
ENVÍO
RAFAEL / SÁNCHEZ SAUS | ACTUALIZADO 14.02.2013 - 01:00
Lección magistral
TRAS la conmoción de la noticia, la sorpresa de un texto profundamente meditado pero de sobrecogedora y casi inverosímil sencillez. Profesor al fin y, quizá, ante todo, Benedicto XVI ha dictado una lección magistral de esas que, si este mundo estuviera dispuesto a escuchar lecciones de nadie, podrían ayudarnos a darle ese cambio que pide a voces. Es imposible imaginar un texto más breve y conciso para desprenderse de una tan grande dignidad, ni creo que haya ejemplo en la historia de renuncia a un ministerio de parecida altura y responsabilidad con una confesión tan llana y humilde de limitación de facultades.
El Papa sabio cuyo pensamiento deslumbra en cada aparición por modesta y cotidiana que sea con una inteligencia como extraída de las fuentes mismas de la fe y de la verdad, llega en su abajamiento a resolver su "incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado". Sólo porque es el propio Benedicto XVI quien las ha escrito con suprema y total libertad pueden aceptarse esas palabras, pero confieso mi rebelión íntima inicial que sólo ha cedido ante la consideración del ejemplo que con ellas se está ofreciendo a la Iglesia y al mundo todo. Es simplemente escandaloso en términos mundanales que todo un Papa haya aducido con tan increíble humildad esa razón. ¿Quién está hoy dispuesto a reconocerse insuficiente o incapaz para nada? Muy al contrario, lo que a diario vemos es al más zote e indigno exigir su derecho al pedestal, al cargo, al reconocimiento. La autoafirmación, la voluntad ciega de prevalecer, eso es lo que creemos que nos hace importantes a los ojos de todos. Pero la grandeza de este Papa, enamorado e infatigable buscador de la verdad, brilla aún más ahora y nos permite confirmar que todo lo que hemos admirado y amado en él a lo largo de estos años no era el efecto de la seducción intelectual de sus palabras, sino que enraizaba en lo hondo de una personalidad forjada en el seguimiento de Cristo.
¡Qué cuaresma tenemos por delante los católicos! ¡Qué ocasión para vivirla con intensidad y en comunión estrecha con Benedicto XVI! Cunden ya en todas partes, en todas las comunidades cristianas, las iniciativas de oración por el Papa, por la Iglesia y por el próximo cónclave. Pocas veces podrán tener mayor significación nuestros pequeños o grandes sacrificios y nuestras plegarias.
El Papa sabio cuyo pensamiento deslumbra en cada aparición por modesta y cotidiana que sea con una inteligencia como extraída de las fuentes mismas de la fe y de la verdad, llega en su abajamiento a resolver su "incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado". Sólo porque es el propio Benedicto XVI quien las ha escrito con suprema y total libertad pueden aceptarse esas palabras, pero confieso mi rebelión íntima inicial que sólo ha cedido ante la consideración del ejemplo que con ellas se está ofreciendo a la Iglesia y al mundo todo. Es simplemente escandaloso en términos mundanales que todo un Papa haya aducido con tan increíble humildad esa razón. ¿Quién está hoy dispuesto a reconocerse insuficiente o incapaz para nada? Muy al contrario, lo que a diario vemos es al más zote e indigno exigir su derecho al pedestal, al cargo, al reconocimiento. La autoafirmación, la voluntad ciega de prevalecer, eso es lo que creemos que nos hace importantes a los ojos de todos. Pero la grandeza de este Papa, enamorado e infatigable buscador de la verdad, brilla aún más ahora y nos permite confirmar que todo lo que hemos admirado y amado en él a lo largo de estos años no era el efecto de la seducción intelectual de sus palabras, sino que enraizaba en lo hondo de una personalidad forjada en el seguimiento de Cristo.
¡Qué cuaresma tenemos por delante los católicos! ¡Qué ocasión para vivirla con intensidad y en comunión estrecha con Benedicto XVI! Cunden ya en todas partes, en todas las comunidades cristianas, las iniciativas de oración por el Papa, por la Iglesia y por el próximo cónclave. Pocas veces podrán tener mayor significación nuestros pequeños o grandes sacrificios y nuestras plegarias.
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