martes, 31 de octubre de 2017

JORDIS ENCARCELADOS; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ















Las noticias que traspasan los muros de la cárcel de Soto del Real relativas a los Jordis desatan los comentarios, pero nadie se pregunta por qué sólo hablamos de los insultos a Jordi Sánchez y, en cambio, de Cuixart no sabemos nada. Se diría que se ha adaptado mejor.
Siendo Sánchez el gordito, me solidarizo con él, preventivamente. No vaya a haberse mezclado la catalanistofobia con la obesofobia, que ya sabemos cómo son los patios de los colegios o de las cárceles. Espero que no, y que exista otra razón para que la hayan tomado con él. Puede que sea el cómo se toma él las cosas. Protestó de que a su paso algunos presos de etnia gitana le gritaban "Viva España" y de que uno le enseñara el miembro. Que no era el miembro de la benemérita, que entonces se entendería. Por cierto, habría que hablar más del compromiso de los gitanos con España, que está siendo absoluto, hasta el extremo de producirse, contra tópico y mito, un hermanamiento con la Guardia Civil.
También emociona el compromiso de la población reclusa con nuestro país. Hace años un preso le clavó en la calva un bolígrafo a un etarra por pasarse de gracioso con algunos comentarios contra España. Esto debería demostrar al Gobierno que el cumplimiento de la ley no causa desafección entre los afectados. Es lo contrario: reconocen que están en un país serio que les ayuda a corregir sus equivocaciones. A los políticos nacionalistas que han quebrantado la ley, les pasaría igual. No que, si se quedan sueltos por Bélgica, se tomarán a chacota nuestro ordenamiento jurídico, con razón.
Las aventuras de Jordi Sánchez (¿dónde andará Cuixart?) han seguido. Su compañero de celda ha suplicado cambiarse, porque Jordi no deja de dar la matraca con la independencia. Piensen, después de haber reído. Es lógico: hay que ser bastante obseso para presidir según qué cosas. En la vida normal sólo te lo notan los más allegados, que te tienen cariño. Pero un extraño no lo puede soportar. "Era una doble condena", ha dicho el pobre, e Instituciones Penitenciarias lo ha cambiado enseguida, no fueran los de Amnistía Internacional a acusarles de torturas.
No se entiende la falta de inteligencia política de los nuestros. Con la perfecta excusa humanitaria de que se hiciesen compañía, tendrían que haber puesto a los dos Jordis juntos. No habrían tardado en producirse grietas en el movimiento civil soberanista. Se nos escapan las mejores.

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