sábado, 22 de junio de 2013

LA YIHAD AMENAZA A NÍGER Y LIBIA.

Internacional | La Gaceta

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  • La yihad amenaza a Níger y Libia
    LAS MINAS DE URANIO, PRINCIPAL OBJETIVO

    JOSÉ JAVIER ESPARZA
    Los integristas abandonan el territorio de Mali y atacan ahora objetivos franceses en territorio nigerino y se rearman en el sur de Libia. Las minas de uranio, principal objetivo
  • La guerra de Mali aún no ha terminado, pero la posguerra sí ha comenzado ya. Lo decía la otra noche en la televisión francesa el ministro de Defensa Jean-Yves Le Drian.“Aparentemente es un poco contradictorio, pero las intervenciones mayores ya han terminado. Hemos revisado el conjunto del territorio de Mali y hemos comenzado nuestra retirada –indica el ministro-. A partir del próximo 1 de julio seremos reemplazados por 11.000 militares de las Naciones Unidas. Por otra parte, ya se ha puesto en marcha el proceso político con la elección presidencial fechada para el 28 de julio”. ¿Así pues Francia abandona Mali? No exactamente: un millar de soldados quedará en el país. ¿Por qué? Por si acaso. Porque las cosas no han terminado de calmarse en la región.
    El pasado 23 de mayo, grupos vinculados a Al Qaeda desencadenaban dos ataques simultáneos en Níger, el vecino oriental de Mali. Un coche-bomba con conductor suicida estallaba en un cuartel de Agadez, en el centro desértico del país, y mataba a 23 soldados nigerinos. Al mismo tiempo, otro coche-bomba con suicida a bordo explotaba en una de las minas de uranio de la empresa franco-nigerina Somair, en Arlit, paralizando la producción y dejando un muerto y sesenta heridos. ¿Quién ha osado llevar los ataques hasta el mismo corazón de los intereses atómicos franceses en la región? El Mujao (Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental), el mismo grupo terrorista que en su día secuestró a dos cooperantes españoles en Tinduf –y al que nuestro país, por cierto, pagó generosamente-.
    El retorno del Tuerto
    Sorpresa sobre sorpresa: a las pocas horas, un yihadista argelino se comunicaba con la agencia francesa AFP para identificar la naturaleza del ataque. El yihadista en cuestión era Mojtar Belmojtar, alias el Tuerto, a quien se había dado por muerto en los primeros combates de la guerra de Mali, pero que, evidentemente, sigue vivo y activo. Belmojtar añadía que los yihadistas llevarán la guerra a Níger si este país no retira sus tropas de Mali, donde efectivamente hay un contingente nigerino dentro de la fuerza africana de interposición (la denominada Misma).

    Los atentados de Agadez y Arlit fueron sólo el principio. El 1 de junio dos guardias de la prisión de Niamey, siempre en Níger, resultaban muertos durante una tentativa de evasión de dos detenidos bajo cargos de terrorismo (islamista). La evasión contaba con ayuda exterior. Finalmente se frustró la fuga, pero ha quedado claro que las células yihadistas están de nuevo en línea de combate. Casi al mismo tiempo, los servicios de información franceses detectaban un inusitado movimiento en el sur de Libia. Desde hace meses se tenía la seguridad de que el sur de Libia estaba acogiendo a los restos desperdigados de los yihadistas expulsados de Mali. Hoy la certidumbre es completa y además se sabe dónde están: en la ciudad de Sabha, un centro urbano en medio del desierto, con cien mil habitantes, que desde hace más de un año arrastra serios conflictos civiles. Un lugar ideal para que los yihadistas hagan reclutas.
    “El sur de Libia es hoy lo que el norte de Mali era ayer”, declaraba a la agencia Reuters un consejero del presidente maliense Traoré. En efecto, el paisaje es el mismo: desierto incontrolable, Estado débil y sin recursos, violencias étnicas enquistadas. Con la particularidad de que la región está llena de armas: desde la caída de Gadafi, es precisamente en esta región centro-sur de Libia, al amparo del desierto, donde se ha ocultado el arsenal capturado a las tropas del viejo dictador del país.
    “Hoy existe un verdadero problema de santuarización de los grupos yihadistas en torno a la ciudad de Sabha”, explica a la cadena francesa TV5 Richard Labévière, redactor jefe de Esprit Corsaire, un observatorio de defensa y seguridad. “Estos grupos han encontrado refugio en cinco campos principales de entrenamiento dirigidos por yihadistas que vienen de Egipto, Yemen e incluso Pakistán”. Las autoridades nigerinas están convencidas de que es aquí, en estos campos, donde recibieron instrucción los cuatro yihadistas suicidas muertos en los atentados en Agadez y Arlit.
    El uranio
    Francia tiene claro que el conflicto está lejos de su final. Jean-François Daguzan, director adjunto de la Fundación para la Investigación estratégica, subraya que hay que diferenciar dos aspectos. Por una parte está el éxito de la intervención militar: “La operación Serval ha destruido los medios pesados, una gran parte de la fuerza de combate del Aqmi (Al Qaeda del Magreb islámico), su logística y sus bases de reserva. Es un gran resultado, una operación excepcional. Sin embargo –añade Daguzan-, en la medida en que esto no es un combate convencional, los supervivientes se dispersan y desvanecen, como en toda guerrilla, y van a instalarse en lugares más favorables como la inmensidad del Níger, que está al lado, o el sur de Libia, que el gobierno de Libia no está en condiciones de controlar”.

    El retorno de los yihadistas al Níger parece ya un hecho consumado. Desde hace años cuentan allí con buenas redes de contactos. Antes de la guerra de Mali los activistas del Mujao habían ganado la voluntad de numerosos jóvenes por un singular procedimiento: distribuían a los jóvenes de la región del río –el río Níger– entre 100 y 150 dólares por cabeza (dinero procedente del tráfico de tabaco y drogas, que los yihadistas controlan), y entregaban a cada nuevo recluta un arma, normalmente un fusil AK-47. Una auténtica fortuna para cualquier joven de este país, uno de los más pobres del mundo. Muchos de esos reclutas marcharon a Mali en las filas yihadistas y ahora, derrotados, han vuelto a sus casas, con el consiguiente problema de orden interno. La prensa nigerina, después de los atentados del 23 de mayo, señaló directamente a estos reclutas del Mujao como colaboradores de los terroristas. El presidente del país, Mahamadou Issoufou, declaró a la televisión francesa TV5 que “para el Níger la crisis de Mali constituye un problema de seguridad interior”.
    Si hay un factor que hace al Níger particularmente sensible en todo este asunto, sin duda es la presencia de intereses franceses, y en especial las grandes explotaciones de uranio de Arlit y Akouta. Francia descubrió en los años sesenta yacimientos de uranio en el norte del país, en un entorno atrozmente desértico. Con rapidez se dispuso a explotarlos en tres minas, dos a cielo abierto y una subterránea. La ciudad de Arlit nació precisamente en 1969 para atender la afluencia humana que aquel hallazgo despertó. Desde 1971 se está recogiendo uranio allí, siempre bajo dirección francesa. La empresa responsable del procesamiento y transporte del mineral, Areva, es una sociedad estatal del gobierno francés. Tanto el sistema de generación de energía nuclear de Francia como su programa de armas nucleares depende en buena medida del uranio extraído en Níger.
    Para Francia es una cuestión vital. Nuestro vecino es el segundo país del mundo en cantidad de energía nuclear y el primero por densidad de población. Cerca del 86% de la energía que produce el país procede de sus centrales nucleares. Las minas de Níger son claves en este proceso. De Arlit salen 4.500 toneladas anuales de uranio, suficiente para alimentar a la mitad de las centrales nucleares francesas durante un año. En estas condiciones, se entenderá que Francia no esté dispuesta a tolerar la menor alteración del paisaje. Tampoco el propio Gobierno de Níger, que tiene en el uranio su única fuente de riqueza sensible: casi la mitad de los recursos del país provienen de la venta de este mineral, que representa el 80% del valor total de las exportaciones nigerinas. Y el principal comprador –más del 50% del total– es Francia. Todos tienen demasiado que perder. Los yihadistas lo saben, claro. Pero Francia también.

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