domingo, 11 de marzo de 2012

LA EXPULSIÓN DE LOS RÉPTILES; POR CARLOS DÁVILA.

Opinión | La Gaceta



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    Elecciones en Andalucía
    DE DOMINGO A DOMINGO

    La expulsión de los reptiles

    11 MAR 2012 | Carlos Dávila
    Cientos de miles de Andaluces que han vivido abonados a los diezmos socialistas, que les han arrendado su voluntad, pueden variar el voto ante la eventualidad de que sus mecenas, del fondo de reptiles, se vayan el día 25 a freír espárragos.

  • Cuarerenta y ocho horas antes de su espectacular victoria en las primeras elecciones autonómicas andaluzas, el entonces candidato, Rafael Escuredo, ofreció una Conferencia de Prensa en el hotel más emblemático de Sevilla: el Alfonso XIII.
    Acababa de despedir al secretario general del PSOE, Felipe González, y a su inseparable asesor a la sazón: Julio Feo. La comparecencia, plena de preguntas babosas de quienes ya predecían el triunfo de Escuredo, sólo tuvo dos momentos interesantes; el primero, cuando el aspirante proclamó como su objetivo indisimulable “terminar con la corrupción de un sistema ancestral que tiene a Andalucía a los pies de los caballos”; la segunda, cuando se definió como “socialdemócrata nacionalista andaluz”.

    Por hacerlo corto: Escuredo arrasó aquel domingo de un mayo infernal de calor, pero permaneció muy poco en el poder, el tiempo que a Alfonso Guerra le duró la irritación por la autonomía, y no sólo regional, de su compañero de tortilla (ya saben, la foto inicial de los luego prebostes andaluces del PSOE).

    Le sustituyó José (Pepote) Rodríguez de la Borbolla, que tampoco tuvo suerte con el leninismo de Guerra: también fue expulsado y a Chaves, ministro de Trabajo con ya dos millones de parados en la calle, le tocó mudarse al Palacio de San Telmo. Escribo “mudarse” porque allí se fue a vivir como un virrey. Después se organizó la marimorena con el boato del presidente y Chaves se cambió a una residencia, se supone más modesta.
    ¿Qué es “la PSOE”?

    Ahora contempla las elecciones del día 25 desde su modesto escaño por Cádiz y, como dicen los clásicos del argot administrativo, “habiendo echado una instancia” para impartir docencia sobre Derecho del Trabajo en la Universidad de Córdoba, en la que, sin duda, puede aportar su impagable experiencia sobre cómo se violan sucesivamente todos los reglamentos de la especialidad.

    Hoy Andalucía es una región sobre la que muchos albergamos una duda básica: cómo es posible que se nos haya convertido ya en la California española.

    Si echamos la vista atrás, encontraremos razones en el proverbial latifundismo tantas veces esgrimido como causante de todos los males del gran atraso, y en tópicos varios, entre los cuales no es el menor el que atribuye a los andaluces una escasa predisposición por el laboreo.

    Fuera de estos lugares comunes, los analistas más objetivos hablan y no paran del gran pecado, del gran horror andaluz, y denuncian el tránsito de aquel antiguo régimen sin duda sólo gratificante para unos pocos a otro más amplio que atiende desde hace más de una treintena de años por este apelativo chusco: “la PSOE”.

    Y ¿qué es “la PSOE”? Pues “la PSOE” es un conglomerado de intereses, algunos rayanos directamente en la mafiosidad que maneja un partido hegemónico, que en todo este tiempo no ha aceptado ¡ni una sola comisión de investigación! en el Parlamento regional, que, por supuesto, ha controlado férreamente.

    En “la PSOE” han participado y participan gentes de todo jaez: desde políticos del partido que, unos tras otros, han vivido opíparamente como duques –nunca mejor dicho– en sus respectivos cortijos a empresarios antiguos y recientes que, o por necesidad y ventura, o por simple oportunismo aprovechón, se han acoplado festivamente al condominio socialista.

    “La PSOE” ha construido un régimen copiado íntegramente del que durante muchas décadas edificó el Partido Revolucionario Institucional mexicano (¡ya es un contrasentido denominarse al tiempo revolucionario e institucional) y allí no ha hecho fortuna ni ha podido respirar nadie que no llevara el puño y la rosa en la boca, el primero para acometer a todo lo que se resistía y todavía se resiste a sus dictados, y la rosa para adornar los múltiples saraos que, con dinero público, han celebrado en todos estos años los gobernantes de la Junta de Andalucía.
    Datos espeluznantes
    Hoy la región, que ha gozado más que cualquier otra los beneficiosos fondos Feder con los que la UE regó nuestro país tras nuestra llegada a Bruselas, se encuentra, como ha estado siempre, a la cola de España y de la propia Unión.

    Sus datos son estremecedores; con dos, basta: según la Encuesta de Población Activa del último trimestre de 2011, el número de parados en Andalucía era de 1.284.500, o sea, el 31,23% de la población: el déficit de este mismo año llegó al 22%, cuando el límite era de sólo el 1,3%.

    Y encima: la corrupción, una patología que no ha sido denunciada principalmente por dos factores: el primero, porque mal iban a hacerlo los que han disfrutado y se han enriquecido con ella; el segundo, porque otros que han permanecido callados estaban y están ateridos de miedo o a la espera de que en el reparto les cayera una bagatela.

    Ha habido casos extraordinariamente cómicos como el de los cafelitos de Juan Guerra, el hermano del vicepresidente Alfonso, que ocupó un despacho en la Delegación del Gobierno desde el cual realizaba con maestría inaudita un constante tráfico de influencias, hasta el de los pícaros que en los aledaños temporales de la Expo 92 se forraron el riñón con comisiones fantásticas (en Sevilla, se dejó de hablar de la peseta, para negociar con el “pillón”, la moneda irregular del comisario Jacinto Pellón), hasta los más recientes (¿para qué acordarse ya por ejemplo de los Dávila“convolutos” del AVE?) de los ERE falsos (ya su guerrero en la trena) y de ahora mismo de la empresa pública Invercaria, que son, si todo sale bien en apenas 10 días, los que han colmado el vaso de la paciencia y parece que llevarán a “la PSOE” el domingo 25 a las tinieblas exteriores, donde sólo hay mohína y rechinar de dientes.
    Mentira, manipulación

    En 10 días, Andalucía no sólo se juega el Parlamento, sino la higiene regional, su salud social. Es tal el sucio entramado que ha montado “la PSOE” que somos muchos los que todavía no damos crédito al revolcón electoral en esa fecha.

    Los analistas a que me refería líneas arriba sugieren, sin embargo, que la sola proximidad del cambio que se avienta puede ayudar a que algunos, muchos cientos de miles de andaluces, que han vivido abonados a los diezmos socialistas, varíen ahora el voto ante la eventualidad de que sus mecenas que les tenían arrendado el voto se vayan a freír espárragos.

    Está por ver, pero es una buena razón para esperar que ese domingo el Partido Popular obtenga una victoria por mayoría absoluta, la única que le da la certeza de gobernar en la región. Toda la estrategia de Rubalcaba, que odia a Griñán, pero que ahora, por ahora, tiene que tragar con su torpeza inigualable, es robar esa mayoría a Javier Arenas, aunque sea por un solo escaño, el que, con seguridad, le ofrecería otra vez –no ha sido la primera– Izquierda Unida.

    Todo lo que se le ha ocurrido a la perversa, soez y embarrada factoría que dirige Rubalcaba para arañar esa posibilidad es mentir de nuevo y asegurar, sin ir más lejos, que las cintas que prueban el diseño del fondo de reptiles desde Invercaria han sido objeto de una manipulación. Y se quedan tan tranquilos.
    Trienios de vergüenza

    Por terminar con otro recuerdo: hace tiempo, en un debate de TVE, se enfrentaban, entre otros, Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, cuando era de Alianza Popular y sin duda un patriota español, y Alfonso Guerra.

    Esgrimió Herrero un acta del Consejo de Ministros socialista que había modificado groseramente en la pringada cocina del propio Guerra, en una de las intervenciones que, incluso, podrían haber terminado con la inhabilitación del entonces vicepresidente.
    Con impudicia inigualable, Guerra, replicó: “Eso es mentira”. “Pero ¿cómo –contestó– dice usted que es mentira si aquí están las dos actas, las pruebas?”. Guerra, con desparpajo de trilero, terminó: “Lo digo yo y es mentira”.
    Pues en esas estamos ahora: ante la evidencia, las acusaciones de manipulación, la negativa como todo argumento. El caso no es nuevo: es sencillamente la hoja de ruta que han seguido escrupulosamente los socialistas en todos estos trienios de vergüenza... Urge su expulsión en las urnas.

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