“Cazador voluntario de soledades”. Leí esta
definición en el libro de Reyes Calderón: “Los crímenes del número primo” y me
impresionó mucho porque, meditándolo como a mi me gusta hacer, reconozco que
cada día que pasa me voy conviritiendo en uno de ellos.
No sé si la enfermedad, los claroscuros de estos
apagados y fríos días hacen que mi ánimo se inspiren hacia la soledad. No debe
ser así cuando ya llevo algún tiempo en esa “huída” de todo lo que significa
relevancia social, protagonismo, deferencias máximas para alcanzar y ver en “mi
soledad” lo que es verdaderamente imprescindible en mi vida y lo que se puede
quedar en las cunetas del camino.
Cuando has probado la dureza de la vida, lo arisco
que puede volverse todo, cuando la salud falla hasta hacerte una madeja de lana
deshilachada, cuando has sido depositario de veleidades, traiciones, insultos,
humillaciones de personas en las que confiabas y creías que te unía lazos
firmes de amistad, cuando ves que en la Sociedad que nos hemos instalado se
lleva a cabo el dicho: “Tanto tienes, tanto vales”, cuando todo cuanto te rodea
te va asqueando hasta hacer del existir una insufrible experiencia, entonces y
solo entonces miras fijamente a Dios y le pides ayuda, ayuda para saber que es
lo que tiene que permanecer en la vida y lo que debe desaparecer de la misma.
Esto hace, esto ha hecho, que con cuarenta y tres
años me haya convertido en un “cazador voluntario de soledades” donde están
instalados las personas que verdaderamente quieres y te quieren por ser quien
eres, simple y llanamente, donde no existen tratos de favor, la relevancia
social queda restringida al máximo, donde la valía del ser humano no se mide
por la cuenta bancaria o por el cargo, efímero, que pueda ostentar en un
momento determinado.
El Padre te va enseñando que vivir y gozar de esa
soledad no es óbice para seguir trabajando por el Reino, por donar tu tiempo y
“tu” prestigio en favor de los demás, de servir a Dios en todos los momentos de
la vida y ver Su Bendito Rostro en todas las personas y cosas en que se posen
tus ojos.
Hace tiempo que le decía a un amigo que me
encuentro muy a gusto en la Misión que me ha encomendado el Señor con este blog
porque trabajas a diario por propagar Su Mensaje, por dar a conocer testimonios
de vida que nos hacen ser fuertes y decididos ante los embites que tengamos que
enfrentarnos por defender con coherencia nuestra fe en todo momento y lugar
aunque haciéndolo desde un segundo o tercer plano donde no tengas más
reconocimiento que lo grato que es el deber cumplido.
Mi participación, en primera línea, quedó atrás
hace tres años cuando abandoné, por decisión propia, el importante cargo que
ostentaba en una Institución relevante. Me costó el hacerlo porque he pasado y
me he formado como cristiano y como persona en ella aunque la coherencia de
vida lleva ímplicita estas cosas.
Desde entonces, cual cazador voluntario de
soledades, he evitado la luz y he preferido el ostracismo. He decidido que mi
nombre ya no se asemeje con mi cara y que, cada vez, pueda vivir en el sosiego
que da al alma esa sublime soledad donde está Dios instalado y que lo llena
todo. He decidido vivir, hemos decidido vivir mi mujer y yo, instalados en esa
“atalaya del olvido voluntario” aunque para algunos, los que te persiguen sin
ton ni son siempre estás presente en sus aburridas vidas.
Me considero un hombre entregado a la misión
evangelizadora que ha querido confiarme el Padre y por eso no puedo decir que
no a lo que me pidan, sea en lo público o en lo privado, ese es el motivo
principal de que cuando me llamó el Arcipreste de San Fernando, Padre D.
Alfonso Gutiérrez Estudillo, para proponerme el ser nombrado como miembro de la
Comisión del Corpus en San Fernando, en representación de la Iglesia, no
pudiera negarme aunque eso significara el dejar la “atalaya del olvido
voluntario” en la que habitaba ya hace mucho tiempo. Ruego a Dios que esté a la
altura de la confianza depositada en mí así como me ilumine en todo lo que
tenga que realizar por el alto fin por el cual trabajamos.
Pero no
dudad que en cuanto tenga cumplida la Misión que Dios me ha querido conferir
vuelva a “mis cuarteles de invierno” a mi querida y, siempre, añorada atalaya
del olvido voluntario.
Y como buscador voluntario de soledades he
encontrado el paraíso aquí en la tierra en Villaluenga del Rosario donde he
encontrado la paz, la felicidad, el dulce sosiego, la acompañada soledad. Allí
en medio de la sierra, he encontrado un pueblo donde el olor a leña rodea el ambiente
como su particular perfume, el frío de sus inviernos contrasta con la calidez
de sus casas, donde la hospitalidad es un bien generalizado.
No huyo sino que voy en camino, en la búsqueda del
bien, de lo mejor que nos puede ofrecer el ser humano, los que nos puede ofrecer
este mundo el cual construimos a diario con nuestras obras.
Le pido a Dios que se haga siempre en mí su
voluntad y que en la soledad o dentro de ingente cantidad de personas sea capaz
de ser un buen discípulo suyo y vea en los otros a mis hermanos a los que debo
servir siempre.
Jesús Rodríguez Arias
Me identifico con usted, pues es "huir" a mis 54 años lo siento muy dentro de mi, y me alegra haber encontrado una respuesta a afirmación que hacen de mi y que incluso alguna vez hago yo mismo. De ahora en adelante diré, con su permiso, :
ResponderEliminar"No huyo sino que voy en camino, en la búsqueda del bien"