jueves, 7 de marzo de 2013

DESDE VILLALUENGA: 3ª Y ÚLTIMA PARTE.


El sábado, tercer día de nuestra escapada, amanecía para nosotros un poco más tarde de lo que viene siendo habitual.

Bajamos a desayunar al Casino y allí estaba Fernando junto a su hijo Israel y los cuatro nos dispusimos juntos a ingerir los primeros alimentos de la mañana. El salón presentaba buena concurrencia de clientes. El puente estaba siendo muy beneficioso para todos los pueblos de la Sierra de Cádiz y en especial para Villaluenga del Rosario.

Después de desayunar cogimos el coche y nos fuimos camino de Benaocaz porque queríamos hacer el sendero que dejamos aparcado el día anterior y que siempre que pasamos por su entrada decimos lo mismo: “A ver cuando lo hacemos”.

Llegamos hasta la explanada donde se dejan los coches y pusimos en camino para conocer de primera mano “El ojo del moro”. Tengo que decir que no teníamos mucha esperanza que nos gustara porque un vecino de Benaocaz el día anterior nos comentó que no era nada del otro mundo. ¡Qué equivocado estaba! ¡Qué equivocado estábamos! Fuimos caminando, con cierta precaución, por la vereda que rodea un precipicio que da al río que pasa por allí con su sonoro tintineo. En un momento solo vimos el verde de los árboles del horizonte que se mezclaban con las montañas, el río con sus cascadas, el sonido característico así como un frío y fuerte aire que soplaba y que nos dejaba helados. El camino es todo piedra y hay que caminar sobre ellas con cierta precaución porque el doblarte el pie allí puede suponer un serio contratiempo.

Así caminamos el trazado que dura el sendero aunque cuando finaliza sigue otro camino, no indicado oficialmente, que tiene la señalización propia que hacemos los senderistas y que sabemos interpretar para no perdernos. Anduvimos largo rato y largo trecho. El camino se iba haciendo más intransitable y en algunas partes podría llamarse a eso un “camino de cabras” aunque cuando te parabas podías observar el impresionante paisaje que rodea todo, donde las ensoñaciones y pensamientos pueden llegar a elevar tu espíritu. El aire fresco y puro entraba con fuerza por nuestros pulmones que ya se están acostumbrando a lo bueno, a lo natural, a lo que debería ser normal como es vivir en lo natural.

Llegamos hasta mitad de ese camino que subía y bajaba de forma serpenteante y decidimos volvernos porque ya se nos estaba haciendo la hora de comer y no habíamos llevado ningún tipo de avituallamiento. Vuelta atrás con parada en el mirador del “Ojo del moro” para tomar un poco de bebida isotónica y descansar nuestras maltrechas piernas para volver al camino. Si la ida había sido bonita, la vuelta era espectucular. ¡Con pocos caminos y senderos he disfrutado tanto!

De vuelta ya para Villaluenga paramos en la fábrica de chacinas “Piñero” en Benaocaz para comprar algunos productos que nos habían encargado y nos dispusimos para volver a nuestro pueblo donde hicimos parada en la panadería antes de llegar, definitivamente, a ella.

La Misa del domingo se había trasladado al sábado a las cinco de la tarde porque el Padre D. Francisco no podía con lo cual nos tocó correr un poco. Almorzamos en casa, descansamos algo la comida y nos fuimos al Casino sobre las cuatro y cuarto de la tarde pues se jugaba el clásico partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona. Gran expectación con el salón de arriba lleno a reventar. Nos sentamos atrás del todo cuando el partido iba empatado a un gol cada uno. No pudimos ver la segunda parte porque tuvimos que irnos a Misa.

Cómo era de esperar en Misa estábamos menos de los que siempre van. Ni la hora ni el día acompañaban. Cuando llegó el Párroco mi mujer le dijo que el jueves a la cinco de la tarde había echado de menos que repicaran las campanas con motivo de Benedicto XVI, cosa que había sucedido en muchas partes de España y del mundo. Hay que decir que D. Francisco no le prestó mucha atención al comentario y dijo, medio en broma, que ya teníamos que dar gracias a Dios de que las campanas sonaran los días que hay Misa. El argumento no convenció a nadie de los presentes aunque, y nunca mejor dicho, doctores tiene la Santa Madre Iglesia.

Tras la Eucaristía nos quedamos hablando Juani, su hermana y otras feligresas en la puerta de la Iglesia y después nos tomamos todos juntos un café en el Casino donde nos enteramos que había ganado el Madrid por 2 a 1 que era el resultado que predijo Hetepheres a Fernando. Queríamos haber invitado también al Padre D. Francisco, pero siempre van tan deprisa que no tiene tiempo para estar un ratito con los vecinos y feligreses de Villaluenga del Rosario. Sus ocupaciones le requerían, esta vez,  en Benaocaz.

Sobre las seis y media nos despedimos de estas amigas que nos había contado algunas casos y algunas cosas de este bendito pueblo y nos dirigimos a casa con la intención de no salir más. El cansancio de dos días de fuertes caminatas, el frío reinante a esa hora y las ganas de estar en casa junto a la chimenea y una buena lectura nos atraía demasiado sobre cualquier otra opción.

Y así lo hicimos, así pasamos el resto de la tarde. Por la noche pusimos la televisión para ver una serie que nos gusta y después de la cena fría me quedé profundamente y plácidamente dormido en mi sillón a causa del cansancio y el calor que desprendía la chimenea. Cuando terminó la serie nos acostamos y del tirón hasta el domingo.

Al levantarme el domingo tenía un cierto regusto amargo, era el día que teníamos que volver a Jerez, volver a la rutina diaria, a las cosas que nos ocupan y nos preocupan.

Fuimos a desayunar, como todos los días, al Casino que esta vez estaba Juande. Agradable la charla que mantuvimos  entre los cuatro y después nos fuimos hacia el coche porque queríamos ir a la finca de Mateo para visitar a “nuestra” carboncita y así darle un encargo de Fernando. Llegamos allí

El campo era un auténtico barrizal, de los días que había nevado y llovido, entre todo estaban todas las chivitas, “carboncita” entre ellas aunque las más simpáticas era dos en concreto: Una recién nacida y otra a la que llamamos “zopetones” y que estuvieron en nuestros brazos gran parte de la visita. Mateo y su padre se fueron enseguida porque tenían que llevar la leche, recién ordeñada, al pueblo. No sé el tiempo que estuvimos allí porque al disfrutar de tanta naturaleza en tan poco espacio de tiempo perdemos hasta el sentido de la realidad.

Llegamos a casa a eso de las doce y media. No salimos más, salvo para ir al Casino por ensaladilla de Fernando para nuestro almuerzo.

Hora de comer y hora de volver es casi uno porque la primera pasa muy deprisa y la segunda llega de inmediato.

Por Ubrique, de vuelta, entorné los ojos y caí en un profundo sueño. No me desperté hasta que mi mujer estaba aparcando el coche en casa, hubo un momento que pensé, en medio de la somnolencia, que estos días pasados, todos los momentos vividos, todo lo disfrutado había sido un sueño, un buen sueño porque me parecía, aún me lo sigue pareciendo, que no se puede ser tan feliz, ni tan dichoso en ningún lugar del mundo. Ahora que estoy despierto y los recuerdos brotan de mi mente y corazón me doy cuenta que el sueño es real y que ese lugar existe, un pueblo que me tiene enamorado al cien por cien y que se llama Villaluenga del Rosario.

Jesús Rodríguez Arias


 Benaocaz, al fondo.

 Sendero "El ojo del moro".













 En primer término "Carboncita".



 Hetepheres con "Zopetones".


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