intensa. Dos ciudades, 30 km de distancia, una hora de diferencia y la sensación de frío o calor totalmente diferente.
Tengo que decir que soy friolero aunque también debo decir que para disfrutar del frío conozco un lugar especialmente preparado para el mismo: Villaluenga del Rosario.
Es Villaluenga un pueblo que en invierno tiene un olor conjuntado: A leña. Por todas las chimeneas salen hilos de humo que nos señala que está encendida y cumpliendo su misión de caldear el hogar hasta hacerlo un lugar apetecible del que no hay ganas de salir aunque eso, en un lugar tan bonito, además de imposible es un auténtico pecado.
Es muy curioso divisar, en los claroscuros de la anochecida, como se ve el humo que desprenden las chimeneas de mi pueblo. Es una imagen única y llena de recuerdos que pueden llevarnos a la romántica melancolía.
Es Villaluenga un pueblo que cambia de paisaje, de color según el sol que lo alumbre. Si es de mañana luce esplendorosa, la tarde los matices cambian hacia una mayor intimidad, en el anochecer se entremezclan las sombras con cielos que disparan colores inverosímiles para el corto raciocinio humano y hasta la noche cerrada no lo es en esta bella localidad pues la silueta del Caíllo marca una línea divisoria entre él y la abrupta oscuridad. ¡Así es Villaluenga del Rosario!
Ayer llegamos sobre las once de la mañana con el tiempo justo de organizar las cosas e irnos a dar un paseo de cerca de 7 kilómetros por la glorieta, llegar hasta el puerto, coger de vuelta por el camino de la carretera hasta llegar al pueblo y seguir por el paseo la entrada por la Avenida de los Arbolitos.
Los dos estábamos cansados, la semana había sido intensa y nuestros cuerpos y mentes se hallaban justo para desconectar automáticamente. Aún así seguimos caminando, el frescor del aire puro nos daban los ánimos necesarios para seguir con nuestra marcha. Nos dio mucha alegría encontrarnos con Delia y Charo Oliva. Delia ya presenta un avanzado estado de gestación del niño que está cobijado entre sus entrañas. El vivir en este bendito sitio es lo mejor que le puede pasar al niño que dentro de unos meses nacerá en un lugar de auténtico privilegio.
Proseguimos con la marcha, sin prisas ni pausas, saludando a los vecinos que nos encontrábamos, degustando cada paisaje, cada lugar, cada olor porque en mi pueblo según vayas huele de forma distinta: Qué si tierra mojada, a las distintas hierbas que nacen en los campos, a los árboles que te vas encontrando, la buena carne del mesón "Los Caños". Las ovejas y las cabras destilan un agradable olor a leche, a queso, al pasar por "La Velada" se une la buena comida con el buen queso, cuando pasas por delante de la Fábrica de quesos "Payoyo" huele que alimenta, cuando... Es un Pueblo de tantos olores y tantos sabores...
Terminamos el largo paseo y mientras yo atendía unas cosas Hetepheres se acercó a "La Covacha" para comprar algo de fruta. Después de mi segunda cita con mi digestivo me ha puesto a dieta y me ha prohibido todos los productos lácteos y sus derivados porque tengo intolerancia a la lactosa. Para mí es una auténtica tragedia porque soy un amante del buen queso, resido en el pueblo más quesero de España y, en estos dos próximos meses, no puedo degustar ni una lasca del buen queso payoyo.
Fruta, verdura, pescado o carne a la planta. En eso se resume mi particular gastronomía. Menos mal que mi mujer es una buena cocinera y se las apaña para hacerme platos suculentos para tan diezmados recursos.
Después de almorzar, breve cabezadita, recibimos en casa a Mateo que nos traía dos sacos de buena leña porque la tarde-noche se preveía bastante fría. A las cinco y media empezaron a sonar las campanas de la Iglesia anunciándonos Misa a la que fuimos. Nos encontramos con el Templo lleno de Scouts de la Parroquia de la Milagrosa de la cual es vicario el Padre Federico Mantaras. Al terminar nos entretuvimos charlando con Cándida, Juani, Ana, María, Andrés, Diego y otros buenos y queridos vecinos nuestros. Esta vez echamos de menos al Párroco D. Francisco Párraga que fue sustituido por un sacerdote joven que por aglomeración de Misas a su cargo ese día hizo que la Eucaristía durase un santiamén. Una Misa debe tener sus tiempos y debe tener su pequeña homilía y más cuando, al ser la única que se ofrece en el pueblo en fin de semana, se está clausurando el "Año de la Fe".
Después nos fuimos hasta las afueras del pueblo para dar de comer a los gatitos y perritos de Mateo. Allí estaba "feíta" que es una encantadora gatita aunque muy fea de ahí que Hetepheres la haya bautizado con ese descriptivo nombre.
De vuelta a casa nos dimos una vuelta por las calles del centro, llegamos a la Alameda que parecía más solitaria con el Casino cerrado a cal y canto. Desde que Fernando empezó a dejar el Casino, hace cosa de tres meses, las puertas de este insigne lugar han estado más tiempo cerradas que abiertas. Ahora definitivamente se ha ido y yo, desde estas páginas que tanto le han apoyado, le deseo lo mejor. ¡Buena suerte en la vida Fernando!
Ya en casa, empezando a escribir el post con el que me despedí anoche sonó la puerta. Era Elena que venía a interesarse por mí y para decirnos que ya tenía inquilino. A esta visita se le unió la de Juande.
Nuestro amigo Juande se quedó largo rato en casa al calor de la hoguera y con una copa de un licor alemán que el bien conoce de cuando fue emigrante en ese país allá en sus años mozos. Hablamos de todo un poco y así la tarde, sin detenerse, fue pasando hasta dar lugar a la noche cerrada. Serían las diez menos cuarto cuando acompañé hasta su casa a Juande y tras despedirnos me fui a dar un pequeño paseo por las centricas calles de mi tranquilo pueblo. El frío intenso había desaparecido y era una gozada el caminar en el silencio y la soledad más absoluta donde los pensamientos fluyen de tu alma sin proponerlo.
Llegué a casa con el tiempo justo de terminar el post, tomar la medicación para antes de cenar la fruta que corresponde, ver en la televisión el programa "Uno de los nuestros" que nos divierte y entretiene mucho para después, con bastante cansancio, acostarnos para dormir plácidamente.
La mañana del domingo empezó pronto pues nuestra vecina, y casera, Elena que una mujer trabajadora al máximo y dotada de una energía fuera de toda duda se puso a limpiar la casa de abajo a eso de las siete y cuarto de la mañana.
A las ocho ya estábamos levantado y sobre las nueve y media nos fuimos a desayunar al mesón "Los Caños" donde disfrutamos del sabor y de la impresionante vista de Villaluenga del Rosario. Otro paseo, de más de cuatro kilómetros, hasta llegar a casa con la intención de leer y disfrutar de nuestro hogar a nuestra particular manera.
Vino Elena y después recibí la llamada de Toni que quería enseñarnos lo que fue su famoso y añorado restaurante. "La Cancela" era el santo y seña de los alrededores y sé de amigos que todavía me comentan que no han comido una pata de cordero igual que cocinada por las manos de nuestra querida amiga. Después nos fuimos a "La Posada" a tomar un aperitivo. Allí estaba Berna que nos atendió de maravilla. Allí estaban buenos y queridos amigos con los cuales pasamos un rato extraordinario.
Y después de almorzar en casa cogimos el camino hacia Jerez porque mañana es lunes que es el primer día de las obligaciones contraídas, de seguir luchando para sacar nuestra casa hacia adelante aunque mañana puede ser un buen día porque puede materializarse algunos proyectos que llevan meses gestándose.
Para mí, el mejor día de la semana si viviera en Villaluenga es el domingo por la tarde porque es el momento que se van todos y se quedan las gentes de mi pueblo. Es un momento para la intimidad y para vivirlo con y entre nuestros vecinos.
Mis queridos amigos y vecinos de Villaluenga del Rosario: ¡Hasta el próximo sábado! Recibid un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.
Jesús Rodríguez Arias
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