martes, 12 de noviembre de 2013

* DESDE VILLALUENGA: ÍNTIMO FIN DE SEMANA EN NUESTRO PUEBLO.

Momento de la bendición de la corona de la Santísima Virgen de los Dolores.


Había sido una semana complicada y el cansancio se hacía presente en nuestras vidas. Eso de dormir poco durante mucho tiempo acaba pasando factura y más cuando las hojas del calendario empiezan a caer como las hojarasca de los taciturnos árboles en otoño. 

Nos habíamos despertando bastante más temprando de lo que es ordinario y habitual, es decir, el sábado también dormiríamos poco. Lo peor que nos puede pasar es desvelarnos y no ser capaces de coger ese ansiado sueño que nos repare y nos aporte las necesarias fuerzas con las cuales encarar el día con las máximas garantias. 

El tiempo de vestirnos, coger los bártulos e irnos para donde más ansiábamos estar: Villaluenga del Rosario. 

No habían dado las once de la mañana cuando ya estábamos abriendo las puertas de nuestra casa. Desde el trayecto de Jerez a Villaluenga la temperatura había bajado cinco grados y un leve frío penetrante hacía acto de presencia. Salir del coche y captar el olor a leña de todo un pueblo. 

Nos pusimos a ordenar un poco las cosas para después vestirnos con nuestros respectivos polares y darnos un breve paseo de unos cuatro kilómetros el cual no pudimos continuar, como era nuestro gusto, porque el atroz cansancio que nos había acompañado durante toda la semana se manifestó de forma más rotunda, más total hasta hacer que las piernas parecieran más pesadas y con eso más cansadas. 

Al llegar al pueblo nos dirigimos a “La Covacha” para comprar una serie de cositas que se nos habían olvidado y al llegar a casa, que se encontraba caldeada gracias a la chimenea que empezaba a bombear ese calor tan necesario,  nos sentamos en nuestros butacones, nos servimos un refresco y un buen vino que acompañábamos de unos sencillos aperitivos para disponernos a leer tranquila y pausadamente. 

Así estuvimos, en esa íntima liturgia que tanto nos gusta,  hasta la hora de almorzar cosa que hicimos en casa mientras veíamos el telediario y el espéctaculo en el que se ha convertido la predicción del tiempo que para decir si llueve o ventea nos enseñan mil mapas de todos los continentes y las más insólitas fotografías sobre fenómenos atmosféricos. 

Después de comer, una breve siesta, y seguir leyendo, disfrutando de la íntimidad de disfrutar uno al lado del otro haciendo lo mismo. Así, entre la amena e interesante lectura, escuchamos las campanas de las cercana Iglesia que nos anunciaba que a las seis de la tarde se celebraría la Santa Misa. 

Ya a esa hora el sol anunciaba su irremediable marcha, frío que en un principio se mantenía también anunciaba que levemente pretendía marcharse para dejar una noche más cálida donde un buen paseo por sus tranquilas calles se convertía en cita ineludible. 

Esta tarde, a pesar de lo temprano de la hora, el Templo presentaba un mejor aspecto. Muchas feligresas y algún que otro feligres asistían a la Eucaristía que presidió, como siempre, el Párroco de Villaluenga del Rosario, Grazalema, Benaocaz y Capellán del Colegio de la Compañía de María de Jerez de la Frontera, Padre D. Francisco Párraga. 

Al finalizar la Misa se procedió a bendecir la nueva, y preciosa, corona de la Virgen de los Dolores, co-Titular de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús,  que es la magnífica talla de Jesús Nazareno que tantas devociones despierta en este bendito Pueblo y que, año tras año, sale en procesión todas las mañanas de cada Viernes Santo. 

Todos los presentes acompañamos la bendición de la Corona de esta hermosa imagen de la Virgen que es una dolorosa guapa, de rasgos muy andaluces y de belleza natural. 

Al finalizar un bello canto del Coro Parroquial donde prevalecen las afinadas voces femeninas y como contrapunto la grave y profunda voz de Cristobal Moscoso. 

Saludamos a Ana, Juani, María y otras buenas y queridas vecinas para después dirigirnos a nuestro hogar. Fue un llegar y volver a salir porque queríamos ir a echarle de comer a los gatos y perros de Mateo, que ya consideramos como nuestros, y en especial a una pequeña gatita, no muy agraciada, que le hemos puesto como nombre “feíta” aunque cuando la tienes en tus brazos es monísima. Así, de esta guisa, nos dió la noche aunque no habían dado las ocho de la tarde. La silueta del Caíllo luchaba para no perderse en la profunda oscuridad que envolvía todo y solo un luminoso y solitario lucero hacía brillar la noche más absoluta. 

Nos fuimos caminando por las calles del pueblo hasta llegar a la parte baja, lindando con la carretera, porque nos apetecía el ver esa parte de nuestra amada Villaluenga en medio de la noche en un sábado tranquilo a todas luces. 

Puedo decir que cuando llegamos a casa me encontraba sudando pues entre subir y bajar las empinadas calles y la ausencia del frescor que nos había acompañado durante todo el día hizo que notara la presión del calor en medio de la tarde de cielo cerrado que nos acogía. 

Decidimos quedarnos en casa y mientras Hetepheres leía yo actualizaba el blog y cuando ya nos habíamos sumido en la apaciguada tranquilidad escuchamos llamar a la puerta de entrada, a la que da al patio, fuimos a ver quien era y nos dio una alegría y también una buena sorpresa que después de más de un mes nos visitara el bueno de Juande. Venía tocado con una lesión en el pie que hacía que soportara una leve cojera mientras nos contaba que había hecho una caminata hasta Montejaque junto a su hermana del alma, la buena de Espe. Nos dijo que más tarde iría a echar un rato con Fernando, Casino, y que si se encartaba le echaría una mano demostrando, con verdadera integridad, lo que es un buen amigo. 

A eso de las nueve de la noche nos dejó con el tiempo justo de terminar lo que tenía entre manos con el blog, vestirnos y prepararnos para cenar livianamente mientras veíamos un programa, típico de las noche de los sábados de siempre, que transmiten por la Primera de Televisión Española que es de las pocas cadenas que se ven desde mi casa. 

Y así entre actuaciones, música, risas nos entró el sueño. A las doce la madrugada ya nos encontrábamos durmiendo en la paz, el silencio y la tranquilidad que rodea a este precioso pueblo, el más pequeño y bonito de la Provincia de Cádiz, que en las amanecidas y en los atardeceres compite mostrando cielos de colores imposibles de plasmar con total exactitud. ¡Villaluenga del Rosario es así! 

El domingo comenzó pronto porque algunos ruídos propios de un hogar acostumbrado a levantarse cuando ni un atisbo de luz del sol ilumina las primeras horas de la mañana. Esperamos tomando un buen café al calor de la candela que dieran las diez para irnos a desayunar al Mesón. Te con rebanada de campo, mesa a pleno sol, escuchando conversaciones de los ciclistas y turistas que visitan el pueblo o vienen a comprar queso en la Fábrica de quesos payoyo. Lo mismo ves pasar a la Guardia Civil que asiste a la marcha candenciosa de senderistas que se dirigen a sus destinos, miestras leíamos el diario admirábamos el pueblo en todo su esplendor de abajo para arriba con el Caíllo como buen protector del pueblo que cobija desde hace tanto...

Un buen paseo donde se entremezclaban una buena temperatura con rachas muy suaves de aire frío. Cogí carretera destino Grazalema y por el diminuto arcén iba bordeando el imponente "Caíllo" a mi izquierda y vistas de campo y montaña a mi derecha, el inocente verdor queriendo expandirse a cada milímetro pues es ese el color predominante en la sierra durante el otoño-invierno y también en primavera dejando al verano el color pajizo o el gris de las piedras vistas de las imponentes rocas de cada montaña.

Cogí de vuelta La Glorieta hasta llegar al pueblo, seguí por camino que lo rodea por arriba hasta llegar a la bajada de la cuesta del Calvario, Avda. de los Arbolitos, centro del pueblo hasta llegar algo cansado a casa después de más de hora y media de meditativa caminata en los que aproveché para rezar y reflexionar sobre cuestiones que nos preocupan y que dentro de unos días se le dará solución definitiva.

Llegué a casa y me encontré a Hetepheres haciendo limpieza general, me duché y senté delante de la chimenea, que expandía un leve calor de sus apagadas ascuas, y me puse con el blog. Cuando iba a escribir un post para "desde mi ventana" sonó el teléfono. Era un buen amigo que ultimamente no lo ha pasado muy bien y mantuvimos una animada charla que nos sirvió tanto a él como a mí para poner muchas cosas en orden. Más tarde lo haría con mi amigo Berna, en el marco incomparable del taller de su querido padre, donde hablamos largo y tendido. Bernabé Barea es de esa clase de personas que mientras se está con él es como "una larga conversación que siempre parece demasiado corta". ¡Gracias amigo mío por ser como eres!

Cuando de nuevo regresé a casa ya eran más de las tres. El tiempo justo de almorzar, descansar algo la comida y "ponernos en marcha" hacia Jerez donde empezaría de nuevo todo: Las obligaciones, las ocupaciones, las responsabilidades...

Esta semana no podremos ir a nuestro bien querido Pueblo pues nos vamos en la tarde del jueves para Madrid. El viernes por la mañana tengo cita con mi médico de digestivo y por la tarde presento una comunicación en el XV Congreso de Católicos y Vida Pública. El sábado nos queremos olvidar de obligaciones y perdernos por las calles de la Capital del Reino de España y por la tarde-noche aprovecharemos para cenar con grandes amigos nuestros que viven en un pueblo cercano a Madrid. El domingo será la de la vuelta a Jerez, que no a mi hogar que es Villaluenga del Rosario, y quedará otra semana entera para volver a respirar aire puro, ver reverdecer inmensos paisajes y de nuevo el "Caíllo" nos abrirá los brazos y nos dirá al oído como un susurro: ¡Bienvenidos a casa!

Jesús Rodríguez Arias

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