miércoles, 17 de julio de 2013

LA APORTACIÓN DE CARÁCTER TEOLÓGICO - LA PLEGARIA EUCARÍSTICA.

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Si el estudio de la plegaria eucarística hace acercarse directamente a los textos —los antiguos y los nuevos—, se hace consecuente la exigencia de desarrollar la dimensión propiamente teológica; en cada ocasión de hecho la anáfora nos hace encontrar la riqueza de doctrina con la que la iglesia entiende y celebra el memorial eucarístico.
Al decir esto, ya subrayamos un hecho: que el lugar primario en el que encontrar la teología eucarística expresada por la iglesia será el sitio en el que ella hace memoria de la pascua, es decir, la liturgia concretamente celebrada. Ello no significa, en modo alguno, reconocer menor importancia a otros lugares propiamente teológicos; sólo quiere subrayar el peculiar papel de tradición que es propio de la liturgia de la iglesia.

Cuando después consideremos más de cerca —aunque sólo sea de un modo global y panorámico— la ayuda efectiva que nos puede venir de textos de plegarias eucarísticas para la comprensión del sentido de la eucaristía que celebramos, el tema se ensancha necesariamente a una multiplicidad de aspectos. Por limitarnos a los esenciales, podríamos recordar los siguientes. Ante todo, a nivel de inspiración: dar gracias, para la iglesia significa situar la propia oración dentro de una historia a través de la cual Dios se ha ido progresivamente revelando como el Dios de la alianza; ello quiere decir hacer memoria de su amor para con nosotros, en el sentido profundo de continuar, por parte de Dios, un gesto de salvación, y de confesar, por parte de la iglesia, que Dios es Señor de la historia y del cosmos y que ama al hombre. En esta perspectiva, la plegaria eucarística se manifiesta como e! lugar privilegiado de la profesión de la fe de un pueblo y, al tiempo, momento de gracia con el que Dios nos constituye permanentemente como pueblo de la alianza.

Si después consideramos dos hechos complementarios atestiguados por el desarrollo histórico —la multiplicidad de plegarias eucarísticas y la plegaria eucarística como elemento normal de la celebración de la eucaristía—, esto nos ayuda a alcanzar un segundo nivel de consideración: en la multiplicidad de los textos la plegaria eucarística nos ayuda a comprender el sentido mismo de la celebración cristiana en términos de proclamación de fe en el misterio de Jesucristo y de momento que edifica, aquí y ahora, en la multiplicidad de las situaciones dentro de las que se sitúa la iglesia en comunión; análogamente, la normalidad de este elemento en la celebración cultual indica claramente que la liturgia en cuanto tal es celebración del misterio de Cristo en su globalidad; memorial de la pascua, en el que se compendia toda la historia de la salvación.

Cuando se nos pregunta por la estructura misma de la plegaria eucarística, se hace inevitable alcanzar un tercer nivel: el sucederse del momento narrativo de la historia de la salvación, que culmina en la pascua de Cristo; de la oración propiamente anamnética, que se encarga de resituarnos constantemente en la realidad de la celebración-memorial; de la epíclesis de comunión, enteramente referida a la comunidad eclesial, que es generada por tal memorial, tiene una riqueza de discurso que ha de comunicar: a la luz del sentido de esta estructura resulta de hecho posible captar hasta qué punto dominan las categorías doctrinales de acontecimiento salvífico, de celebración memorial, de estructura anamnética, etc., en la interpretación de la liturgia cristiana J«. Un último nivel de consideraciones podría ser el de la reflexión en torno al discurso sobre Dios elaborado y expresado por la plegaria eucarística: además de estar este discurso constantemente referido a la historia de la salvación, en el que se inspira y toma contenido, se articula con la riqueza y la potencialidad del pensamiento simbólico, recorrido por la tensión de fidelidad al símbolo del que es memoria; además de eso —y es quizá esto último la observación que subraya el aspecto más singular— se configura como discurso sobre Dios enraizado en la adoración, que se manifiesta por tanto en doxología. En la perspectiva de la alianza, esa doxología se revela como la forma más alta y más verdadera de nuestro hablar de Dios, la que mejor expresa la total gratuidad de un don del que no pueden sino brotar la adoración y la acción de gracias.

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