Punto de vista
Nos encontramos a la puerta de una festividad religiosa de hondo calado sociológico e institucional. El 8 de diciembre se celebra el día de la Inmaculada Concepción, también llamado día de la Purísima. Y de su Patronazgo sobre nuestra Infantería española, desde el siglo XVI, fecha en que nuestros soldados del Tercio de Bobadilla, el gran Tercio de la Anexión de Portugal, de la conquista de las Islas Terceras, de la invasión de Francia, de la conquista de Amberes, que se encuentra en Flandes para proteger a las poblaciones católicas; queda cercado por la escuadra holandesa en la Villa de Empel, próximo a la Isla de Bommel. Nuestros mandos y soldados se refugian en Emplio, pueblo dominado por bajas temperaturas y agotado de alimentos, circunstancias que obligan a una resistencia heróica sin desfallecer. Todo está abocado a un final fatal.
En esa situación límite, un soldado del Tercio de Bobadilla se encuentra cavando una trinchera que le sirva de refugio y sepultura a la vez. Entre tierra y piedra, entre pico y pala, entre día y noche atravesada el alma por todos los costados, le sorprende una tablilla pintada en vivos colores con los rasgos de la Virgen María, la misma a la que ya el viejo soldado con más de veinticinco años de servicio, don Pedro Calderón de la Barca, como tantos militares cristianos anteriores, desde el siglo XII, hacían voto de defender con su sangre el misterio de su concepción Inmaculada. Era el 7 de diciembre de 1558. Un rayo de luz puro y cristalino vino a levantar la esperanza de nuestro Tercio. Aquella misma noche, entre hambre y más frío, ven caer sobre la zona una gran tormenta de hielo que congela las aguas inmovilizando las naves holandesas. Bobadilla, con sus hombres, saca fuerzas del hambre y tiritera y, sin dudarlo, caminan sigilosamente sobre las aguas heladas, sorprenden al enemigo y conquistan pacíficamente la victoria huyendo del lugar. Alguien ha venido en su defensa. No hay duda. Ha sido ella, María en su misterio de Inmaculada Concepción. Y allí mismo, entre lágrimas de triunfo y emociones, los Tercios de Flandes, en la iglesia cercana de Empel, la proclaman Patrona. Bobadilla, agradecido al milagro de la Señora, funda en su Tercio la Confradía de Soldados de la Virgen Inmaculada. Pronto los demás Tercios seguirán su ejemplo.
Hasta el día de hoy la Inmaculada es llevada con devoción, como estrella y coraza, en el corazón de cada infante español, allá donde la Patria reclame sus servicios. El Rey Felipe IV la declaró Reina de España, y Carlos III puso bajo su protección la Orden que inmortaliza su nombre, pues la Cruz de Carlos III lleva una Inmaculada. Desde 1892 ostenta el Patronazgo sobre la Infantería española, el Cuerpo eclesiástico del Ejército, el Estado Mayor, el Cuerpo Jurídico y Farmacia militares. Felicidades, infantes, donde estéis.
Francisco Gómez García Fidalgo
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