lunes, 4 de marzo de 2013

CUARESMA: PRESAGIOS DE LA NUEVA PRIMAVERA DE DIOS; POR JOSÉ ANTONIO SIGLER BERNAL.




En medio del invierno, desafiando sus rigores, ya se abren las flores del almendro presagiando una nueva primavera. El invierno está pasando, el tiempo de las lluvias comienza a declinar y se alarga el crepúsculo del atardecer.  El sol tiene un sendero más largo que andar y su presencia aumenta cada día. Ya despuntan las plantas de primavera, de las azucenas brotan nuevas hojas llenas de vida preparando el camino de la flores para inundar de su fragancia la vida. Todo se mueve al paso imparable del tiempo, el transcurrir de las estaciones.

            Así es Dios, siempre antiguo y siempre nuevo, pero siempre dispuesto a volver a empezar. Siempre a la espera, una espera sin prisas, paciente, eterna y enamorada.

            Ya se abren las flores del almendro y Dios anuncia su nueva primavera, una nueva primavera pascual, una primavera gozosa y fecunda, su deseo de una resurrección definitiva y eterna.

            Siempre hay una nueva resurrección, siempre hay una nueva esperanza. Este es el actuar de Dios, su ser enamorado es su esencia y de ella brota este nuevo y constante anuncio. Dios, el incansable, el amante que siempre espera, el amante paciente esperando la respuesta de la amada, una respuesta que a veces tarda en llegar. Dios, el amante deseoso de encontrarse con la amada, demostrando su amor incondicional y eterno. Dios, el amante deseoso de que la amada responda a sus gestos de enamorado, a su entrega generosa, gratuita y sin límite.

            Aún está la primavera lejana, aún está el tiempo de la resurrección lejano pero ya se vislumbra la nueva luz de la Pascua.

            Dios, el amante perfecto, sin tacha, inmaculado, esperando esa respuesta definitiva, clara y tajante de la amada: la aceptación definitiva de la resurrección de nuestra vida vivida en alternancia de otros amores pasajeros. Dios reclama su amor exclusivo y eterno, amarlo a Él y sólo a Él. Y amar lo que de Él sale, la obra de sus manos y amar a las criaturas por Él amadas. Dios, paciente en su espera a nuestro "fiat" sin exigencias ni condiciones, a la espera del si eterno como Él hace.

            Cuaresma nos prepara esta nueva primavera de Dios. Cuaresma nos prepara este nuevo paso de Dios por nuestra azorada existencia y nuestras venturosas vidas. Cuaresma nos prepara la nueva Pascua de Dios y la nueva resurrección. Es el tiempo de la reflexión, es el tiempo de sentir el amor del amante. Es el tiempo de abrir todos los sentidos para despertad a la nueva manifestación de Dios: los deseos de amor hacia los hombres y de amor entre los hombres.

            Cuaresma es el momento del amor sufriente de Dios. El amor de un Dios que no se queda en las nubes sino que baja a la tierra y que se ha hecho hombre en los rigores del invierno. Es el amor encarnado en la humanidad y el amor deseoso de rescatar a la humanidad. El amor sufriente del Amado que se abaja para pasar por las debilidades de la amada. Cuaresma nos prepara para pasar por los desamores de la vida cotidiana, para culminar en el encuentro definitivo con la vida completa, la vida permanente. El regalo de Dios  desde la eternidad de los tiempos, el deseo ardiente de Dios de que el hombre viva en plenitud con Él, en una unión permanente del amante y de la amada.

            Cuaresma es el momento de reconocer nuestras infidelidades, desamores y debilidades. Y es el momento de descubrir la enorme, fiel e intemporal misericordia de Dios y su amor por nosotros.
            Os pongo unos textos del Cantar de los Cantares, traducción de Reina Valera (1960)

Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su derecha me abraza.

Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Porque he aquí que ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue;
Se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido,
y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.

Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas.
Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si están en cierne,
si han florecido los granados; Allí te daré mis amores.

José Antonio Sigler Bernal
   "Familias Invencibles"





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