Tras el señuelo de “lo progre”
“Sus habitantes profanan la tierra:
violan las leyes, cambian las normas,
quebrantan la alianza eterna.” (Is. 24, 5)
A veces me vienen pensamientos como el que voy a tratar de explicar de la manera más clara posible. De pronto mi cerebro se alarma y empieza a unir cabos y a sacar conclusiones: es como si alguien se hubiera dedicado concienzudamente a desmontar la civilización occidental, sembrando la ignorancia generación tras generación a lo largo de las últimas décadas sobre todo. Una vez que este “Doctor Siniestro” ha creído que había suficiente terreno baldío, o que los “viejos conceptos y principios” con los que había evolucionado la humanidad tan espectacularmente, habían desaparecido de muchas mentes y voluntades, incluso se miraba con desprecio a quienes los sustentaban y defendían, ha comenzado a replantar conceptos y principios caducados, desechados por inservibles a lo largo de la historia de la humanidad.
Utilizando a modo de propaganda el señuelo de lo “progre” no le faltan secuaces para implantar la nueva ideología: el relativismo; en todos los estamentos de la sociedad, difunden con entusiasmo y agresividad verbal conceptos como tolerancia, derechos de la mujer, “violencia de género”, “ley de memoria histórica”,eutanasia, cónyuge A o B, y otras huecas y antiestéticas palabras (interrupción del embarazo, educación para la ciudadanía, etc.). Así se ha creado una secta poderosa y variopinta de nuevos iluminados que lo que pretenden es alcanzar el poder y conservarlo para siempre, para lo cual no dudan en alterar el concepto de naturaleza humana y eliminar (política y socialmente, de momento) a quienes consideran sus enemigos, los conservadores y sobre todo a la Iglesia católica, porque sólo obedece a Dios y es capaz de dar la vida por él, como Cristo la dio por todos los hombres.
Hago esta introducción para que se entienda mejor lo que esta mañana hablábamos tras la entrevista de una persona sin hogar. Este hombre, de buena apariencia, lleva muy poco tiempo en esta situación y no piensa permanecer mucho tiempo en ella. Nada más salir de la entrevista se sentó a la mesa, parecía que le apetecía charlar un poco con nosotros, y nos manifestó en seguida su satisfacción con la entrevista y la atención que le había dispensado la trabajadora social: “no entiendo cómo aquí me dicen una cosa y en A. me dicen otra. Aquí me dicen que sí tengo derecho a percibir una ayuda, y allí, donde yo resido, me la niegan. O, ¿por qué hay tanta diferencia entre el trato de una trabajadora social y otra?”
Sin duda la pregunta era retórica y no necesitaba respuesta, pero yo sí creo que hay una respuesta, yo conozco a esta trabajadora social desde hace algunos años, sé que es una profesional magnífica (y famosa en España entera por su eficiencia y trato, entre las personas sin hogar), pero como persona es maravillosa, porque atiende con un plus impagable, el de la caridad, por eso nunca tiene prisa, nadie se va sin una explicación o una información cuando no tenga solución inmediata para esta persona.
También me recordó otra cosa peor: Las diferencias en la atención a las personas sin hogar por los servicios sociales de cada comunidad autónoma. Esta realidad es reflejo de la pérdida del concepto de igualdad de los ciudadanos españoles, a lo que hay que añadir la preferencia por los ciudadanos extranjeros en los servicios sociales y los albergues, especialmente en comunidades del norte. Es absurdo el recorrido que ha tenido que hacer este hombre, de ciudad en ciudad, de albergue en albergue, para venir a informarse aquí de lo que tiene derecho a percibir en su lugar de origen, porque allí no saben, no quieren, o vaya usted a saber.
Pero, el tema concreto de este hombre era otro, él se encuentra en un proceso de separación, y nos dio a entender que era una víctima más de la “discriminación positiva”, (uno de esos términos nuevos que decía al principio). Lo único que me hace falta, nos decía, para no verme en esta situación, es que pueda reclamar a mi mujer una parte de los bienes, que según parece tenían para los dos.
Está claro que las leyes humanas son imperfectas, pero en su degradación las leyes de hoy en día renuncian a hacer justicia entre iguales, porque “discriminan” positivamente a la mujer en este caso, para hacer pagar a hombres concretos, no siempre culpables, todos los agravios del pasado; entonces la ley toma partido y abusa de su poder. Esta ley aprobada sin consenso político y social pretende compensar culpas o errores pasados a costa de generar un agravio en el presente, fomentando así la hostilidad entre hombres y mujeres, lo cual es algo absolutamente antinatural, y ya comenzamos a padecer sus consecuencias.
Divide y vencerás,¡Cabe mayor división, y más nefasta, que entre hombres y mujeres! El “Doctor siniestro” ha jugado muy fuerte, a atacado la sustancia misma de la humanidad y trata de controlar su propagación y continuidad. Hace falta mucho valor hoy para ser libre, para enfrentarse a la dictadura del relativismo.
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