EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN: "No era él la luz, sino testigo de la luz." (Evangelio del día). San Juan Evangelista lo tenía claro. Nosotros, a veces, me parece que no lo hemos "entendido" muy bien. Unas veces porque queremos ser la luz y otra porque no somos testigos de la luz. Aquí hay que distinguir una cosa importante: no es lo mismo "ser la luz" que "ser luz". El asunto no es nada banal, "ser la luz" se nos cuela por los "entresijos" y hasta nos agrada la vanagloria; "ser luz" es abajarse y quedar en un segundo plano. ¡Pero cuidado!, qué también se nos cuela "ser el más importante de los testigos", entonces ¿qué valor tiene nuestro testimonio si lo que queremos es "relucir" nosotros mismos? El Oficio de Lecturas nos avisa: "Ya que este pueblo se me acerca con la boca, y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina". ¡Para temblar! Pero vamos, todo no es así. Ayer, en la Escuela de Discipulado pudimos vivir lo que nos dice San Pablo: "Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. No apaguéis el espíritu". Por lo tanto nuestra misión es, desde la sencillez y humildad (que legitima nuestro testimonio), anunciar a Cristo y que nuestra celebración sea de corazón y testigo (luz) para otros. Santa María de Caná, ruega por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario