sábado, 29 de diciembre de 2012

POLÍTICA CON MAYÚSCULA; POR J. A. GUNDÍN.

La Razón




Tras un año de economía de guerra, lo que anhelan los españoles es que cesen las hostilidades partidistas y se vuelva a la política, pero no la política ratonera y menestral, sino la que se ejerce con mayúscula, la que antepone los intereses generales a los ideológicos, la que busca y procura el pacto por el bien de todos. Han sido doce meses duros, agrios y desabridos, de los que nadie sale libre de pecado, ni Gobierno ni oposición. El primero heredó un país en ruina y se ha visto obligado a tomar decisiones drásticas que evitaran el derrumbe. Ningún gobernante en su sano juicio habría actuado con tanta contundencia si en ello no le fuera la vida al paciente. Es probable que el equipo de Rajoy se haya equivocado en algunos aspectos, pero, escrutado en conjunto, el balance es positivo: ha trabajado con acierto, ha actuado con coraje y ha sobrepuesto el interés general al de partido. Paga por ello un elevado coste político, pero lo hace sin deshonor y consciente del precio.
Tengo dudas de que se pueda decir lo mismo del PSOE, de los sindicatos y de los nacionalistas catalanes... Todos ellos han cometido errores de grueso calibre y sus aportaciones para salir de la crisis han brillado por su ausencia, cuando no han consistido lisa y llanamente en obstaculizar el trabajo del Gobierno de la nación. No es para que se sientan, precisamente, ni orgullosos ni respaldados por el favor popular, como reflejan las encuestas y han demostrado las elecciones catalanas. Pero nada se logra despachando reproches a toro pasado: que 2012 se disuelva con todas sus desavenencias estériles. Empieza un año que también será duro, agrio y desabrido. Los españoles han demostrado tener gran capacidad de aguante, pero no tolerarán que se malgaste otro año en puñaladas traperas y en disputas tabernarias. Están hartos de que en cuestiones cruciales como las pensiones, los impuestos, los sueldos o el déficit fiscal, los partidos cambien de criterio según estén gobernando o en la oposición. La sobada y rancia táctica de oponerse por sistema, sea lo que sea, provoca hastío y desafección en los ciudadanos. Es de sabios mudar de criterio cuando se advierte el error o cuando los hechos desmienten las palabras, pero es de necios cambiar como una veleta según cómo sople el adversario. Y no está la sociedad española para más necedades. Al igual que hace 30 años, cuando casi todo estaba por hacer, son necesarios los políticos de altura. El Rey lo expresó con exactitud en su discurso navideño. Y el presidente del Gobierno ha prometido más diálogo y negociación en 2013. Ésa es la senda adecuada.

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