Dad gracias a Dios con vuestra vida! No nos evita milagrosamente las dificultades. El mismo Jesús, el Dios que se hizo hombre por amor tuyo, vivió las dificultades hasta el extremo de la persecución, el sufrimiento y la muerte en Cruz. Pero venció, y con Él, nuestro triunfo. Estas dificultades cotidianas, vividas con Cristo y llevados por el Espíritu de Dios, son precisamente las que nos pueden hacer experimentar Su consuelo, Su fuerza, en medio de cualquier circunstancia, siendo capaces de vivir en el amor, de salir fuera de nosotros mismos, de vivir para los demás, de vivir para Dios; de olvidarte de ti, dándote cuenta de la presencia valiosa de Dios en el mundo que lo transfigura y lo cambia todo, que hace que una persona que podría sentirse desgraciada sea afortunada, que una persona que se siente hundida por ser perseguida y maltratada se dé cuenta de que está salvando a sus perseguidores en el amor, en el Espíritu que nos da Cristo… ¡No hay que temer! En medio de cualquier circunstancia, podemos encontrarnos con la Vida de Dios, con su Espíritu y así, con la valentía y el arrojo de los apóstoles, anunciar y vivir nuestra fe.
Exclamaremos así con San Pablo, imitando su ferviente apostolado: “Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios (…). Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos pero no abandonados; llevando siempre y en todo el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2 Cor 4, 7-12).
No hay comentarios:
Publicar un comentario