domingo, 11 de marzo de 2018

LA TORPEZA DEL CARCA; POR ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ



Llevo unos días tirando de ironía con la huelga feminista. Tengo excusas: el manifiesto anticapitalista a estas alturas, los datos arrimados a la sardina, la politización del movimiento, la retórica y la estética agresivas, la unanimidad por narices contra las mujeres (bastantes, por cierto) que se han permitido disentir un poco con muy buenas razones y, más que nada, el oportunismo de los que se apuntan a todas las fotos. Pero he estado torpe. No porque eso no sea verdad, sino porque hay que mirar al fondo. Un carca que no mira al fondo es como un moderno que no sigue las encuestas.
Cuando se analizan las demandas feministas con rigor se descubre que la brecha salarial existe, sí, pero o por decisiones libres de personas responsables (estudiar o no estudiar ingeniería, ésa es la cuestión) o por la maternidad. Ante la maternidad, lo sabe Savater, todos los demás eslóganes, por mucho que nos chirríen, son minucias.
Cuando todo se decante y se libre de adherencias, quedará que la maternidad (escogida y deseada por muchísimas mujeres y tan necesitada por la sociedad) es la causa de una desigualdad impermeable a toda nuestra igualdad jurídica y que permanece y de la que no podemos librarnos ni quieren las mujeres librarse de ella. De modo que acabaremos amparándola con ayudas, cuidándola como oro en paño y protegiendo la carrera profesional de las madres. Y, siendo el matrimonio la institución más paritaria del mundo, la lista cremallera de mejor encaje, acabaremos protegiendo igual a los padres, que son el 50 % de la maternidad de ellas. Como soy profundamente natalista y padritario, no debería sino haberle (después de criticar la confusión) dado cuerda -a largo plazo- a la cometa del feminismo con más esperanza que nadie.
Ni socialista ni capitalista ni liberal, el partidario de la doctrina social de la Iglesia tiene que ver de maravilla otra de las pocas medidas reales pendientes: la racionalización de los horarios laborales y la conciliación. ¡A ver si Osoro apoyó la huelga feminista por este cálculo, y yo lo achaqué, mea culpa, a los mediático-matemáticos…!
Las izquierdas no querían dar el voto en los años 20 a las mujeres porque se maliciaban que votarían a la derecha. Las izquierdas de entonces tenían el colmillo más retorcido. A los revolucionarios (de todos los partidos) de ahora, como empoderen de verdad a las mujeres, les va a salir el tiro por la culata.

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