2014-12-20 Radio Vaticana
La luz de la Navidad en la Plaza de San Pedro
Evocando la luz del mundo, que nació en la gruta de Belén, la Cúpula y la fachada de San Pedro, el pesebre y árbol iluminan ya la Navidad 2014. Tal como dijo el Papa Franciscoalgunas horas antes de la inauguración luminosa, el Card. Giuseppe Bertello, Presidente delGovernatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, deseó que la luz navideña permanezca en el testimonio de nuestra vida cristiana cada día:
«Que el mensaje de amor y de paz que estamos invitados a meditar, contemplando a Jesúsque viene entre nosotros, ilumine nuestro corazón para que también nosotros podamos irradiarlo como las luces de esta plaza cada día, con el testimonio de nuestra vida».
En efecto, desde el viernes 19 de diciembre, 340 bombillas LED, de bajo consumo, iluminan también las cúpulas menores, las ventanas del Aula de las Bendiciones, la Gloria del Altar Mayor y el Baldaquín de San Pedro, de la Basílica papal vaticana.
En su agradecimiento a las delegaciones de ciudades de Verona y Catanzaro y de sus respectivas regiones italianas, que donaron el pesebre y el árbol de Navidad, el Papa, tras recordar que el Señor llama al corazón del hombre sin arrogancia y ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño, alentó a seguir a Jesús, luz del mundo, reflejando con nuestra vida la luz verdadera:
«Él, el Mesías se hizo hombre y vino entre nosotros para disipar las tinieblas del error y del pecado brindando a la humanidad su luz divina. El mismo Jesús dice: ‘Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida’ (Jn 8,12) ¡Sigámoslo a Él, luz verdadera, para no perdernos y para reflejar a nuestra vez luz y calor sobre cuantos atraviesan momentos de dificultad y oscuridad interior!» (CdM - RV)
Feliz Navidad en Tierra Santa
(RV).- «Sabemos en nuestro corazón que el Mesías nacido en Belén es la respuesta de Dios a nuestra esperanza». «Sabemos que Dios-con-nosotros, a su vez, nos espera. Espera ser encontrado; no lejos y fuera de nosotros, sino en nuestro corazón y en el corazón de todos loshombres». Escribe el Custodio de Tierra Santa, Padre Pierbattista Pizzaballa, en sus felicitaciones navideñas. Y haciendo hincapié en que «con esta certeza debemos alimentar nuestras dudas, sobrellevar nuestro cansancio», subraya que «Cristo se deja encontrar en nuestro Oriente Medio, sediento de justicia y de dignidad, de verdad y de amor».
«No nos fijemos en la esperanza y búsqueda equivocadas de los Herodes de hoy, sino en aquella de la que los Magos se enriquecían. No nos fijemos en el escrutinio engañoso de los signos por los sabios de la Jerusalén de todos los tiempos, sino en el estupor que empuja y anima a acoger a los pastores de Belén. No escuchemos los miedos del mundo, sino el canto de los ángeles que anuncian la salvación: «Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11), alienta el Custodio de Tierra Santa, para luego escribir: «no resolveremos los problemas de nuestros pueblos heridos y divididos. Pero nadie nos podrá impedir amarles, hacer justicia en nuestro pequeño contexto. Nadie podrá robarnos la dignidad que se nos ha dado, ni quitarnos el amor y la esperanza derramados en nuestros corazones y que nunca nos defraudan (Cfr. Rom 5,5)».
El mensaje navideño del Padre Pizzaballa, termina recordando que «el tiempo de la Navidad nos invita, en la gozosa fidelidad de la acogida del don de Dios, a dejar nuestro corazón abierto, de par en par, a la esperanza, a la justicia y al amor. Esto es lo que nos dice la Navidad. Cada año. También este año, en la vorágine de los dramas que nos rodean, dejémonos sorprender. Dejémonos reencontrar por el Dios-con-nosotros, que nos espera en el umbral de nuestro corazón».
(CdM – RV)
“Y en la Tierra paz a los hombres”
Los obispos de la Conferencia episcopal Argentina, en la 169 Reunión Comisión Permanente, envían su saludo de Navidad donde recuerdan que la paz es un desafío y una tarea para todo hombre y mujer de buena voluntad. Hablan de la Navidad como el “sí de Dios al hombre para acompañarlo a crear un mundo más humano, justo y fraterno” y recalcan que es el comienzo de los nuevo. Escuchemos sus palabras:
En la Navidad escuchamos con gozo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!” (Lc. 2, 14). Renovamos, aseguran los obispos, la certeza de sabernos amados y visitados por Dios, y celebramos el anuncio de paz como un don que tiene su fuente en Dios y su camino en Jesucristo. La paz siempre es un desafío y una tarea para todo hombre y mujer de buena voluntad. Queremos compartir la alegría de este anuncio para construir juntos una Patria más fraterna. Navidad es, en la persona de Jesús, el comienzo de lo nuevo.
Sabemos que lo que compromete la paz tiene su raíz en el corazón del hombre herido por el pecado. Vemos sus consecuencias en los desequilibrios sociales y económicos que reclaman un orden mundial más justo; en el desprecio por la vida que es el derecho fundamental de la persona; en el delito del narcotráfico y la trata de personas; en los fanatismos que utilizan el nombre de Dios para justificar la muerte; en el odio que cierra el camino a la reconciliación; en la corrupción y la falta de ejemplaridad que empobrece el nivel moral de la sociedad; en una cultura individualista que debilita los vínculos personales y los lazos comunitarios; en un modo de pensar que privilegia el éxito del tener sobre la riqueza del ser y sus valores. Navidad es el sí de Dios al hombre para acompañarlo a crear un mundo más humano, justo y fraterno.
En Navidad Dios se hace cercano y asume nuestra condición humana haciéndonos sus hijos y renovando los vínculos familiares y sociales. Mirando el pesebre en esta Navidad, se nos invita a renovar el mandamiento del amor y a decir juntos la oración que nos ha acompañado durante estos años: Danos, Señor, la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Que María Santísima, nuestra Madre de Luján, nos acompañe en este camino de amor, de justicia y de paz, para alabanza de Dios y al servicio de nuestra Patria.
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