

Luis María Anson inició su brillante conferencia en el Club Siglo XXI con un fogonazo verbal: «El sistema está agotado». Por culpa de todos, pero moribundo. Reclamó la presencia de Felipe González y José María Aznar para su regeneración. En la calle no se respira felicidad, y el Partido Popular teme a los extremistas. Se equivoca el PSOE apoyándolos, porque también van contra ellos. Todavía, unos y otros están a tiempo de reaccionar. Para que la ciudadanía no se soliviante más harían bien en denunciar sus propias corrupciones. Pero se equivocan –especialmente los populares–, si piensan que una mejoría en la tormenta económica les ayudaría a recuperar su predominio social. También está en el fango Izquierda Unida, cómplice de la desaparición de más de mil millones de euros en los amigables ERE de Andalucía. Y los sindicatos, agitadores sin respuesta, clamorosos chulos del sistema. Todo ello ha puesto de los nervios a la acomodada clase política y cuando los nervios traicionan se dicen tonterías inoportunas.
El descontento de la ciudadanía pacífica y harta puede terminar empujando a los que más tienen que perder, los jóvenes, hacia posiciones extremas. Para complicar más las cosas, los nacionalismos periféricos han roto relaciones con la Constitución que ellos ayudaron a redactar. Lo de Cataluña es inadmisible, y la presencia en las instituciones democráticas de los proetarras, inconcebibles en una sociedad firme y segura de sí misma. Los ataques al Rey y los abucheos al Himno Nacional están tipificados como delitos, pero aquí nadie mueve un dedo. Todos los días nos despertamos con un nuevo sobresalto de corrupción. Rajoy deja hacer en Andalucía, en Cataluña y en el País Vasco, donde el Partido Popular ha elegido el camino de la sumisión y el socialista toma el aperitivo con los etarras. El sistema está agotado. Por culpa de los políticos y de muchos jueces y magistrados. Dejen en paz a los militares, que no han hecho en estos 37 años otra cosa que soportar con lealtad, honor y decencia la deslealtad, el deshonor y la indecencia de quienes los mandan. Cospedal tiene que disculparse.
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