domingo, 15 de mayo de 2016

LA ISLA Y LAS HERMANDADES DEL JUEVES SANTO (XVI); POR JOSÉ MARÍA VIEYTES BEIRA





La primera vez que tuve la ocasión de ver y tocar a un penitente de cerca tenía 5 ó 6 años. Y tan de cerca sucedió que se trataba de mi propio y querido padre en mi propia casa.

Mi padre era hermano de la hermandad de la Expiración, hermandad que me trae aquel  recuerdo cuando he comenzado a describir a esta hermandad para citarla  como la corporación que pasa en cuarto lugar el Jueves Santo por la Carrera Oficial; siguiendo la trayectoria de estos artículos.

No obstante antes de continuar debo decir también, que todavía conservo en mi retina la figura de mi padre vestido de penitente cuán alto era más el añadido del capirote. Y por otra parte, el color de la túnica negra que no sólo me impresionó a esa edad, sino que dejó en mí una huella tan profunda, que  tan pronto pude,  logré  revestirme de penitente.

Y este deseo se produjo tan solo tres años más tarde y fue en la hermandad de la Soledad ya que en la hermandad de los Afligidos (la hermandad de mi barrio de la que era hermano prácticamente desde que nací) no podía salir hasta cumplir los 10 años según sus reglas estatuarias. Sin embargo,  en aquel entonces, como iba a suponer que lograría pertenecer a su junta de gobierno primero como vocal y más tarde, segundo mayordomo, primer mayordomo y finalmente, hermano mayor.

Y una vez vencida la primera  ilusión de la niñez de salir revestido de penitente y posteriormente alcanzar con esa túnica (sin importar en este caso el color de la misma, sino el revestirme con ella) el amor y la devoción que siento por este apasionante y complejo mundo cofrade en general y por el de las hermandades y Cofradías en particular a las que les dedico toda mi atención, siguiéndolas dentro de sus particularidades, especialmente fijándome en las hermandades de mi querida Isla.

Y hoy según el orden impuesto, le corresponde a La Real y Venerable Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de la Esperanza (vulgarmente conocida como ‘EL Silencio’), que fue fundada en 1796. Y por tanto es la 6ª ó 7ª hermandad en el orden de la antigüedad, según se contabilice o no la fusión del Medinaceli. Y su sede canónica como sabemos, está establecida en la Iglesia Castrense, Diocesana y Vaticana de San Francisco.

El Cristo de la Expiración fue investigado, como no, por nuestro  paisano e historiador, Fernando Mósig Pérez, y de él se deduce que fue tallado por José Tomás de Cirartegui (Saralegui) en madera policromada en el año 1788. Escultor este que se sitúa en el Arsenal de la Carraca sin saberse exactamente cuál fue la ubicación y la dedicación de dicho escultor en dicho Arsenal.

En su hechura, cabe destacar dos matices: uno, sus grandes y  muy  abiertos ojos en actitud mezcla de dolor y sorpresa. Y dos: sus dientes de marfil tallados  sobre su entre abierta boca (que recuerda salvando la distancia al Cachorro de Sevilla), lo cual  nos dispone a visionar todo un dramatismo de veracidad impresionante. En definitiva puede ser considerada una talla muy completa de la que Fernando Mósig Pérez, describe ampliamente en el libro dedicado a la historia de esta Venerable hermandad de penitencia.

La autoría de la Santísima Virgen de la Esperanza, tal vez la dolorosa que junto a la Virgen de los Dolores de la hermandad del Nazareno, es de la  más pequeña de las que poseemos y en sus orígenes, parece ser que se le rindió culto bajo esa misma advocación de los Dolores como la titular del citada hermandad del Nazareno.

Y es una de las más bellas y delicadas de las que procesionan en nuestra Semana Santa como cotitular titular de esta venerable hermandad de la Expiración. Pero su autoría  se desconoce aunque se sitúa en una imagen  procedente del Siglo, XVIII., atribuida a Diego Roldán sin confirmar y está realizada en madera, siguiendo las clásicas  hechuras de las llamadas de candelero. Y  después de muchas transformaciones, fue restaurada por otro de los nuestros, el escultor, Alfonso Berraquero García en 1980.

La Virgen de la Esperanza ya se veneraba desde la segunda mitad del siglo XVIII en el antiguo hospicio y convento de los frailes Franciscanos, que después fue Iglesia de San Francisco, incluso antes que el Titular. Este dato  arranca de 1779. Y más bien hace referencia a la Virgen de los Dolores, que según Fernando Mósig Pérez, estaba muy vinculada a la familia de Rodríguez Arias y fue donada por dicha familia a la citada Iglesia de San Francisco.

La imagen de San Juan Evangelista, es obra de otro escultor isleño, Juan Pérez Bey, realizada en 1996. Imagen que solamente recibe culto interno en su altar formando un conjunto junto con el Cristo y la Magdalena al fondo de la nave del Evangelio junto al altar mayor.

Santa María Magdalena cuya mascarilla curiosamente apareció en el interior del antiguo San Juan, fue transformada en la actual imagen tal como la conocemos hoy. Y  también  fue realizada por la gubia de Juan Pérez Bey, que talló genialmente su nueva hechura.

El Paso del Cristo es de estilo barroco. Está realizado de madera barnizada y según nuestro tantas veces citado historiador, Fernando Mósig, Pérez -no en vano es el autor del libro de su historia- podría ser el resultado de la reforma de unas antiguas andas. Pero en cualquier caso se desconoce su auténtica autoría.

No obstante se trata de un Paso sobrio, muy adecuado y en sintonía para procesionar en él a tan portentosa y venerada talla. Porque no cabe la menor duda qué, Impresiona verlo en la obscuridad de la noche, ‘en silencio’, sobrecogido, emocionado y bajo la tenue luz de los cuatro hachones de cera de su Paso. No lleva música y sólo en ocasiones introduce durante el recorrido de su desfile, música de capilla… Continuará…

José María Vieytes Beira. San Fernando. 12.05.16. Artículo publicado en el blog SED VALIENTES, por gentileza de Jesús Rodríguez Arias. Y también en el semanario local Información en posterior fecha debido a la diferencia en los espacios y en la extensión de los textos entre el papel y lo digital.


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