sábado, 3 de noviembre de 2012

EL VALOR DE LA HUMILLACIÓN.

¿Cuántas veces a lo largo del día a día vemos que somos humillados, despreciados o ignorados?¿Cuántas veces, por estos motivos, nuestros ánimos se vienen abajo y empezamos a flaquear? ¡Muchas! 

Esto nos pasa porque somos seres humanos, con sentimientos y nuestra pizca de orgullo que hace que esa humillación, ese desprecio, esa traición se hinque en nuestros corazones como una daga afilada. Como se dice; "todos tenemos nuestro corazoncito".

Pero ante estas situaciones, injustas o no, Jesús nos da, como siempre, Su Mano y Su Palabra. El Evangelio del hoy sábado es muy claro, conciso, esclarecedor para todos los que, por las razones que sean, viven en la humillación o en enaltecimiento.

Pienso que vivir enaltecido no es vivir realmente. Es estar permanentemente engañado. Cuando se vive mirando a los demás desde una altura ficticia haces que, por ese motivo, pierdas el ritmo de la realidad y empieces a cometer injusticias consciente, que es peor, o inconscientemente. El resultado: ¡Mucho dolor!

El Señor nos dice que el que se humilla, el que vive con humildad huyendo del propio egocentrismo que podemos caer, el que se  perfecciona en ser verdaderamente manso y humilde de corazón es quien, a la corta o a la larga, es enaltecido y consigue el puesto que merece. Dios tendrá en cuenta esa verdadera humildad, para muchos humillaciòn, en el momento de encontrarnos en Su Divina Presencia.

En cambio, creo, que el que se enaltece, el que vive en la prepotencia, en la infamia, en la soberbia tendrá sus consecuencias. Si ostenta un cargo, estos son temporales y los mandatos terminan, y si lo es por condición no existe una realidad más absoluta que el tiempo. El pasar de los años te va poniendo en tu sitio, cuando las fuerzas flaqueen y tengas que necesitar de esos otros a los que despreciaste, entonces, será cuando caerás en la cuenta de que todo lo hecho no ha servido para nada.

Humildad no es decirlo ni parecerlo es serlo. Ser humilde, humillarte ante todos y ante todo te abre las Puertas del Cielo porque te reconocerás como un hijo indefenso que está en las Manos del Padre y que quieres que sea tu Guía para llevarte, llevarnos, a la Salvación.

Leamos y meditemos, con profundidad, el Evangelio de este sábado porque nos puede reportar muchos beneficios.

Jesús Rodríguez Arias

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