Ciudad del Vaticano, 24 noviembre 2012 (VIS).-Esta mañana, a las once, en la basílica de San Pedro, Benedicto XVI ha presidido el consistorio ordinario público para la creación de seis nuevos cardenales: James Michael Harvey, Béchara Boutros Raï O.M.M, Baselio s Cleemis Thottunkal, John Olorunfemi Onaiyekan, Rubén Salazar Gómez y Luis Antonio G. Tagle. Con los nuevos cardenales el Colegio cardenalicio pasa a estar compuesto por 211 purpurados, de los cuales 120 son electores, es decir menores de 80 años y, por tanto, participantes en el cónclave.
En la apertura del consistorio y tras el saludo, la oración y la liturgia de la Palabra, el Papa pronuncia su alocución. A continuación lee la fórmula de creación y proclama solemnemente los nombres de los nuevos cardenales, anunciando el orden presbiterial o diaconal. El rito prosigue con la profesión de fe de los nuevos cardenales, ante el Pueblo de Dios y el juramento de fidelidad al Papa y sus sucesores.
Posteriormente, cada nuevo cardenal se aproxima al Santo Padre y se arrodilla ante él para recibir el birrete cardenalicio. El Papa les recuerda que éste indica que deben estar “preparados para comportarse con fortaleza, hasta el derramamiento de sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios”. También les entrega un anillo, diciendo “Has de saber que con el amor al Príncipe de los Apóstoles, se refuerza tu amor a la Iglesia” y asigna a cada uno de ellos una iglesia de Roma, como signo de participación en la solicitud pastoral del Santo Padre en la Urbe .El Santo Padre entrega la Bula de creación de cardenal, asigna el Título o Diaconía de una Iglesia de Roma e intercambia el abrazo de la paz con los nuevos miembros del Colegio Cardenalicio. Los cardenales también intercambian el mismo signo entre ellos. El rito concluye con la oración de los fieles, el rezo del Padrenuestro y la bendición final.
Ofrecemos a continuación amplios extractos de la alocución de Benedicto XVI:
“Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica”.Estas palabras, que dentro de poco pronunciarán solemnemente los nuevos cardenales al hacer la profesión de fe, son parte del símbolo niceno-constantinopolitano, la síntesis de la fe de la Iglesia que cada uno recibe en el momento del Bautismo. Sólo profesando y preservando intacta esta regla de la verdad somos verdaderos discípulos del Señor. En este Consistorio, quisiera centrarme particularmente en el significado del término “católica”, que indica un rasgo esencial de la Iglesia y su misión (...) La Iglesia es católica porque Cristo abraza en su misión de salvación a toda la humanidad. Mientras la misión de Jesús en su vida terrena se limitaba al pueblo judío, “a las ovejas descarriadas de Israel” , no obstante desde el inicio estaba orientada a llevar a todos los pueblos la luz del Evangelio y a hacer entrar a todas las naciones en el Reino de Dios”.
“Esta perspectiva universalista se desprende, por ejemplo, de la presentación que Jesús hace de sí mismo, no sólo como “Hijo de David”, sino también como “Hijo del hombre” (...)Jesús usa esta expresión rica y compleja, y la refiere a sí mismo para manifestar el verdadero carácter de su mesianismo, como misión hacia todo el hombre y todos los hombres, superando todo particularismo étnico, nacional y religioso. En efecto, en este nuevo reino, que la Iglesia anuncia y anticipa, y que vence la fragmentación y la dispersión, se entra precisamente siguiendo a Jesús, dejándose atraer dentro de su humanidad, y por tanto en la comunión con Dios”
“Además, Jesús no envía su Iglesia a un grupo, sino a la totalidad del género humano para reunirlo, en la fe, en un único pueblo con el fin de salvarlo (...) Así, pues, la universalidad de la Iglesia proviene de la universalidad del único plan divino de salvación del mundo. Este carácter universal aparece claramente el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo inunda de su presencia a la primera comunidad cristiana, para que el Evangelio se extienda a todas las naciones y haga crecer en todos los pueblos el único Pueblo de Dios (...) A partir de aquel día, la Iglesia, con la “fuerza del Espíritu Santo”, según la promesa de Jesús, anuncia al Señor muerto y resucitado “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”. Por tanto, la misión universal de la Iglesia no sube desde abajo, sino que desciende de lo alto, del Espíritu Santo, y está orientada desde el primer instante a expresarse en toda cultura para formar así el único Pueblo de Dios. No es tanto una comunidad local que crece y se expande lentamente, sino que es como levadura destinada a lo universal, a la totalidad, y que lleva en sí misma la universalidad”.
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” ,”Haced discípulos de todos los pueblos” Con estas palabras, Jesús envía a los Apóstoles a todas las criaturas, para que llegue por doquier la acción salvífica de Dios (..) y dejándoles una promesa y un cometido: promete que serán colmados de la fuerza del Espíritu Santo y les confiere el encargo de dar testimonio de él en el mundo, superando los confines culturales y religiosos en los que estaban acostumbrados a pensar y vivir, para abrirse al reino universal de Dios. Y en los comienzos del camino de la Iglesia, los Apóstoles y los discípulos se ponen en marcha sin ninguna seguridad humana, sino con la sola fuerza del Espíritu Santo, del Evangelio y de la fe. Es el fermento que se esparce por mundo, entra en las diversas coyunturas y en los múltiples contextos culturales y sociales, pero que sigue siendo una única Iglesia. En torno a los Apóstoles florecen las comunidades cristianas, pero éstas son “la Iglesia, que tanto en Jerusalén como en Antioquía o Roma, es siempre la misma, una y universal”.
“También el Colegio Cardenalicio se sitúa en el surco y en la perspectiva de la unidad y la universalidad de la Iglesia: muestra una variedad de rostros, en cuanto expresa el rostro de la Iglesia universal. A través de este Consistorio, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos, y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes. Es la Iglesia de Pentecostés, que en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo”.
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