“CUADERNOS PERSONALES”
De Juan Pablo ll
Karol Wojtyla había dispuesto en sus
últimas voluntades manifestadas a su secretario personal, que lo acompañó
durante casi cuarenta años, primero episcopal en Cracovia y luego como Papa en Roma, Stanislaw
Dziwisz, que sus escritos personales fueran quemados después de su muerte. Un
extracto de estos escritos da contenido al libro que vamos a comentar.
El
valor del mismo está en constituir una fuente directa del pensamiento de Juan
Pablo II, cuyo magisterio pontificio tiene una amplitud considerable:
encíclicas, exhortaciones, alocuciones y catequesis, discursos, homilías y el
conjunto de documentos desarrollados en cada uno de sus ciento cuatro viajes a
lo largo de todo el mundo. Este libro, publicado
por Planeta, recoge el testimonio escrito de Karol Wojtyla cuando todavía
era obispo en Cracovia y después arzobispo. Se extraen las ideas más sobresalientes de los
ejercicios espirituales recibidos desde mil novecientos sesenta y dos hasta dos
mil tres.
Karol Wojtyla fue nombrado obispo por Pío XII
en julio de mil novecientos cincuenta y ocho, arzobispo por Pablo VI, en el año
sesenta y tres, y cardenal en el sesenta y siete. El dieciséis de octubre de mil novecientos
setenta y ocho fue elegido sucesor de Juan Pablo I, que tuvo un pontificado de treinta y tres días.
Cada pontífice marca un estilo, y Juan
Pablo II fue un gran papa con una
importancia decisiva en muchos aspectos, aunque alguna faceta de su actuación
fuese mejorable. Pensemos por un momento que la situación insostenible que
obligó a renunciar a Benedicto XVI se venía gestando en el pontificado de Juan
Pablo II. Un grupo de clérigos conocedores de los entresijos vaticanos,
encabezado por el cardenal Marinelli, escribieron un libro explosivo,”El Vaticano contra Dios” (1999), declarando
las anomalías internas de la propia Curia Romana, y llamando la atención sobre la falta de supervisión de Juan Pablo
II sobre la misma. Todo ello no oscurece lo más mínimo la santidad de Juan
Pablo II, si entendemos bien que la santidad es un don que DIOS otorga con la
consiguiente correspondencia personal, pero que la imperfección humana no
desaparece.
Las personas son santificadas por el único
santo que es DIOS mismo, y de esta forma pueden ser modelos asequibles que
nos muevan a los demás a depender cada
vez más del amor misericordioso de DIOS. Aunque me extienda un poco en estas
consideraciones, me parece muy importante tomar nota del colosal liderazgo ejercido
por Juan Pablo II, pero no se dio una relación directa entre la magnitud de su
liderazgo y el impacto evangelizador.
Pensemos que en los
últimos años las deserciones de
católicos a otras confesiones cristianas
o a la vía muerta del agnosticismo es alarmante en los países europeos, incluso
en la patria misma de Juan Pablo II. En
más de una ocasión, cuando los
concentrados y entusiasmados gritaban de forma elogiosa hacia su
persona, él lo refería a CRISTO, pues sabía de
lo efímero de ese tipo de
manifestaciones. Este gran Papa puso todo su empeño en evangelizar y llevar,
mientras sus fuerzas se lo permitieron, una palabra ungida a lo más recóndito.
Pero volvamos al
libro que nos ocupa. Recoge apuntes de
un buen número de ejercicios espirituales, aunque no están todos registrados.
El libro repite de forma innecesaria, en mi opinión, la estructura u orden del día de las jornadas de
ejercicios. Con la mitad de páginas se hubiera logrado el mismo efecto de
trasmisión del mensaje. Teniendo en cuenta
estas breves consideraciones, el
contenido es altamente aprovechable. A
medida que lo vamos leyendo fácilmente pensamos en componer un breve repertorio con las frases o conclusiones
señaladas.
Estamos ante
un documento que nos muestra la arquitectura espiritual y teológica de
Juan Pablo II con el valor derivado de
la brevedad y síntesis de las formulaciones. Además tiene el valor de mantener
una continuidad de cuarenta años, lo que
nos da una perspectiva de la evolución de distintas vertientes de su mundo
interior. En esta obra nos asomamos por fuente directa a las convicciones más
íntimas de Juan Pablo II, que se plasmaron de muchas maneras en otros documentos de carácter oficial y en
acciones propias de su cargo como pastor de la Iglesia
Católica.
LOS
CUADERNOS
Al comienzo de esta selección de escritos personales, el que
había sido secretario de San Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz , recoge una experiencia religiosa de máximo rango que
tiene por contenido la constatación de la unidad de todas las cosas en CRISTO;
“a las visiones interiores me di cuenta que todas las visiones están presidas por un solo Espíritu
y que este es el Espíritu de CRISTO.
Experimenté con gran claridad esta unidad en la diversidad, no una diversidad en unidades separadas, sino una unidad de contenido”. Una experiencia personal de este tenor
acredita al que está en el camino de la
santidad, pues el santo es entre otras cosas, aquel que está enraizado en la realidad misma que es DIOS, y mantiene
esta consciencia.
Karol
Wojtyla, a lo largo de cuatro décadas
manifiesta una preocupación por todos
aquellos temas doctrinales que forman
parte del conjunto de la
enseñanza de la Iglesia. Son numerosos los apuntes que se encuadran dentro de la cristología, o del tratado sobre
la Trinidad; las reflexiones sobre la Virgen sobresalen de forma notable, así mismo su visión del sacerdocio y de la naturaleza
misma de la Iglesia. En estos cuadernos
no se van a encontrar desarrollos doctrinales, pero tienen la gran ventaja de aportar síntesis muy lúcidas sobre los temas
más importantes.
A la vista de estos escritos se puede decir que San Juan Pablo II logró poner toda su persona a disposición
de un pensamiento católico, entregado éste por entero al servicio de Jesucristo y su Evangelio. En estos cuadernos no aparecen dudas,
divagaciones o perplejidades, y todo
afirma un recio carácter,
ascético y determinadamente orientado. Sabemos que su vida fue una verdadera
carrera de obstáculos, que cubrió con agilidad, inteligencia y Gracia de
Dios. Karol Wojtyla ha sido una gran síntesis de Fe y vida. Con todo, volvamos a algunos temas que en sus
cuadernos se apuntan y son de gran importancia.
La justificación
“El
hombre no puede ser justo ante DIOS por sí mismo, ante ÉL sólo puede ser justificado. El hombre nunca
puede encontrarse frente a DIOS en una posición de justicia. El hombre como
criatura es dependiente y está supeditado a DIOS, y es DIOS quien viene al encuentro por Gracia con el hombre”. “La justificación nos viene por medio de
CRISTO que entabla la relación y encuentro
del hombre con el PADRE”. En el momento
de estos pensamientos, Karol Wojtyla era obispo de Cracovia, y no cabe duda que en el principio cristiano de
la justificación por la Fe se apoyaba aquel: “no
tengáis miedo, abrid las puertas a
CRISTO”, al comienzo de su pontificado como Pastor de toda la Iglesia. Esta expresión fue
una verdadera actualización del “kerygma”,
es decir, del anuncio de JESÚS como
Salvador cargado de eficacia y amor misericordioso.
Juan Pablo II no dejó de hacer oír este gran anuncio, pero en algunos momentos
se pudo perder en exposiciones más áridas y trabadas, aunque no desprovistas de contenido.
Obispos
y sacerdotes
Recuerda
que el obispo debe actuar conjugando la caridad y la verdad para no caer en el autoritarismo propio de los
jefes del mundo, a los que el propio
JESÚS se refiere. No obstante encarece a
la obediencia a los sacerdotes que
ostentan el gran privilegio de actuar de mediadores con CRISTO entre DIOS
y los hombres.
Es
profundamente significativa la vinculación que establece San Juan Pablo II
entre el sacerdote y la Eucaristía. Más
tarde esa convicción se plasmará en
diversos documentos, y muy especialmente
en las cartas enviadas a los
sacerdotes con motivo del Jueves Santo. Tiene expresiones que podríamos denominar enfáticas con respecto a la
santidad del sacerdote, haciendo depender de este aspecto la eficacia de su
tarea ministerial. Con no menos
insistencia hace hincapié en el celibato sacerdotal, aunque pone de relieve el
hecho de los sacerdotes casados en la Iglesia Católica de Rito Oriental.
Llevó muy mal, Juan Pablo II, la
secularización de los sacerdotes, e incurrió en intransigencias que llevaron a
no pocos sacerdotes a prescindir de la solicitud de la dispensa del celibato y
acceder al matrimonio civil. Juan Pablo II consideraba, como lo manifestó en
alguna ocasión, que la Iglesia tiene el derecho de determinar el tipo de
sacerdote que quiere. Esa afirmación así de tajante es más que
cuestionable. Existe una regla de oro que dice así: La Iglesia no puede poner
más cargas que las dispuestas por el
Evangelio; y sobre este asunto bien sabemos que JESÚS
admitió en su compañía a hombres casados, a los que nombró apóstoles; y
posteriormente mantuvieron esa misma
condición haciéndose acompañar de sus propias esposas (Cf. 1Cor 9, 5; 1Tm
3,1-4) .
A
lo largo de estos “Cuadernos personales”, Juan Pablo II, abunda sobre
las excelencias del celibato, que las tiene para el que ha recibido el don,
señalando a CRISTO como el modelo que fue célibe por el Reino de los Cielos; pero
no sigue la otra línea de fundamentación teológica que podría dar pie a
sacerdotes casados, dentro de la Iglesia Católica, que se fijaría en la condición de CRISTO como el Novio que se desposa con toda la
humanidad y con la Iglesia en especial, y en correspondencia con esta nupcialidad
el matrimonio de un hombre y una mujer
es un signo tangible (Cf. Ef 5,
32).
Esta
laguna en el quehacer de Juan Pablo II no menoscaba su santidad, pues el
santo lo es porque DIOS lo santifica, principalmente. La trayectoria personal de Juan Pablo II
aparece como irreprochable, pero dicho eso hemos de tener en cuenta que JESÚS
dejó muy claro no todos pueden con el celibato y podría constituir una trampa,
como recuerda San Pablo (Cf. 1Cor 7, ). Muchas tragedias personales se habrían
evitado dentro del clero si se hubiera conservado la tradición original de
mantener la diversidad de carismas en este asunto. Hay una historia oculta, de gran dolor y sufrimiento por culpa
de una santidad mal entendida y de perfeccionismos ajenos a una verdadera
espiritualidad evangélica.
Redención
y vuelta al PADRE
La
vuelta del hombre a DIOS por medio de Cristo es relacionada por Juan Pablo II,
al hecho mismo de la vocación como designio
eterno de DIOS sobre todos y cada uno. Esta mirada a la trascendencia es permanente en todos los escritos y notas de esta obra, dando a todo el conjunto una
profunda coherencia. El concepto goza en
todo momento de una cualidad especial que le otorga la capacidad de participación, es decir, nos encontramos ante
un espíritu, el de Juan Pablo II, que ha realizado una síntesis de Fe
ajustada a las verdades más profundas y dentro del cuerpo doctrinal
de la Iglesia Católica, aportando, a su vez, un testimonio de gran peso
específico.
En
estas líneas, Juan Pablo II se hace testigo de lo que dice y afirma, sin pretender
por ello agotar todo el campo que las propias verdades ofrecen. Esta mirada
de llamada de DIOS y respuesta del hombre abarca todo el tiempo y la eternidad,
por lo que se consigue claridad,
síntesis y precisión en los
conceptos.
En
todos estos escritos no vamos a encontrar ni desahogos personales, ni sentimientos manifestados; Juan Pablo II mantiene el
discurrir de sus apreciaciones espirituales
dentro de los parámetros de una teología doctrinal hecha carne en él. Para muchas personas este modo de afrontar la
experiencia personal es altamente
valioso, por lo que estas páginas pueden resultar de mucho provecho para quien
busque seguridad y fundamento en su Fe.
A lo largo de los años, Juan Pablo II,
va profundizando en su propia vocación,
que en la etapa de obispo la reconoce
ejercida en la doble faceta de maestro y pastor. Considera su vida en
una unidad que abarca este tiempo y la eternidad, y en ella se ha de desenvolver
su propia vocación.
La
adoración eucarística
En
todas las tandas de ejercicios, la celebración de la santa Misa y
la adoración al Santísimo
Sacramento están presentes. En algún momento reflexiona sobre los nuevos enfoques teológicos de la Presencia del SEÑOR,
que añaden al concepto de transubstanciación, el de transfinalización y el de transignificación. Estos dos
últimos no satisfacen el pensamiento de
Juan Pablo II.
Los
conceptos sobre la cuestión eucarística
exigen sus matizaciones, pero Juan Pablo II no es ajeno a esa perspectiva
cósmica que ofrece Teilhard de Chardin sobre la Eucaristía que recoge en estos
apuntes espirituales.
Tiene su importancia este último
detalle, pues este venerable jesuita fue
reprobado por Pío XII y sus escritos
sufrieron la más cerrada censura, salvándose providencialmente. La
centralidad de la Eucaristía en la vida y ministerio de Juan Pablo II es una
constante y la dependencia del ministerio
sacerdotal de este don singular.
Intuiciones
Con
este apartado genérico podemos compendiar algunos apuntes que versan sobre la
realidad de DIOS en sí mismo. Juan Pablo II, nos sugiere que
DIOS es el bien en sí, más allá
de los bienes que podamos esperar de ÉL
o de los que le podamos atribuir. Aquí nos llegan las resonancias de su formación tomista
perfectamente asumible en ese marco personalista que fue manifestando a lo
largo de todos sus escritos. Sobre DIOS se han abierto a lo largo de los siglos
distintas vías que parten de la Verdad, el Bien o la Belleza de DIOS, este último atributo tiene
un representante notable en los últimos tiempos en la persona de Hans Urs von Balthasar.
A
la luz de los escritos de Santa Isabel
de la Trinidad, reflexiona Juan Pablo II
sobre la acción del ESPÍRITU SANTO y la manera de interactuar de las tres
personas divinas en una perfecta unidad (pericoresis). De esta
familiaridad trinitaria nacerán tres
encíclicas, Redemptor hominis (El
Redentor del hombre), Dives in
misericordia (Rico en misericordia) y Dominum
et vivificantem( Señor y Dador de vida). Sobre el ESPÍRITU SANTO recaerá la
función santificadora de la Iglesia y de toda la humanidad haciendo depender de
ÉL toda clase de dones celestiales, ministerios y carismas.
Se observa a lo largo de estos escritos,
que Juan Pablo II declara un déficit de
autoridad dentro de la Iglesia. El ejercicio de la autoridad unido al ministerio episcopal, y de forma especial a su designio como Papa. Junto con el ejercicio de la autoridad
considera imprescindible la vocación de
servicio por amor al SEÑOR y a los hermanos.
Dos
pilares fundamentales en el ejercicio de su autoridad y amor a la verdad fueron: el Código de Derecho
Canónico, de 1983; y el Catecismo de la Iglesia Católica, de 1992. Los
requerimientos a determinados teólogos de la Teología de la liberación, y la
retirada de la licencia para enseñar en el nombre de la Iglesia a teólogos como
Hans Küng, dan muestra de la firmeza de sus
convicciones. No obstante no
llegó a aplicar la misma medida de
autoridad con situaciones y personas dentro de la propia Curia Vaticana, cosa
que derivó en la situación límite que obligó a renunciar a su sucesor, Benedicto XVI.
Los santos no son perfectos, aunque practiquen determinadas virtudes en grado
heroico y merezcan un reconocimiento especial dentro del culto de la Iglesia
Católica.
Los
santos tampoco aciertan en todas sus
actuaciones, pensamientos o expresiones.
Consideremos por un momento lo que santo Tomás de Aquino decía sobre las
mujeres; o la rectificación posterior de
san Bernardo a la predicación de la Segunda Cruzada. Es preciso
acotar estas cuestiones y
considerar que el santo lo es porque DIOS lo santifica.
Juan
Pablo II, fue una persona que llamaba la
atención por muchas cualidades, pero una
vertiente muy visible era su
condición orante. Llamaba la atención su capacidad de abstracción y recogimiento en medio de las circunstancias que fuesen.
Al disponerse en oración, siendo visto por los demás, todos percibían que entraba en un
nivel interior distinto y se estaba produciendo una verdadera
comunicación con DIOS.
A lo largo de estos escritos, Juan Pablo II, resalta la necesidad de los tiempos propios y
específicos de la oración, y extrae
síntesis de un buen número de textos, principalmente de los evangelios. De gran importancia son las apreciaciones
sobre el Padrenuestro.
La
vertiente mariana de Juan Pablo II fue un testimonio constante. Nos ofrece una versión renovada de “La
verdadera devoción”, de Luis María Grignion de Montfort. Predilección por los santuarios marianos,
consagración del mundo a la Santísima Virgen, acción de gracias en Fátima por la
protección de la Virgen de su atentado
mortal, o la propia entrega de su tarea
como sucesor de Pedro en aquel “Totus tuus”.
PARA
TERMINAR
Es un libro, “Cuadernos personales”, que
merece ser leído de modo meditativo. En
algunos casos las expresiones son
verdaderos apotegmas, que interiorizados pueden despertar un gran abanico de ideas asociadas, de
confirmación de los propios pensamientos o el descubrimiento de una fuente de luz interior. Este libro es un buen instrumento para seguir
en la tarea de extender el Evangelio de
JESÚS de Nazaret. Desde el cielo, Juan Pablo II nos sigue bendiciendo.
Pablo Garrido Sánchez
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