jueves, 1 de diciembre de 2011

SINCERAMENTE: ¡GRACIAS!

La gratitud es propia de las almas bien nacidas. Por eso es justo que demos gracias a Dios de todo lo que nos está dando a diario con manos largas y generosas. 
El sol acaricia nuestras mejillas, el agua que refresca nuestros cuerpos, el calor que vivifica, el trino del zorzal en la enramada, la espiga del trigo candeal que se balancea por el céfiro de la tarde... Todo eso es don y regalo del buen Dios. 
La risa de los niños, el aroma de las flores, el placer de la amistad, el afecto del hogar, el amor de los esposos, la bandera de la patria, el consuelo de la fe..., todo eso es don y regalo del buen Dios. 
Los minutos que transcurren, los días que se deslizan, los años que se nos pasan, la salud y las fuerzas, el trabajo y el descanso..., todo eso es don de Dios. 
Motivos más que suficientes para serle agradecidos. 
Si comenzamos a enumerar los motivos que tenemos para estar agradecidos a Dios, no terminaríamos nunca; y eso que solamente somos consciente de una mínima parte de los beneficios que recibimos del Señor; de la mayoría de ellos ni siquiera nos damos cuenta. 

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