
La primera vez que tuve la ocasión de ver y
tocar a un penitente de cerca tenía 5 ó 6 años. Y tan de cerca sucedió que se
trataba de mi propio y querido padre en mi propia casa.
Mi padre era hermano de la hermandad de la
Expiración, hermandad que me trae aquel recuerdo cuando he comenzado a describir a
esta hermandad para citarla como la corporación
que pasa en cuarto lugar el Jueves Santo por la Carrera Oficial; siguiendo la
trayectoria de estos artículos.
No obstante antes de continuar debo decir
también, que todavía conservo en mi retina la figura de mi padre vestido de
penitente cuán alto era más el añadido del capirote. Y por otra parte, el color
de la túnica negra que no sólo me impresionó a esa edad, sino que dejó en mí
una huella tan profunda, que tan pronto
pude, logré revestirme de penitente.
Y este deseo se produjo tan solo tres años
más tarde y fue en la hermandad de la Soledad ya que en la hermandad de los Afligidos
(la hermandad de mi barrio de la que era hermano prácticamente desde que nací)
no podía salir hasta cumplir los 10 años según sus reglas estatuarias. Sin
embargo, en aquel entonces, como iba a
suponer que lograría pertenecer a su junta de gobierno primero como vocal y más
tarde, segundo mayordomo, primer mayordomo y finalmente, hermano mayor.
Y una vez vencida la primera ilusión de la niñez de salir revestido de
penitente y posteriormente alcanzar con esa túnica (sin importar en este caso
el color de la misma, sino el revestirme con ella) el amor y la devoción que
siento por este apasionante y complejo mundo cofrade en general y por el de las
hermandades y Cofradías en particular a las que les dedico toda mi atención,
siguiéndolas dentro de sus particularidades, especialmente fijándome en las hermandades
de mi querida Isla.
Y hoy según el orden impuesto, le corresponde
a La Real y Venerable Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nazarenos del
Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de la Esperanza
(vulgarmente conocida como ‘EL Silencio’), que fue fundada en 1796. Y por tanto
es la 6ª ó 7ª hermandad en el orden de la antigüedad, según se contabilice o no
la fusión del Medinaceli. Y su sede canónica como sabemos, está establecida en
la Iglesia Castrense, Diocesana y Vaticana de San Francisco.
El Cristo de la Expiración fue investigado,
como no, por nuestro paisano e
historiador, Fernando Mósig Pérez, y de él se deduce que fue tallado por José
Tomás de Cirartegui (Saralegui) en madera policromada en el año 1788. Escultor
este que se sitúa en el Arsenal de la Carraca sin saberse exactamente cuál fue
la ubicación y la dedicación de dicho escultor en dicho Arsenal.
En su hechura, cabe destacar dos matices:
uno, sus grandes y muy abiertos ojos en actitud mezcla de dolor y
sorpresa. Y dos: sus dientes de marfil tallados
sobre su entre abierta boca (que recuerda salvando la distancia al
Cachorro de Sevilla), lo cual nos
dispone a visionar todo un dramatismo de veracidad impresionante. En definitiva
puede ser considerada una talla muy completa de la que Fernando Mósig Pérez,
describe ampliamente en el libro dedicado a la historia de esta Venerable
hermandad de penitencia.
La autoría de la Santísima Virgen de la
Esperanza, tal vez la dolorosa que junto a la Virgen de los Dolores de la
hermandad del Nazareno, es de la más
pequeña de las que poseemos y en sus orígenes, parece ser que se le rindió
culto bajo esa misma advocación de los Dolores como la titular del citada
hermandad del Nazareno.
Y es una de las más bellas y delicadas de las
que procesionan en nuestra Semana Santa como cotitular titular de esta venerable
hermandad de la Expiración. Pero su autoría se desconoce aunque se sitúa en una
imagen procedente del Siglo, XVIII., atribuida
a Diego Roldán sin confirmar y está realizada en madera, siguiendo las clásicas hechuras de las llamadas de candelero. Y después de muchas transformaciones, fue
restaurada por otro de los nuestros, el escultor, Alfonso Berraquero García en
1980.
La Virgen de la Esperanza ya se veneraba
desde la segunda mitad del siglo XVIII en el antiguo hospicio y convento de los
frailes Franciscanos, que después fue Iglesia de San Francisco, incluso antes
que el Titular. Este dato arranca de 1779.
Y más bien hace referencia a la Virgen de los Dolores, que según Fernando Mósig
Pérez, estaba muy vinculada a la familia de Rodríguez Arias y fue donada por
dicha familia a la citada Iglesia de San Francisco.
La imagen de San Juan Evangelista, es obra de
otro escultor isleño, Juan Pérez Bey, realizada en 1996. Imagen que solamente
recibe culto interno en su altar formando un conjunto junto con el Cristo y la
Magdalena al fondo de la nave del Evangelio junto al altar mayor.
Santa María Magdalena cuya mascarilla
curiosamente apareció en el interior del antiguo San Juan, fue transformada en
la actual imagen tal como la conocemos hoy. Y también fue realizada por la gubia de Juan Pérez Bey,
que talló genialmente su nueva hechura.
El Paso del Cristo es de estilo barroco. Está
realizado de madera barnizada y según nuestro tantas veces citado historiador,
Fernando Mósig, Pérez -no en vano es el autor del libro de su historia- podría
ser el resultado de la reforma de unas antiguas andas. Pero en cualquier caso
se desconoce su auténtica autoría.
No obstante se trata de un Paso sobrio, muy
adecuado y en sintonía para procesionar en él a tan portentosa y venerada
talla. Porque no cabe la menor duda qué, Impresiona verlo en la obscuridad de
la noche, ‘en silencio’, sobrecogido, emocionado y bajo la tenue luz de los
cuatro hachones de cera de su Paso. No lleva música y sólo en ocasiones
introduce durante el recorrido de su desfile, música de capilla… Continuará…
José María Vieytes Beira. San Fernando. 12.05.16.
Artículo publicado en el blog SED VALIENTES, por gentileza de Jesús Rodríguez
Arias. Y también en el semanario local Información en posterior fecha debido a
la diferencia en los espacios y en la extensión de los textos entre el papel y
lo digital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario