lunes, 29 de julio de 2013

LA ISLA DE LA QUE NUNCA ME HE LLEGADO A MARCHAR.



Muchos me preguntan: ¿Cuántos años hace que te fuiste de La Isla? ¿No la echas de menos? ¿No te gustaría volver a vivir aquí?

A tenor de esa pregunta que se repite con intensidad cuanto más tiempo va pasando, os diré: No puedo echar de menos La Isla porque nunca me he acabado de marchar.

Es verdad que es el sitio donde he crecido, el lugar de mis ancestros, donde he recorrido desde pequeñín, que también lo he sido, cada calle o plaza. Me acuerdo de sus olores de siempre, el carácter campechano de su gente, que es la mía, recuerdo mi niñez en la Plaza del Carmen junto al Convento donde tenía mi hogar y el sabor de las Callejuelas donde he disfrutado mucho. Olores, sabores, recuerdos...

Y echo la vista atrás y me veo caminando por la carretera del arenal que llevaba al parque y que pasaba por el Barrero. Un camino de tierra, huertas, en estado puro. Dicen que el progreso es bueno y necesario aunque también se pierde unas señas de identidad del lugar donde vives. Te metes en esa dinámica del día a día y no te acuerdas que tal o cual sitio ya no existen, que en su lugar existen grandes avenidas y moles de pisos que suponen desarrollo y bienestar aunque sin esencia y tradición.

¡No, en definitiva no me he llegado a marchar cuando mantengo tan vivos tantos recuerdos!

Y recuerdo una Velada del Carmen, a mediados del mes de Julio, en honor a la Patrona y la Procesión de la Santísima Virgen del Carmen el mismo día de su Santo así como el pueblo en torno a sus Copatronos, San Servando y San Germán, en el Cerro de los Mártires que es el lugar que según la tradición fueron martirizados. Recuerdos y más recuerdos...

Ahora la Velada es una gran Feria digan lo que digan algunos, la Patrona no procesiona sino que espera a sus hijos en Su Casa del Convento del Carmen y la Fiesta del Cerro se va diluyendo con el tiempo. No soy de los que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero si más entrañable, más de uno, más íntimo y personal.

La Isla es y será una Ciudad eminentemente Cofrade. Generaciones de isleños hemos vivido y madurado nuestra Fe en torno a las imágenes de nuestros Amantísimos Titulares. Olor a viejos almacenes y Casas de Hermandad, a rosco de la Victoria, a incienso, cera y azahar, siempre el azahar de la calle Ancha que es el santo y seña de la coquetería y esplendor de cualquier Hermandad cuando hace su Estación de Penitencia. Aunque no podemos olvidar lugares tan emblemáticos y a la vez románticos como las Capuchinas, Siete Revueltas, Comedias, Real, Rosario, Murillo... ¡Lugares de una Isla de ayer, de hoy y de siempre!

Y aunque no soy muy amante de esta fiesta, también puedo decir que la Ciudad ha tenido un buen Carnaval con un número bastante importante de buenas agrupaciones que se han llevado bastantes premios en el Concurso del Teatro Falla de Cádiz. 

San Fernando, la vieja Isla de León, una ciudad, un pueblo al que le gusta pasear por sus calles. Las hay de todos los tamaños y formas aunque la que se lleva la palma es la querida Calle Real, centro neurálgico de La Isla, una vía que la recorre entera y que antes era una inmensa e imponente avenida y hoy lo es pero venida a menos porque, con las obras del "famoso" tranvía, ya no es lo que era. Aún así el isleño, el cañailla, cuando se echa a la calle es de obligado cumplimiento el darse un buen paseo por esta augusta y céntrica calle.

La Calle Real es mi calle, desde pequeño hasta hace algunos años siempre he vivido en esta vía. Antes en el Carmen y más recientemente en la Plaza del Rey justo enfrente del antiguo y noble edificio del Ayuntamiento de San Fernando.

Si hablo de sus plazas todas tienen un sabor distinto. Las Plazas del Carmen, La Alameda, del Rey, del Cristo Viejo, Pastora..., todas y cada una de ellas tienen su olor que me llevan a recuerdos de mi niñez, de mi juventud, de mi madurez.

San Fernando es una Bicentenaria Ciudad en la cual nadie se siente extraño porque te tratan como en casa. El visitante es adoptado de inmediato por la buena gente de mi querida Isla y queda embriagado por todo cuanto ve en cada lugar que visita tanto de día como de noche. Porque existe una Isla de día y otra de noche siendo la misma. 

Cuando cae la tarde y el cielo se va apagando, la ciudad se echa a la calle para caminar y relacionarse. Es un pueblo abierto y acogedor, que sobrecoge por su gran sentido hospitalario. Puedes cerrar los ojos en la Iglesia Mayor o en San Francisco y retrotraerte a la imagen de esos grabados que con tanto esmero realiza Pepe Usero. San Fernando del XIX o principios del XX, una ciudad llena de romanticismo y de historia. Entonces echas cuenta atrás y ves que la industria de las salinas, preponderantes en esas fechas, hoy no son más que un ligero vestigio de lo que fue y que gracias a la de San Vicente no llegamos a perder lo que fueron nuestras auténticas tradiciones. Todo el que visita la Salina San Vicente sale más prendado de lo que fue La Isla.

San Fernando por más que pasan los años no cambia, no ha llegado a perder su íntima indiosincracia que la hace única. Sus calles, casas, cosas y gentes, si logramos preservarlas de eso que llamamos "progreso" podrán pervivir por los siglos de los siglos. Una Isla blanca como la sal, con olor a bienmesabe, con ganas de salir adelante es la que quiero.

Y no, no la echo de menos porque nunca me he llegado a marchar. Hace ya seis años que vivo en Jerez de la Frontera, justamente desde que me casé, y no me considero jerezano, aunque considero que es una gran ciudad que no ha perdido su sentido de pueblo, porque simplemente no he llegado a instalarme aquí. 

No, no echo de menos a La Isla porque nunca me he llegado a marchar pues todos los días estoy en ella porque trabajo y me gano la vida en la misma. Mantengo mis raíces, mis amistades, mis lazos familiares en San Fernando y hasta mi labor apostólica, físicamente hablando, la desarrollo en esta ciudad y en la Diócesis de Cádiz y Ceuta y no en Jerez. 

Va hacer un año que me he enamorado de un pequeño y gran Pueblo que ha sabido mantener sus tradiciones, su singularidad y que el carácter de su buena gente me recuerda a la de los de San Fernando pues son abiertos, llanos, simpáticos y hospitalarios. Cada vez que me preguntan siempre digo lo mismo: Soy isleño de nacimiento y payoyo de adopción. Dos lugares que son muy distintos y similares a la vez.

Hace seis años que falto de La Isla, aunque nunca he llegado a marcharme del todo, pero cada vez que hemos ido a San Fernando por la tarde siempre nos hemos encontrado a un matrimonio de verdaderos amantes de La Isla de San Fernando. Ignacio y Pepa dos enamorados y paseantes de este bello enclave que nunca más lo harán juntos porque el primero nos ha dejado, ha decidido marcharse a esa Isla Celeste que está situada en la Gloria, a causa del aterrador accidente ferroviario ocurrido la pasada semana en Santiago de Compostela. La Isla sin Ignacio Bustamante no será igual.

Y mañana muy temprano volveré a pisar las calles de mi querida Ciudad la cual recorreré para llegar a mi lugar de trabajo que está situado junto al Zaporito. Y como siempre cogeré por San Rafael, Colón, Rosario, Plaza Iglesia, San Nicolás... Ese es mi itinerario. Y volveré a desayunar en alguna cafetería de la Plaza Iglesia o visitaré al Santísimo, lo hago diariamente, en mi querida Iglesia Mayor y así todos los días de mi vida...

Ya lo veis, no se puede echar de menos lo que nunca se ha llegado a perder.

Recibid un fuerte abrazo y que Dios os bendiga.

Jesús Rodríguez Arias

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