El caso de Belén, violada por su padrastro y embarazada a los 11 años, está siendo manipulado en Chile para promover el aborto. Sin embargo, en estos casos, el aborto es más bien una salida que los abusadores y sus cómplices utilizan para encubrir el delito
Noticia digital (09-VII-2013)
«Decidimos quedarnos con el niño, porque aquí hay un solo culpable, él es el que tiene que pagar». Así explicó su oposición al aborto, ante la Televisión Nacional de Chile, la madre de una niña de 13 años que en octubre pasado tuvo un bebé tras ser violada por su padre. Su caso ha salido a la luz a raíz del de Belén, otra niña, en este caso de 11 años, y embarazada tras ser violada repetidas veces por su padrastro. La niña, a la que se ha asignado el nombre de Belén para proteger su intimidad, está embarazada de 14 semanas. Vive con su abuela, que tiene la custodia legal, y parece ser que era violada por la pareja de su madre durante las visitas que hacía a la misma.
Campaña a pocos meses de las presidenciales
Su caso está siendo utilizado para reabrir el debate del aborto en el país, uno de los pocos de Iberoamérica donde esta práctica está totalmente prohibida. El Gobierno de Sebastián Piñera es contrario a la despenalización. Sí la apoya la ex Presidenta Michelle Bachelet, candidata favorita para las elecciones presidenciales del próximo noviembre. De hecho, Bachelet ha sido Directora Ejecutiva, durante dos años y medio, de la agencia de la ONU para las Mujeres, una entidad que promueve el aborto en todo el mundo.
En este caso, resulta llamativa la actitud de la madre de Belén, que defiende la inocencia de su pareja y afirma que las relaciones sexuales fueron consentidas. Este dato recuerda que la mayoría de los casos de abortos relacionados con abusos sexuales a menores son buscados por los culpables o cómplices para encubrir los hechos. Así le ocurrió en 2003 a Rosita, una niña costarricense de nueve años, embarazada tras ser violada por su padrastro. El hecho de que varias entidades abortistas ayudaran a la familia a viajar a Nicaragua para promover el aborto en ese país permitió que el abusador escapara de la Justicia de Costa Rica.
El aborto, un trauma añadido
La plataforma española HazteOir ha respondido al caso Belén recordando que «la violación es una atrocidad y un delito que debe perseguirse. Pero el embrión no es culpable de lo que le sucedió a su madre, ni de que su padre sea un criminal. Si no contemplamos la pena de muerte, ni siquiera para el violador, ¿por qué algunos la defienden para el hijo? El aborto no soluciona, ni cura, ni hace desaparecer lo ocurrido. Al trauma de la violación se suma el del aborto».
Estos días, diversas páginas web provida de Estados Unidos han reproducido el testimonio de Joan Kemp, asesora de un centro de atención a víctimas de violación. En él, asegura que «no estoy familiarizada con ningún caso de aborto relacionado con el incesto que no empeorara las cosas para la víctima. Estos abortos se hacen para beneficiar a los adultos implicados, no a la víctima de incesto». El año pasado, una serie de grabaciones con cámara oculta realizadas por la activista provida Lila Rose en diversas clínicas abortistas de Estados Unidos demostró que estas clínicas encubren y no denuncian posibles casos de abusos a menores.
Salud materna sin aborto
Chile fue uno de los primeros países de Iberoamérica en permitir el aborto –en 1931–, y uno de los pocos del mundo que lo ha prohibido después de haber sido legal. Ocurrió en 1989 y, tal como ha demostrado el Instituto MELISA de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, después de la ilegalización ni se dispararon los abortos clandestinos ni se deterioró la salud materna. De hecho, continuó el descenso de la mortalidad materna, que, entre 1967 y 2007 se redujo en un 94% gracias a la mejora de la educación y de la atención sanitaria.
María Martínez López
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