sábado, 23 de junio de 2018

EVANGELIO DEL DÍA Y MEDITACIÓN

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Primera lectura

1ª Lectura: 2ª Crónicas 24, 17-25

Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído. Abandonaron la Casa de Yahveh, el Dios de sus padres, y sirvieron a los cipos y a los ídolos; la cólera estalló contra Judá y Jerusalén a causa de esta culpa suya. Yahveh les envió profetas que dieron testimonio contra ellos para que se convirtiesen a él, pero no les prestaron oído. Entonces el espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá que, presentándose delante del pueblo, les dijo: “Así dice Dios: ¿Por qué traspasáis los mandamientos de Yahveh? No tendréis éxito; pues por haber abandonado a Yahveh, él os abandonará a vosotros”. Mas ellos conspiraron contra él, y por mandato del rey le apedrearon en el atrio de la Casa de Yahveh. Pues el rey Joás no se acordó del amor que le había tenido Yehoyadá, padre de Zacarías, sino que mató a su hijo, que exclamó al morir: “¡Véalo Yahveh y exija cuentas!”.
A la vuelta de un año subió contra Joás el ejército de los arameos, que invadieron Judá y Jerusalén, mataron de entre la población a todos los jefes del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco, pues aunque el ejército de los arameos había venido con poca gente, Yahveh entregó en sus manos a un ejércitomuy grande; porque habían abandonado a Yahveh, el Dios de sus padres.
De este modo los arameos hicieron justicia con Joás. Y cuando se alejaron de él, dejándole gravemente enfermo, se conjuraron contra él sus servidores, por la sangre del hijo del sacerdote Yehoyadá, le mataron en su lecho y murió. Le sepultaron en la Ciudad de David, pero no le sepultaron en los sepulcros de los reyes.

Salmo

Sal 88, 4-5. 29-30. 31-32. 33-34 R. Le mantendré eternamente mi favor.

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.» R.
«Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable; le daré una posteridad perpetua y un trono duradero como el cielo. » R.
«Si sus hijos abandonan mi ley y no siguen mis mandamientos, si profanan mis preceptos y no guardan mis mandatos.» R. 
«Castigaré con la vara sus pecados y a latigazos sus culpas; pero no les retiraré mi favor ni desmentiré mi fidelidad.» R.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6,24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
-«Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. - Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos. »

Reflexión del Evangelio de hoy

Le mantendré eternamente mi favor

Impresiona, después de leer el texto de esta lectura del segundo libro de las Crónicas, tan llena de intrigas humanas, de traiciones y de asesinatos, la respuesta del salmo responsorial: «Le mantendré eternamente mi favor.»
Sí, a pesar de nuestra ignorancia, a pesar nuestra maldad, «Dios permanece fiel porque no puede negarse a si mismo»
En el contexto bíblico, la fidelidad es sobre todo un atributo divino: Dios se nos da a conocer como Aquél que es fiel, para siempre, a la alianza que ha establecido con su pueblo. Nuestra infidelidad no es obstáculo para Dios, sigue amándonos «porque no puede negarse a si mismo»
En su fidelidad, Dios nos garantiza siempre el cumplimiento de su plan de amor y, por ello, nosotros vivimos con fe, con confianza, con esperanza y con  amor hacia Él. Y, también por ello, la fidelidad de Dios es la que crea en nosotros la posibilidad de nuestra fidelidad.
La virtud de la fidelidad en nosotros está profundamente unida al don sobrenatural de la fe, llegando a ser expresión de la solidez que caracteriza a quien ha puesto en Dios el fundamento de toda su vida.
Pero, no perdamos de vista que la fe no es fruto del esfuerzo humano, ni de la razón, sino que es un don de Dios, tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina.
En la fe encontramos la única garantía de nuestra estabilidad, y sólo a partir de ella podemos también nosotros ser verdaderamente fieles: en primer lugar con respecto a Dios, después hacia la Iglesia, y en ella a nuestra vocación, a la historia en la que Dios nos ha injertado.
Sólo la Gracia de Dios nos capacita para, con la vida y la palabra, dar fruto de buenas obras hasta el fin de nuestra vida.
Viviremos impulsados por la Gracia de Dios cuando reflejemos en nuestra convivencia la misericordia y la ternura de Dios, cuando  experimentemos en nuestra vida cotidiana que Dios nos ama, nos perdona, nos acoge por pura gracia, mostrándonos nosotros igualmente misericordiosos y comprensivos con nuestros hermanos.

Fe y confianza en Dios

Una vez más Jesús hoy nos habla de su Padre, nos revela su paternidad, su amor infinito, su ternura que le hace inclinarse hacia nosotros, sus débiles hijos, necesitados siempre y en todo de su ayuda.
Y es, precisamente, nuestra pequeñez, nuestra debilidad humana, nuestra fragilidad lo que se convierte en nuestro llamamiento a la misericordia de Dios.
Es la fe la que nos da esta certeza que se convierte en una segura para la construcción de nuestra vida, con la que podemos afrontar todos los momentos de dificultad: la experiencia de la oscuridad, de la crisis, del dolor. Sí, la fe nos asegura que Dios no nos deja solos, que siempre está cerca de nosotros para ayudarnos.
La fe en Dios omnipotente nos impulsa a recorrer sus senderos, a aprender a conocer que su pensamiento es diferente del nuestro, que sus caminos son distintos a los nuestros y, también, a darnos cuenta que nos muestra su omnipotencia con su amor, su misericordia, su perdón, su paciencia, su mansedumbre, en la aceptación de nuestra libertad, y, en su incansable llamamiento a la conversión de nuestro corazón, de nuestro pensamiento y de nuestras obras. Sí: ¡Este es el poder de Dios! ¡Este es el poder que vencerá! ¡Este es el modo como Dios nos muestra que es Todopoderoso!
El amor de Dios Padre no desfallece nunca, es amor que se da hasta el extremo, hasta el sacrificio de su propio Hijo.
La proposición de Jesús es muy clara y evidente: nos invita a seguirle abandonándonos a la providencia amorosa de Dios nuestro Padre, y, la proposición es tanto para el rico a quien le sobran muchas cosas, pero que puede estar esclavizado por la obsesión del tener; como al pobre a quien le faltan muchas cosas, pero puede estar obsesionado por la psicosis de la penuria. Jesús, a todos, nos dice «no estéis, ni andéis agobiados… ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.»
Acudamos a nuestra Madre del Cielo para que nos ayude a  «buscar sobre todo el Reino de Dios y su justicia.» Que así sea.
Monjas Dominicas Contemplativas 
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)

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