lunes, 8 de julio de 2013

LA MADRECITA Y EL INDÍGENA.



La playa de Copacabana, en Río de Janeiro, lleva el nombre de la Patrona de Bolivia

La única ilusión de Francisco Tito Yupanqui, descendiente de la nobleza inca, era esculpir una imagen de la Virgen para que, en su pueblo, se diera culto a la Madrecita. Le costó burlas, lágrimas, ayunos y oraciones. Pero, 530 años después, Nuestra Señora la Virgen de Copacabana no es sólo Reina de Bolivia, sino que da nombre a uno de los lugares más conocidos de Brasil: la playa que acogerá, este verano, varios actos centrales de la JMJ
Playa de Copacabana, en Río de Janeiro
Cuando los primeros misioneros llegaron a Qutaqhawana, a orillas del lago Titicaca, en 1565, encontraron un lugar marcado por la religión inca, en el que se purificaban las personas que visitaban las cercanas islas sagradas del Sol y de la Luna. Menos de 20 años después, Copacabana, en la actual Bolivia, contaba con una de las primeras advocaciones marianas surgidas en América. La imagen que le dio origen, además, había salido de las manos de un descendiente de la nobleza inca: Francisco Tito Yupanqui.
Con lágrimas, a la Madre
Movido por su amor a María, Yupanqui había modelado, en arcilla, una imagen de la Candelaria. El sacerdote la colocó en un lateral del templo pero la escultura, más que devoción, despertó burlas por su poca calidad. Otro sacerdote, llegado poco después, la retiró. Dolido, Francisco se trasladó a Potosí para aprender el oficio y elaborar una imagen más digna. No le fue fácil: «El devoto indio lloraba su insuficiencia, afligíale la dificultad, animábale el deseo, consolábale la esperanza, y a todo recurría con lágrimas a la Madre de Dios», escribió, en 1653, el agustino Fray Antonio de la Calancha. Oraba y ayunaba, y «mandó decir una Misa a la Santísima Trinidad para que le alumbrase y favoreciese». Muchos, incluido el obispo -a pesar de ser «prelado piadoso y amparo de indios»- le sugirieron dejar este empeño «para españoles maestros». Pero «ninguno de estos vaivenes y menosprecios desmayó el pecho del devoto indio, antes, a lo que él dice, se sentía más inflamado. Mientras más padecía, más se acrisolaba» su fe.
Después de varios fracasos y accidentes, Francisco concluyó su versión definitiva de la imagen el mismo día que el obispo autorizó la fundación de una cofradía mariana. Sin embargo, parte de la población indígena, de un grupo rival de aquel al que pertenecían los promotores de la cofradía, pusieron la condición de que no se usara la imagen de Francisco. Ante este último golpe, el aspirante a escultor decidió venderla en otro lugar. Justo entonces, comenzó a extenderse la fama de que, de la imagen, salía un brillo especial. Se enteró el regidor de Copacabana de que varios pueblos se la disputaban, y puso mucho empeño en que llegara al lugar para el que había sido hecha. Se consiguió, por fin, el 2 de febrero de 1583, día de su fiesta. Y la acompañaron, hasta la iglesia de Copacabana, un nutrido grupo de indígenas, de uno y otro grupo.
Imagen de La Candelaria, en Bolivia,
conducida por su escultor Tito Yupanki
La imagen, vestida como una princesa inca, ha tenido desde el primer día fama de milagrosa. «Siempre ha estado cuidando de los indígenas con su manto sagrado, viendo que tengan buenas cosechas y buena pesca -explica María Luisa, boliviana originaria de La Paz y residente en España-. Es la Madrecita, la Reina de Bolivia». Además del 2 de febrero, también se celebra su fiesta el 5 de agosto. Pero «cuando más se siente la devoción es en Semana Santa, porque la gente aprovecha los días de fiesta para peregrinar desde La Paz. Familias enteras, niños, ancianos...» recorren, a pie, una distancia de 140 kilómetros para pedirle favores a la Virgen y agradecerle las gracias recibidas.
Un arenal en Brasil
Desde Bolivia, esta devoción se extendió a otros países de América, como Brasil. La playa de Copacabana, en Río de Janeiro, no era, en el siglo XVII, más que un arenal. En él se construyó una pequeña iglesia en honor de la Virgen, con una imagen traída por comerciantes de plata peruanos. El templo que dio nombre a la playa desapareció; pero seguro que, este verano, la Madrecita seguirá acompañando de forma especial a los jóvenes que lleguen a su playa para celebrar tres de los actos centrales de la JMJ.
María Martínez López

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