domingo, 4 de noviembre de 2012

EL NAUFRAGIO CULTURAL DEL PP.

Opinión | La Gaceta



  • El naufragio cultural del PP
    5 COMENTARIOS EDITORIAL
    Hoy el Gobierno aparece claramente divorciado del corazón de sus votantes.
  • Pronto se cumplirá un año de la llegada al poder de Mariano Rajoy con una mayoría absoluta aplastante en las Cortes y con un poder autonómico y local igualmente incontestable. Nunca había tenido la derecha española mejor oportunidad para rectificar las políticas de ingeniería social aplicadas por el PSOE y los nacionalistas. Sin embargo, es una evidencia que apenas se han dado pasos en ese sentido; más bien al contrario, parece que buena parte del Gobierno se siente cómoda con el modelo social diseñado por Zapatero.
    Un año después de la llegada de Rajoy a La Moncloa sigue vigente la Ley del Aborto más agresiva de Europa (sufragada con dinero público), sigue vigente el autodenominado matrimonio homosexual, sigue vigente en las escuelas la asignatura de adoctrinamiento socialista Educación para la Ciudadanía, siguen vigentes los convenios internacionales de exportación de ideología de género, siguen vigentes los recortes estatalistas a la libertad de enseñanza, siguen vigentes las agresiones a la libertad religiosa en el ámbito universitario, sigue vigente la persecución lingüística contra toda legalidad, sigue vigente el caciqueo de la izquierda en la radiotelevisión pública y sigue no sólo vigente, sino agravado, el oligopolio publicitario en la televisión con las consecuentes limitaciones a la libertad de expresión.
    ¿Para quién está gobernando el PP? Rajoy ha dejado pendiente sine die la protocolaria visita al Papa –un significativo gesto–, ha colocado a un reconocido abortista al frente del Tribunal Supremo y ha encomendado la Secretaría de Justicia del PP a un declarado partidario del matrimonio homosexual. Por si alguien se permitía aún el beneficio de la duda, la Secretaría de Estado de Cultura, regentada por José María Lassalle, acaba de conceder tres premios nacionales de singular relevancia a significados autores de la izquierda cultural encuadrados en la fábrica de El País, añeja factoría del poder cultural socialista. ¿De verdad está gobernando la derecha?
    La pasividad del Gobierno Rajoy en materia de cultura social es asombrosa. Tanto que cabe dudar de que este Gobierno posea un proyecto alternativo al nihilismo de Estado implantado en su día por los Gobiernos de Zapatero. Cuando se escucha a los ministros hablar sobre cosas como el aborto o el matrimonio homosexual, se tiene la impresión de que están glosando fenómenos atmosféricos sobre los que no cabe otra intervención humana que sacar el paraguas o aplicar cremas protectoras. La izquierda sabe qué tipo de sociedad quiere construir. El PP, no. Como mucho, alude vagamente al tópico liberal de dejar a la sociedad que se otorgue su propia silueta. Olvidando que esta sociedad que tenemos hoy no es fruto de la libre espontaneidad de los ciudadanos, sino producto directo de una intervención política previa. Y que no habrá libertad social real si no se desmantela antes el andamiaje implantado por los largos años de hegemonía cultural de la izquierda. Una tarea que la sociedad no puede hacer por sí sola, sino que requiere de la intervención política a través de un instrumento que se llama Boletín Oficial del Estado.
    Vale la pena preguntarse por la causa de esta incuria doctrinal de la derecha española. El Partido Popular arrastra desde sus orígenes un serio lastre en materia cultural. Podemos definirlo así: en la cúpula del PP hay demasiada gente convencida de que la cultura es cosa de izquierdas. En consecuencia, prefieren entregar el campo al enemigo con la esperanza –generalmente vana– de que este, llegado el momento, se digne darle alguna palmadita en la espalda. A la izquierda se le permite imprimir su imagen a la sociedad mientras la derecha se limita a gestionar los números del desastre. De esta manera la derecha queda reducida a la miserable condición de gestor de los vicios ajenos.
    Para la mayor parte de nuestra derecha política, la batalla de las ideas es algo así como la exploración de selvas vírgenes llenas de fieras: algo muy sugestivo siempre y cuando lo hagan otros. En el bien entendido de que el explorador no merece otro destino que el sacrificio. Y el poder, por su parte, siempre preferirá entregarse en manos de grupos de comunicación ambiguos, sin principios, pero que le garanticen una bonita apertura en un telediario. ¿Prudencia? No: cobardía. Y sobre todo una traición a los propios votantes, porque después, cuando todo haya acabado, el paisaje quedará como estaba. De aquí sólo puede nacer una gigantesca frustración.
    Millones de españoles han votado al PP para que cambie una sociedad que va directa al abismo. Y para que la cambie sobre la base de un cierto número de principios que la derecha social tiene muy claros: el respeto a las libertades personales, el sentido trascendente del orden social, el derecho a la vida, el amor a la patria común española, la defensa de la familia, etc. Puede entenderse que el PP, convencido de dar voz a sensibilidades múltiples, module estas ideas en tonalidades diferentes. Lo que no se entiende de ningún modo es que aplique políticas exactamente contrarias a las que sus votantes reclaman.
    Hoy el Gobierno aparece claramente divorciado del corazón de sus votantes. Tiene aún tiene tiempo para rectificar. Esperemos que también tenga la voluntad de hacerlo.

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