Un escritor invita a pedir perdón a Dios por aquellos mármoles, que en los Templos no fueron mármoles, sino marmolina o mármol pintado; y por la seda que fue sedalina; y por las velas, que sólo tuvieron de velas su forma alargada y fueron palos largos pintados de blanco; y por los ramos de flores, que fueron papeles o trapos u objetos de plástico.
Más que un obsequio al Señor, un objeto auténtico, es una mueca de desprecio al Unico Auténtico y además un índice desdichado de nuestras falsías, de nuestras ilegitimidades y de nuestros fingimientos humanos.
De eso sí deberás pedir perdón a Dios: De todo aquello que mostraste, sin ser en realidad; de tu piedad fingida, de tu amor falsificado, de tu entrega con dobles finalidad, cuando no con triple o más inconfesables intenciones.
Con ojos de carne no es posible ver y con labios de barro no es posible orar; te sobra carne y te falta espíritu.
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