REVISTA ECCLESIA.
El
itinerario hacia la Montaña Santa
El
Prefacio es la parte de la plegaria eucarística de la Santa Misa, previa a la
consagración, en la que el sacerdote, en nombre todo el pueblo santo, glorifica
a Dios Padre y le da las gracias por toda la obra de la salvación o por algunos
de sus aspectos particulares, según las variantes del día, fiesta o tiempo
litúrgico.
En el
actual Misal Romano hay cinco Prefacios generales de Cuaresma, dos para los
tres días primeros de la Semana Santa y otros seis para los seis domingos de
este tiempo litúrgico. Su lectura y meditación nos muestra espléndida y
hermosamente la identidad de la Cuaresma, de sus signos, símbolos y praxis, y
siempre en unidad íntima con la Pascua. En seis bloques temáticas agrupamos
ahora estos Prefacios, algunos de los cuales repetimos en su emplazamiento en
razón de la riqueza y hondura de su contenido:
1.-
CUARESMA, TIEMPO DE PREPARACIÓN A LA PASCUA:
“Por El
concedes a tus hijo anhelar año tras año con el gozo de habernos purificado la
solemnidad de la Pascua, para que dedicados con mayor entrega a la alabanza
divina y al amor fraterno, por la celebración de los misterios que nos dieron
nueva vida, lleguemos a ser en plenitud hijos de Dios”.
“Tu abres
a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal, para
que llegados, a la montaña santa, con el corazón contrito y humillado,
reavivemos nuestra vocación de pueblo de la alianza, convocado para bendecir tu
nombre, escuchar tu Palabra y experimentar con gozo tus maravillas”.
2.-
CUARESMA, TIEMPO DE AYUNO Y PENITENCIA:
“Porque
con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus
dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con
los necesitados, imitando así tu generosidad”.
“Porque
con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos
das fuerza y recompensa por Cristo Señor nuestro”.
“El cual,
al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de
nuestra penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo, nos
enseñó a sofocar la fuerza del pecado: de este modo, celebrando con sinceridad
el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no se acaba”.
3.-
CUARESMA, EL CAMINO DE LA CRUZ SALVADORA:
“En la
pasión salvadora de tu Hijo el universo aprende a proclamar tu grandeza y por
la fuerza de la cruz el mundo es juzgado como reo y el Crucificado exaltado
como juez poderoso”.
“Porque
se acercan ya los días santos de su pasión salvadora y de su resurrección
gloriosa: en ellos celebramos su triunfo sobre el poder de nuestro enemigo y
renovamos el misterio de nuestra redención”.
“Quien,
después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el
esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas,
que la pasión es el camino de la resurrección”.
4.-
CUARESMA, EN BUSQUEDA DEL AGUA VIVA Y DE LA LUZ:
“Quien,
al pedir agua a la Samaritana, ya había infundido en ella la gracia de la fe,
si quiso estar sediento de la fe de aquella mujer fue para encender en ella el
fuego del amor divino”.
“Quien se
hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al
esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer
por el bautismo, transformándolos en tus hijos adoptivos”.
5.-
CUARESMA, ANTICIPO DE LA PASCUA ETERNA:
“Porque
has establecido generosamente este tiempo de gracia para renovar en santidad a
tus hijos, de modo, que, libres de toda afecto desordenado, vivamos las
realidades temporales como primicias de las realidades eternas”.
“El cual,
al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de
nuestra penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo, nos
enseñó a sofocar la fuerza del pecado: de este modo, celebrando con sinceridad
el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no se acaba”.
6.-
CUARESMA, HACIA EL TIEMPO NUEVO DE LA VIDA DEFINITIVA:
“El cual,
hombre mortal, como nosotros, que lloró a su amigo Lázaro, y Dios y Señor de la
vida que lo levantó del sepulcro, hoy extiende su compasión a todos los hombres
y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.
“El cual,
siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la
injusticia de ser contado entre los criminales. De esta forma, al morir,
destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados”.
Jesús
de las Heras Muela

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