¡Cristo ha resucitado de verdad! ¡Aleluya!
Jerusalén – El patriarca Fuad Twal celebró la solemne santa misa de la Resurrección de nuestro Señor en la basílica del Santo Sepulcro el domingo, 31 de marzo de 2013.
Aquí tiene, si lo desea, la homilía del patriarca del Domingo de Resurrección.
Homilía de la Misa de Pascua, 31 marzo de 2013
Excelencias,
queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos amigos:
¡Feliz Pascua a todos! ¡Cristo ha resucitado de verdad! ¡Aleluya! La Pascua es una fiesta de luz: el Señor resucitado nos ilumina, da a nuestros corazones una alegría inmenda y una gran esperanza, llenándola con su amor.
Hoy, el Evangelio nos sitúa ante la carrera de Pedro y Juan, que siguen a María Magdalena, a la tumba donde se había depositado el cuerpo de Jesús. Pero encuentran vacía la tumba, los lienzos y el sudario, plegados en un lugar aparte.
Súbitamente, Juan “vio y creyó” que no se habían llevado a Jesús, sino que había resucitado. La fe es un don y, al mismo tiempo, es personal. Para nutrir, alimentar nuestra fe necesitamos cudiar nuestra relación personal con Dios La fe se alimenta de la oración en lo secreto del corazón, frente a una “presencia ausente”, testimoniada en la tumba vacía. La tumba vacía, como se ve hoy, es el camino de fe que comienza. Esta fe (nuestra fe) se basa en el testimonio de los Apóstoles. Se nos pide creer sin ver: “Dichosos los que sin ver, han creído” (Jn 20, 29).
La resurrección es el centro de la fe cristiana: “Si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana” (1 Cor 15, 17). No obstante, católicos, ortodoxos y protestantes celebran la Pascua en fechas diferentes. Sabemos que la división no viene de Dios. Por eso, en nuestra diócesis de Tierra Santa, hemos decidido, con la excepción de Jerusalén y Belén, celebrar la fecha de la Pascua de los católicos según el calendario juliano para que las familias de matrimonios mixtos puedan celebrar este misterio juntos. Como ya sucede en Jordania, Siria y Egipto. Una celebración común solemne y gozosa de la Resurrección del Señor por todos los cristianos en Tierra Santa puede devenir un testimonios creíble y auténtico de la llamada de Cristo a la comunión y de nuestra respuesta a esta llamada…
No es una decisión fácil la de unificar la fecha de la Pascua, pero es un primer paso hacia la unidad plena que siempre debemos tener en el centro de nuestras oraciones. En este Año de la Fe, que se presta muy bien a este desafío, necesitamos revivir nuestra fe y nuestro entusiasmo. La evangelización, por medio de la caridad, el amor al prójimo y la sencillez parece ser una prioridad de nuestro nuevo papa Francisco. Nuestro Papa argentino viene de un continente que tiene el 40% de los católicos del mundo, cuya posición, no obstante, viene contestada por grupos evangélicos y las relaciones con el mundo político son un poco tensas. El Espíritu Santo, que ha desbaratado todas las previsiones, nos ha dado un papa cuyo trabajo se ha desarrollado, desde hace varios años, de acuerdo con las directrices del último sínodo sobre la “nueva evangelización“.
En su primer discurso a los fieles, el Santo Padre ha pedido “recorrer un camino de fraternidad, de amor y de evangelización”. Él retomará las conclusiones del Sínodo sobre la nueva evangelización y la elaboración del documento final.
En el Evangelio de Juan, Jesús nos dice que Él es la luz; quien sigue al Señor “no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). El Señor invita a los cristianos a ser luz para el mundo, a llevar la luz de la esperanza en medio de la violencia, el sufrimiento, las guerras, las injusticias.
Él nos invita a llevar la luz de la fe en nuestra región de Oriente Medio, allí donde el cristianismo nació; donde nació la Iglesia Madre de Jerusalén; donde nació todo cristiano. Y, por esto, la nueva evangelización, para ser moderna y eficaz, debe volver a partir de Jerusalén:
- Volver a partir de la primera comunidad cristiana, asidua en la lectura de la Palabra de Dios, en la fracción del pan y en la solidaridad.
- Volver a partir de la primera comunidad enraizada en la persona de Cristo, que tenía un motivo para estar preparada para cualquier sacrificio hasta el martirio. A todos los peregrinos del mundo renuevo, así, mi invitación a venir a Tierra Santa, en primer lugar al papa Francisco, que será bienvenido.
Venid también vosotros, como Pedro y Juan, para ver la tumba vacía. La peregrinación a los Santos Lugares y a las “piedras vivas” es una excelente manera de reavivar nuestra fe y la de los peregrinos. Permite una mejor comprensión de los aspectos culturales, históricos y geográficos en los que se desarrollaron los misterios en los que creemos, el más importante de los cuales es la solemnidad que se celebra hoy: la resurrección.
La peregrinación a estos lugares es una ocasión para un encuentro personal con Jesús. En ese sentido, los cristianos de Tierra Santa son la memoria colectiva viva de la historia de Jesús. Y debo decir también que los cristianos de Tierra Santa necesitan de los otros creyentes, de sus oraciones y de su solidaridad; la presencia de los peregrinos es en efecto un verdadero testimonio de fe y comunión con nuestra Iglesia del Calvario.
Nuestra iglesia vive en un Oriente Medio que sufre. El Año de la Fe responde así a problemas específicos. En primer lugar, pienso en todas las víctimas y en todos los refugiados sirios en los países vecinos y, en particular, respecto de nuestra diócesis, en Jordania; pero, también, en todos los cristianos de Tierra Santa que tiene la tentación de emigrar. A nuestro “pequeño rebaño” quiero repetir una vez más que la fiesta de la Resurrección es un motivo de esperanza en un mundo plagado de tragedias profundas, causadas a menudo por la violencia humana.En Pascua, no desaparecen las cruces de nuestras vidas. Dios no las elimina, sino que abre un camino en medio del sufrimiento y quiere abrirlo para nosotros todos los días.
Vivir como cristianos en Oriente Medio no es una opción, sino una vocación. Hay que pasar por la cruz para conocer la resurrección. “A menudo nos da miedo, porque parece ser la negación de la vida. En realidad, es lo contrario. Es el “sí” de Dios al hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de donde mana la vida eterna. De hecho, del corazón de Jesús abierto en la cruz ha brotado la vida divina, siempre disponible para quien acepta mirar al Crucificado“, nos dijo Benedicto XVI ante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Desde la mañana de Pascua, la esperanza cristiana no tiene límites. No hay noche tan oscura que no puede ser iluminada por Aquel que es el Vencedor en el sepulcro. No hay más tierras que conquistar, sino corazones. Corazones que deben ser educados en la paz que el Señor nos da y que nos hace personas de paz. Invito, ahora, a la comunidad internacional a que no se limite a los discursos y las visitas, sino a que tome decisiones concretas y eficaces para encontrar una solución justa y equilibrada a la causa palestina, que está en la raíz de todos los problemas de Oriente Medio.
En noviembre de 2010, me reuní con el Papa en Argentina y recordamos la situación de la diáspora de los cristianos en Oriente Medio en Iberoamérica. Argentina ha recibido a muchos inmigrantes de Oriente Medio. El Papa era muy consciente del problema de la emigración de los fieles de Tierra Santa; también, porque era ordinario para los fieles de rito oriental residentes en su país. Estoy convencido de que el Santo Padre continuará con fuerza y determinación la obra de Benedicto XVI a favor de la paz en Tierra Santa, y del acercamiento entre los pueblos y las religiones del mundo. Aquí, en Tierra Santa, es profunda nuestra comunión con el Santo Padre y absoluta nuestra confianza. Conocemos personalmente todo el interés y todos los esfuerzos de paz llevados a cabo por la Santa Sede en favor de nuestro Patriarcado y de Tierra Santa.
Como cristianos, somos hombres y mujeres de esperanza. “No hay nada nuevo bajo el sol”, se dice en el primer capítulo de Eclesiastés… Aquí, sin embargo, Aquel que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5) y que había muerto, resucitó: Él ha vencido a la muerte y ha abierto a todos los hombres el camino hacia la eternidad.
Queridos hermanos y hermanas:
Os expreso mis mejores deseos de una Feliz Pascua, una gozosa Pascua; que sea ocasión de una hermosa resurrección de nosotros mismos, de nuestras iglesias y de nuestra Tierra Santa. Que, en esta mañana de Pascua, pueda germinar una nueva primavera.
¡Que esta fiesta plena de luz de la Resurrección de Cristo os traiga la bendición del Señor! Amén.
+ Fuad Twal, patriarca latino de Jerusalén
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