viernes, 29 de mayo de 2015

EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN; POR JOSÉ ANTONIO SIGLER

EL ALBA SE ASOMA A MI ORACIÓN. «Mi casa se llama Casa de Oración para todos los pueblos». (Evangelio del día). Hoy la liturgia nos trae una lectura densa y jugosa, pero extraigo este párrafo que me ha llamado la atención. Podríamos cambiar la palabra "casa" por "cuerpo", "familia", "Ministerio"... y darle mas  riqueza a la lectura. Cada cual ponga su deseo. Cada uno tendremos una "casa de oración" y también tendremos nuestros "cambistas y mercaderes". Si queremos llevar una vida de oración auténtica tenemos que desenmascarar a estos "intrusos" de la oración. Santa Teresa tenía a otros, su "loca de la casa". Llamémosle como queramos, pero tenemos que erradicar y extirpar todo aquello que desvirtúa la oración verdadera, mi culto, mi devoción –o "extirpar" mi falta de oración, culto, devoción-, para que sea una auténtica unión con Dios, por el Espíritu Santo. Así, además con otros Sacramentos, haremos de nuestro cuerpo un auténtico "Templo del Espíritu Santo", verdaderos "Sagrarios". No es nada fácil porque tenemos veinte mil preocupaciones, y algunas muy serias. Pero ¿pasaría algo si dedicamos un rato en exclusiva con el Señor? ¿A lo mejor es hasta más bueno? Tenemos que analizar nuestras "distracciones" porque, a lo peor, no son tan "prioritarias". Jesús viene "al quite": «Tened fe en Dios», porque «Cualquier cosa que pidáis» se conseguirá. Pero marca una condición: «Y cuando os pongáis a orar, perdonad». Ahí es nada, buena tarea. Santa María y San José, rogad por nosotros.

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