Todo tiene a renovarse: La flor que se marchita, cede el lugar a un nuevo capullo; la semilla que se pudre, produce una nueva espiga; la noche que se cierra, preludia nueva aurora; la muerte queda compensada con un nuevo nacimiento.
Y el hombre ha de renovarse también; sobre la destrucción del hombre viejo del pecado ha de surgir el hombre nuevo de la gracia; hombre nuevo, que se ha de señalar estas metas: Emerger del silencio, para ser el Verbo creador; gozar con el dolor del alumbramiento, para se el hombre-niño; deponer esclavitudes, para ser el hombre-libre; conquistar la realidad de su existir, para ser el hombre nuevo.
Hay que mirar la vida con alegría, entristeciéndose y avergonzándose sólo de odio y no del amor; hay que encariñarse con el mundo y con la vida; hay que ponerle multa al miedo y perseguir al pesimismo; hay que mirar siempre hacia las alturas, al azul del cielo, y no deslizarse a ras de tierra.
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