martes, 31 de mayo de 2016

ROBAN HOSTIAS CONSAGRADAS, ¡Y LAS DEVUELVEN EN LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI!



Facebook: Padre Omar Buenaventura.
Este insólito hecho ocurrió en Perú, en la ciudad de Lima. Todo comenzó a las 2 de la madrugada del jueves 26 de mayo, cuando siete hombres entraron a la Parroquia Santa María en la diócesis de Lurín encañonando al guardián templo y llevándose todo cuanto pudieron.
El Padre Omar, párroco de esta Iglesia, fue informado del hecho y compartió la triste noticia en su cuenta personal de Facebook:
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Más tarde se ofició una Misa de reparación en el horario en el que el sacerdote solía celebrar la adoración eucarística.
La noticia se expandió rápidamente en las redes sociales y las muestras de solidaridad no se hicieron esperar.
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Cuando ya todo parecía perdido, una llamada telefónica le daría un giro insólito a esta historia. Una mujer se comunicó con el sacerdote para informarle que le devolvería las hostias consagradas durante la madrugada del domingo, día en el que se celebra la fiesta del Corpus Christi en el Perú.
El sacerdote decidió comunicarle el hecho a su obispo, Mons. Carlos García Camader, y esperó durante la madrugada a ver qué pasaba. A las 3:15 am una mujer encapuchada y cubierta con mantas se acercó con una caja y la dejó en las afueras de la parroquia y se retiró rápidamente. El padre Omar,  prácticamente con el corazón en la mano, salió a revisar la caja y… ¡todas las hostias consagradas estaban allí! El número de las formas coincidía con el número de las sustraídas y también estaba la hostia más grande con una porción del viril (parte de la custodia que sirve para sujetar la Eucaristía).
Tanta fue la alegría que el Padre volvió a usar las redes sociales para comunicar el hecho a sus fieles.
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Esa tarde Mons. Carlos ofició otra Misa de reparación en la que dijo  “¿Porque se lo han llevado? Y nos respondió…. ‘Para que nunca dejemos de buscarlo’… y ¿porqué lo han devuelto? y nos respondió…. ‘para que lo custodiemos como el tesoro más precioso que tenemos en la Iglesia’
Aunque las cosas materiales no pudieron ser recuperadas, queda la alegría de que el Señor, presente con toda su divinidad en la Santa Eucaristía, no sufrió mayores daños.

¡Gloria a Dios!

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