martes, 26 de mayo de 2015

* MI VIEJO MALETÍN





En estos tiempos tan convulsos, tan irritables, tan alejado del añorado sosiego, en esta época donde todo son grandes palabras, mejores proyectos y lejanas intenciones. En estos tiempos es cuando precisamente me da por escribir sobre a lo que nadie importa, sobre lo sencillo, lo ínfimo, lo que es tan previsible que pasa desapercibido. 

Sí, mis queridos todos, hoy tan solo voy hablaros de “mi viejo maletín”. 

Llegaste a casa de improviso, venías reluciente y nuevo cobijado en un cuidado estuche y fuiste un regalo muy bonito, también ciertamente deseado, de mi mujer que por entonces era novia. 

Enseguida fuiste utilizado para la misión que tenías encomendada y soportaste demasiados pesos, demasiadas agresiones, demasiadas confidencias. En tu interior se alojaron muchos proyectos ilusionantes, muchas horas de trabajo, reuniones, satisfacciones, sufrimientos... 

Sí, empezaste a perder la rigidez inicial para ir tomando forma. 

Te pasó como a los buenos zapatos que hasta que no se deforman y toman el molde los pies no son cómodos y se aprecian en realidad su auténtico valor. 

Y fue pasando el tiempo y con él los cometidos que en cada momento iban desarrollándose en torno a mi aunque también a ti, mi querido y viejo maletín, porque los papeles cambiaban, los proyectos también aunque la ilusión y el rigor confidencial se mantenía incólume. 

Hubo un tiempo, mínimo, que te tomaste unas merecidas vacaciones como yo también lo hice. ¿Te acuerdas? Creo que duró solamente seis meses pero los recuerdo con añoranza y gratitud porque fue lo que necesitaba para cambiar el paso y proseguir con el mismo camino por otros senderos. 

De la noche a la mañana, y es que algunas días pueden durar años, pasaste de albergar documentos, cartas y dossieres hechos por uno para otros a cobijar los míos propios.  Sí, buen amigo, pasaste de llevar documentos de otros a los míos personales como son artículos, ponencias, conferencias, presentaciones... 

Los años, como a todos, te iban deformando y también destrozando y poco a poco te convertías en un elemento más de “decoración” que de utilidad. Creo que eso también nos pasa a nosotros que mientras somos jóvenes y tenemos fuerzas somos capaces de todo y cumplimos con las misiones que nos vayan encomendando donde ponemos más que el mismo corazón pero después, con el cumplir de los años, las fuerzas son las que van quedando, todo se realiza en su justa medida porque no das para más. 

Me has acompañado hasta hace muy poco tiempo y has pasado de guardar solo documentos a mi ordenador personal, módem, lápices, cargadores varios de móviles, pc, así como cierta documentación como útiles de escritura y ese “peso” añadido ha hecho que me pidieras la jubilación con más ímpetu casi rogando que esta se produjese más antes que tarde porque pensabas, y no te falta razón, que no aguantarías otro nuevo año soportando confidencias, secretos, ponencias, congresos, reuniones.. ¡Es mucho trajín para ti!

¡Ha llegado la hora de tu descanso querido y viejo maletín! ¡Lo has conseguido! Un nuevo, reluciente y joven maletín cogerá tu espléndido testigo y será el que me acompañe a las nuevas "misiones" que tengo encomendadas. Él reluciente, hermético y todavía rígido cobijará los documentos, escritos, ordenador, utensilios informáticos, de escrituras que hasta hace tan poco tiempo tu has alojado en tu interior y con el tiempo este nuevo y elegante maletín fabricado en Ubrique también se deformará, cogerá las formas necesarias para sobrellevar el peso que se le avecina que es parte del que yo llevo a mis espaldas.


Sí, viejo maletín, por fin te ha llegado la jubilación aunque me permitirás que no te retire del todo pues quienes han servido con eficacia y lealtad no deben ser abandonados en un rincón perdido sino que deben mantenerse útiles hasta el final del final. Ahora guardarás en tu usado y desvencijado interior esas ponencias, esos escritos, esos documentos que tanto me sirvieron y que con tanta ilusión ofrecí.

Considero que este último gran servicio me lo puedes prestar porque has sido un necesario "amigo" que siempre ha cumplido con la función que tenías que realizar.

Mi viejo maletín se puede comparar con la vida misma y no iríamos muy desencaminados.

Jesús Rodríguez Arias
       

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