jueves, 15 de marzo de 2012

ARTURO FERNÁNDEZ; POR ALFONSO USSÍA.

La razón 

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Arturo Fernández; por Alfonso Ussía
Diccionario Inteligente
14 Marzo 12 - - Alfonso Ussía
Hay dos Arturo Fernández en mi amistad. Por orden cronológico, el actor y el empresario. El actor, productor, director y sabio de la comedia, que lleva decenios llenando las salas de teatro de toda España sin recibir ni una peseta antaño, ni un euro hogaño, de subvención. Un hombre libre, dotado con un talento excepcional para la comedia y una capacidad de trabajo y responsabilidad ante el público que alcanza cotas cercanas al milagro. A los diez días de ser operado de una vértebra, y ante el espanto de sus médicos, Arturo se movía por el escenario del Teatro Amaya con una pierna que apenas le respondía. El público sí le respondió, con  llenos diarios y minutos de cerradas ovaciones. El dinero que recauda Arturo Fernández es un dinero libre, del español que paga por asistir a sus representaciones. Y los montajes, derechos, escenarios, alquileres y repartos, los paga él. Recelan de su valía los golfos que no saben mover ni un dedo –y si lo mueven lo hacen equivocadamente– sin la financiación infectada y turbia que proviene de los contribuyentes. 

Y algo más joven, Arturo Fernández, el empresario, presidente de la CEIM y vicepresidente de la CEOE, con cuatro mil puestos de trabajo creados y mantenidos por su tesón. Días atrás asistí a un acto en el que era protagonista. Esos actos acostumbran a ser un tostón, pero por los amigos de verdad se hace lo que sea. Durante su intervención, Arturo Fernández se ganó la atención de todos los presentes con una sola frase: «Ya es hora de que las organizaciones empresariales y sindicales se financien exclusivamente de las cuotas de sus afiliados». Había sido presentado por Juan Rosell, presidente de la CEOE, que anunció una nueva política, una regeneración empresarial y social. Los dirigentes sindicalistas no acudieron al desayuno, pero se tragaron el sapo cuando leyeron la síntesis del discurso. Le faltó a Arturo Fernández incluir a los partidos políticos y esas innumerables Organizaciones No Gubernamentales que son gubernamentabilísimas, y en una alta proporción –las hay admirables–, innecesarias y absurdas. No obstante, el pilar de la regeneración democrática pasa por ahí. Ningún euro de subvención a los sindicatos, a las organizaciones empresariales y a los partidos políticos. Que sean sus afiliados, militantes y simpatizantes los que carguen con sus gastos y sus presupuestos.

El empresario acostumbra a ser excesivamente prudente en sus manifestaciones públicas. Y Arturo Fernández entendió que la prudencia no está reñida con la sinceridad ni la cautela con la hipocresía. Reconoció sus buenas relaciones con los dirigentes sindicales –ahí me entró un poquito la risa–, pero no dudó en manifestar, ante un auditorio repleto de gobernantes y grandes empresarios, que el tiempo de las subvenciones ha terminado. Más de dos mil millones de euros se han embolsado los sindicatos en la anterior legislatura. Las dimensiones monstruosas, las decenas de miles de liberados, la financiación de toda suerte de huelgas, manifestaciones y demás exhibiciones de poder de los sindicalistas están siendo financiadas por una inmensa mayoría de españoles que no sólo recelan, sino que se sitúan en el margen opuesto a unos sindicatos politizados que no han escapado de las primeras décadas del siglo XX. 

Que existan. Que defiendan a los trabajadores y no a sus intereses personales. Que muestren su fuerza con una potente militancia detrás. Una utopía. Pero ha llegado el momento de cerrarles la caja del tesoro. A ellos, a las organizaciones empresariales y a los partidos políticos.

Bien por los arturos.

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