Los demonios no dejan de manifestar su envidia hacia nosotros.
Decimos: es el prójimo la causa de nuestras penas; y, bajo apariencias sencillas, lo denigramos cuando sólo en nosotros, en nuestra casa, es donde se encuentra el ladrón. De ahí las disputas y divisiones entre nosotros, las riñas sin más objeto que hacer prevalecer nuestra opinión y darnos públicamente la razón. Son también ellos quienes nos hacen solícitos parallevar a cabo un esfuerzo que nos supera 71 y, antes de tiempo, nos quitan las ganas de lo que nos convendría y nos sería muy provechoso.” (De la cuarta carta de San Antonio)
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