sábado, 23 de febrero de 2013

¿AMAMOS A NUESTROS ENEMIGOS?

Amar al prójimo como a mi mismo. Eso nos dice hoy en el Evangelio Jesús, eso que parece tan sencillo aunque tan difícil se nos presenta.

Amar es tan fácil con los que se quieren y te quieren, amar a los que te hacen daño por medio de injurias, humillaciones, críticas, desprecios que duelen más que si un afilado cuchillo te traspasara el corazón porque lo segundo implica la muerte que es el paso a la verdadera vida mientras lo primero permanece en el aire, en el ambiente, como una red, que hace que los sentimientos se vean dañados hasta la extenuación.

Jesús, el Buen Pastor, nos indica un camino de felicidad, de autenticidad en nuestro caminar diario y que se resume en AMAR. 

Cuando tu corazón y todo tu ser se ponen en Manos de Dios entonces es cuando actúa con todas las consecuencias, con las mejores consecuencias y hace que ames, quieras a tus enemigos, que dejan de serlo para ti desde el primer momento que tu corazón perdona la ofensa y cambias tu consideración hacia ellos, y empiezas a rezar por estos, porque Jesús los ayuden, los ayuden a perdonar, a ser mansos y humildes de corazón porque en esa mansedumbre se vive mejor, se vive feliz.

Confieso que hubo una persona que me hizo año atrás mucho daño, persona a la que quería como un padre,  que nos unía una muy buena amistad, que fue de gran ayuda en el año de noviazgo, pero que por causas de la vida, aún no sé que pasó aunque lo pueda intuir, la relación se fue torciendo hasta que se rompió. Esta persona tenía cierto poder en el ámbito donde se movía y desde entonces me hizo la vida imposible con una campaña de desprestigio personal. Ataques y desprecios que llevaron a ausencias clamorosas y llenas de sinsentidos que, al final, le perjudicaron.

Me dolió mucho su actitud, su despecho, sus reacciones y con la ayuda de un hombre santo que abrió ventanas luminosas donde solo había oscuridad me hizo ver el sentido cristiano a esa "persecución", a lo que estaba en ese momento viviendo, me hizo ver que tenía que perdonar y amar a esa persona, rezar mucho por ella para que Dios le ayudara para volver a prender el fuego redentor en su corazón. Me dijo que no forzara nada y cuando él se acercara y te diera la mano yo tendría que responder con un fuerte abrazo y aunque me costara la misma vida tenía que hacerlo porque eso formaba parte de mi particular camino de santificación.

Le doy gracias a Dios por poner en mi camino al Padre D. Manuel Orta, que desde hace años es mi director espiritual, y el cual siempre está atento y rezando por este pobre pecador.

Desde entonces rezo todos los días por él, lo quiero por todo lo bueno que hizo por  mí y prefiero olvidar lo malo porque, en definitiva, el que sale perdiendo soy yo que me causa infelicidad todos esos angustiosos recuerdos del ayer.

Le deseo todo lo mejor y que su vida sea fructífera allá donde esté.

Amarás al prójimo como a ti mismo, nos decía Jesús y con esta frase empezaba este reflexivo post y me pregunto: ¿Cuanto nos amamos a nosotros mismos? Porque si no nos queremos mucho, poco o nada podremos hacer por los demás.

Dentro de poco cogeremos el camino hacia Villaluenga del Rosario para encaminarme en esa búsqueda hacia el interior de mi corazón que tan bien me viene y que el Señor ha puesto en mi vida. Pido perdón a mis hermanos de Afligidos por no acomparñarlos en el Triduo Cuaresmal y en la Función Principal de Instituto, este año necesita esa licencia porque mi espíritu se encamina en soledad en la búsqueda del bien. Rezo por vosotros, por la Hermandad, por todos y os pido vuestras oraciones por mí y mi mujer que allá en el pueblo más pequeño de la Provincia de Cádiz os sentirán cerca en el corazón.

Buen Sábado y un abrazo,

Jesús Rodríguez Arias

No hay comentarios:

Publicar un comentario