DE POCO UN TODO
ENRIQUE / GARCÍA-MÁIQUEZ | ACTUALIZADO 28.11.2012 - 01:00
Lux et Veritas
ESTA tarde, D. m., recibiré en los Reales Alcázares de Sevilla el premio Lux et Veritas por mis columnas periodísticas. Todo suena espléndido: el nombre del premio, a mis artículos, los Alcázares, la tarde… y Sevilla, pero no es para tanto. Como lo otorga la Fecapa, Federación católica de APA, sus socios tienen la misericordia cristiana de evitarnos la vanidad, y entregan un montón de premios de una tacada. Nada, pues, de dedito al aire significando number one. No tendría dedos en las dos manos para contar el número de los premiados. Perfecto: urge destacar la abundancia de bien.
Me preocupan, en cambio, mis méritos. El motivo es mi defensa de los valores cristianos en el ámbito de la educación, me dicen. Hay, me temo, un malentendido. No porque no los haya defendido con todas mis fuerzas. Eso sí. Pero sin mérito, porque fue sin remedio. Lo explicaré con un viejo cuento. A los peces de un río las redes los traían por el camino de la amargura y de la sartén. Una zorra los oyó quejarse y les propuso: "Salid del agua y ya veréis cómo las redes no podrán nada contra vosotros". Ya lo dijese pensando en comer trucha al horno o por altruismo, los peces, profundos, le replicaron: "Dentro del agua, podemos vivir, pese al peligro; fuera del río, enseguida moriríamos de asfixia".
Eso me pasa con los valores cristianos. En ocasiones viene alguien y me susurra: "Cuán lejos llegarías literariamente si no fueses tan católico y, sobre todo, si no lo dijeras tanto". Yo contesto lo de los peces: "Y adónde iría y qué podría contar entonces de verdadero interés". Lo mío no es valor, sino instinto de supervivencia. Cuando alguna vez (muy pocas, la verdad) arremeten contra mí por cristiano, me río. Qué suerte que se metan conmigo por eso, que sé que es bueno, y no por mi estilo, que qué será. Y por la misma razón, ahora que me lo premian, me sonrojo. Preferiría que me premiasen por mi escritura, que tanto cariño necesita, y no por la fe, sobre la que ni las puertas del infierno (ni mis anacolutos) prevalecerán.
Sin embargo, el premio tiene su razón de ser: la defensa ha sido pública. El Grupo Joly lleva muchos años permitiéndome soltar desde mi río mis alegres burbujitas. Y eso sí tiene mérito. Un mérito del Grupo, qué duda cabe, y a la vez de ustedes. Por muy buenas intenciones de dar cabida a todas las sensibilidades como inspiran a esta empresa, que la inspiran, es una empresa, y se debe a sus lectores. Son ustedes, en última instancia, los que sostienen mi columna y, por tanto, los artífices del premio. Si les digo: "Enhorabuena", sonará pretencioso. Déjenme decirles: "Gracias".
Me preocupan, en cambio, mis méritos. El motivo es mi defensa de los valores cristianos en el ámbito de la educación, me dicen. Hay, me temo, un malentendido. No porque no los haya defendido con todas mis fuerzas. Eso sí. Pero sin mérito, porque fue sin remedio. Lo explicaré con un viejo cuento. A los peces de un río las redes los traían por el camino de la amargura y de la sartén. Una zorra los oyó quejarse y les propuso: "Salid del agua y ya veréis cómo las redes no podrán nada contra vosotros". Ya lo dijese pensando en comer trucha al horno o por altruismo, los peces, profundos, le replicaron: "Dentro del agua, podemos vivir, pese al peligro; fuera del río, enseguida moriríamos de asfixia".
Eso me pasa con los valores cristianos. En ocasiones viene alguien y me susurra: "Cuán lejos llegarías literariamente si no fueses tan católico y, sobre todo, si no lo dijeras tanto". Yo contesto lo de los peces: "Y adónde iría y qué podría contar entonces de verdadero interés". Lo mío no es valor, sino instinto de supervivencia. Cuando alguna vez (muy pocas, la verdad) arremeten contra mí por cristiano, me río. Qué suerte que se metan conmigo por eso, que sé que es bueno, y no por mi estilo, que qué será. Y por la misma razón, ahora que me lo premian, me sonrojo. Preferiría que me premiasen por mi escritura, que tanto cariño necesita, y no por la fe, sobre la que ni las puertas del infierno (ni mis anacolutos) prevalecerán.
Sin embargo, el premio tiene su razón de ser: la defensa ha sido pública. El Grupo Joly lleva muchos años permitiéndome soltar desde mi río mis alegres burbujitas. Y eso sí tiene mérito. Un mérito del Grupo, qué duda cabe, y a la vez de ustedes. Por muy buenas intenciones de dar cabida a todas las sensibilidades como inspiran a esta empresa, que la inspiran, es una empresa, y se debe a sus lectores. Son ustedes, en última instancia, los que sostienen mi columna y, por tanto, los artífices del premio. Si les digo: "Enhorabuena", sonará pretencioso. Déjenme decirles: "Gracias".
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