domingo, 4 de noviembre de 2012

CRISTIANISMO Y CRISIS; POR CRISTINA LÓPEZ SCHLICHTING.



La razón
Doble filo

 
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Cristianismo y crisis; por Cristina López Schlichting
Diccionario Inteligente
3 Noviembre 12 - - Cristina L. Schlichting
El cristiano siempre está en crisis. El griego «krisis» significa mutación y también «juicio» o análisis, de ahí la etimología de las palabras «crítica» o «criterio». Para el cristiano siempre hay una tensión entre el presente y el ideal, una lucha, un esfuerzo, en cierto sentido una agonía. Para la cultura actual, por el contrario, el ideal es el bienestar, se habla mucho de sociedad del bienestar. Se anhela alcanzar un estado de ataraxia o  nirvana, por eso están tan de moda el «new age», el zen, el budismo. Para estas filosofías, el sufrimiento es un problema; en cambio, para el cristianismo, es un camino. Tal vez por eso la crisis está facilitando la conversión. Me explico. El bienestar ha demostrado tener pies de barro, así que quienes se apoyaban en él, se tambalean. A la vez, los que tienen el corazón puesto en el espíritu o en la fe, se están revelando fuertes. Mirándolos, se descubre que el momento constituye una oportunidad de que las relaciones superficiales se sustituyan por la solidaridad; el estatus y la apariencia, por lo que somos realmente; lo material, por lo imperecedero. Como los cristianos también nos hemos acomodado a la mentalidad dominante, la crisis nos está empujando hacia la realidad y la fe. Esta semana escuchaba con interés al presidente de la Conferencia Episcopal decir en Cope que, «a medida que avanzaba la crisis, la generosidad de los fieles ha ido aumentando en España». Estamos asistiendo a escenas conmovedoras. Vecinos de Barcelona que dejan de aparentar y comienzan a ayudarse unos a otros proporcionándose sostén y comida. Pueblos como Villanueva de la Cañada, donde la gente llena cajas de alimentos y artículos de primera necesidad que reparte por los hogares de Madrid. Donaciones crecientes. Más y más voluntarios. Y también, a medida que la dificultad abarca a gente «normal» y nos afecta a todos, el descubrimiento de que podemos disfrutar más de las relaciones humanas que del ocio caro y de que el corazón no es feliz por tener, sino por ser querido. Se busca el amor en todas partes y cada vez son más las iglesias que, como San Martín, en Valencia, abren las 24 horas del día para atender a quien lo reclame. Decía don Antonio María Rouco que un cristiano «nunca puede ser pesimista, ni ahora ni nunca, ni siquiera en el momento de la muerte». Palabras muy fuertes, pero muy verdaderas. El cristianismo ha florecido con el martirio y la persecución. Ha construido la civilización en mitad de la barbarie y la decadencia de Roma. Ha brillado en la pobreza de Francisco de Asís y Teresa de Ávila. Ha elegido Calcuta para mostrarse al mundo. La crisis es, curiosamente, un ecosistema propicio para el cristianismo, porque es un ecosistema adecuado para reencontrarnos a nosotros mismos.
 

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