viernes, 11 de mayo de 2018

LA SUBIDA DEL SEÑOR AL CIELO CELEBRADA EN LA ALEGRÍA DE LA ASCENSIÓN



Bajo un cielo misericordioso, este jueves 10 de mayo los franciscanos y los fieles reunidos en torno a la capilla de la Ascensión celebraban con alegría la fiesta de la subida al cielo de Cristo resucitado. No todos pudieron entrar en el edículo de época cruzada sobre el Monte de los Olivos porque el lugar es muy pequeño. Pero eso no desalentó a los peregrinos que llegaron en gran número. La fiesta de la Ascensión es el único día en que puede celebrarse la Eucaristía en este sitio. Integrado desde hace siglos en una mezquita, la autorización para poder celebrar la misa cuarenta días después de la Pascua en el edículo fue obtenida antiguamente por los frailes ofreciendo a todo el vecindario un abundante almuerzo de arroz y pollo cada año. Un privilegio que después fue aprobado por el Status Quo. Aún hoy se comparte una comida con los participantes, tras las Vísperas de la vigilia.

El primer ascenso de peregrinos, a pie o en autobús, tenía lugar hacia las tres, el miércoles 9 de mayo. Así comenzaron las celebraciones con el ingreso solemne del vicario custodial Dobromir Jasztal que presidió las festividades. Al final de las Vísperas cantadas, los frailes dieron las tradicionales tres vueltas alrededor del edículo – una fuerte componente del rito jerosolimitano – al tiempo que se recitaba la letanía de los santos. Mientras algunos se reponían con la comida, otros aprovechaban la calma del edículo para venerar el lugar donde Jesucristo ascendió al cielo. Demorándose sobre esta roca natural que aflora a nivel del suelo donde la tradición sitúa la huella de los pies de Cristo en la piedra. La tarde concluyó con el oficio de Completas.

En mitad de la noche se producía otra subida al Monte de los Olivos. A las 23:00 se cantaban las vigilias. Después, durante toda la noche, se celebraron numerosas misas en el edículo y en los altares portátiles instalados a ambos lados. Así, grupos de peregrinos de Tierra Santa y de todo el mundo podían conmemorar la Ascensión de Cristo en el mismo lugar donde se cumplió. Al empezar la mañana, las fiestas terminaron con la misa solemne. Numerosos peregrinos asistieron, algunos en la tercera subida. Durante su homilía, el vicario custodial fray Dobromir recordó que esta despedida de Jesucristo no era un adiós triste: “Quizá la consideración tradicional con que se percibía el cielo como un espacio misterioso y vacío sobre la tierra en el que habita Dios, podría dejarnos impasibles, desanimados e incluso hacernos sentir que no somos responsables de la misión que se nos ha encomendado. Sin embargo, el Espíritu de la verdad que se nos ha dado cuando nos convertimos en creyentes nos trasmite que también todos nosotros hemos ascendido con Jesús, con la esperanza y la promesa de que un día estaremos junto a Dios con nuestro Señor y Maestro”. 

Con esta enseñanza es con la que Cristo envió a sus discípulos a proclamar la Buena Noticia y también es así como nosotros somos enviados actualmente: “Como entonces, también hoy el mundo y los entornos en los que vivimos necesitan ser liberados del demonio de la envidia, de la maldad y del odio. Puede que sea difícil aprender varios idiomas para comunicarse con muchos, pero es fácil hablar una lengua nueva que todos comprenden: la lengua de la caridad y del amor fraterno que nos enseñó el mismo Jesucristo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario