La muerte responde al ser natural del hombre. Con ella termina la vida y su ser individual y relacional. Pero casi todas las culturas muestran el deseo de inmortalidad, que anida en la humanidad. El cristiano ve la muerte a la luz de la muerte y la resurrección de Cristo, por lo que con ella se abre un horizonte nuevo. No todo acaba. Aunque el hombre exterior se desmorone, el hombre interior se renueva de día en día. Nuestra desdicha está en el miedo a la muerte y no en la muerte misma. Cada uno tiene su camino en la vida, pero el final es igual para todos. Se precisa usar bien el tiempo, gozar de las alegrías que se nos ofrecen, saber aceptar las propias limitaciones, la pobreza y la enfermedad.
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